En 2019 estuve en Mieres de manera fugaz, y tenía en mente regresar, para explorar con un poco más de cuidado el concejo. En aquella ocasión, apenas si pasamos unas horas en su capital, que se denomina Mieres del Camino.
Entonces, la estancia fue muy improvisada, por lo que ni siquiera llegué a tener noticias de cómo estaba distribuido el poblamiento por el concejo. Ahora, me he enterado de que este cuenta con 370 núcleos de población, por lo que no voy a pretender conocerlos todos. En cualquier caso, algunos son minúsculos. Yo me voy a centrar, más bien, en los que ofrecen cosas interesantes. En esa línea, el otro día estuvimos de nuevo en Mieres del Camino, pero esta vez no nos quedamos solo allí, sino que también fuimos a Urbiés y a Bustiello.
El caso es que, en esta ocasión, tuve la oportunidad de prepararme la visita a Mieres, y lo primero que hice fue buscar qué es lo que merece la pena ver en el concejo. No es poco, porque este estuvo muy ligado a las actividades derivadas de la minería y de la industria durante décadas, y eso es algo que siempre deja una huella interesante. En efecto, a mediados del siglo XIX se estableció en Mieres la Asturian Mining Company, lo que hizo mutar rápido el carácter de la zona y marcó el inicio de la intensa explotación del subsuelo en la región. Así, en unos cuantos años, la ganadería y la agricultura dejaron de ser los principales medios de vida de la gente, y Mieres se convirtió en un potente centro industrial. Ese cambio, provocó que pasara de los 9.000 habitantes con los que contaba en 1850, a los 71.000 que tenía en 1960.
Los trabajos relacionados con las minas y con la siderurgia son duros, y en Mieres la vida estuvo ligada a esos sectores el suficiente tiempo, como para que surgieran problemas varias veces. Sin embargo, se mantuvo el status quo hasta que la minería asturiana entró en un imparable declive, en la segunda mitad del siglo XX. El enclave mierense no fue ajeno a ese proceso de crisis, que acabó desembocando en el cierre paulatino de sus explotaciones. Así, desde 1987 hasta 2007, todos los pozos del concejo fueron cesando su actividad. Es por esto que la zona está tratando ahora de reconducirse hacia el turismo, convirtiendo este en su principal fuente de ingresos, gracias a la puesta en valor de su pasado reciente y de sus hitos más destacados.
Algunos de esos puntos de interés están en Mieres del Camino. Allí, la estructura cuadriculada del entramado urbano ya es, de por sí, un reflejo de su historia, como conté en el post de 2019. Entonces, estuvimos por el sur y por el oeste del Parque Jovellanos, que ejerce de corazón de la capital del concejo.
Esta vez, volvimos a rondar la misma zona, pero, como novedad, anduvimos por las calles que quedan al norte de ese parque. De todas formas, en ambas ocasiones acabamos en la Calle Aller, que es la que bordea el Parque Jovellanos por el este.
El otro día, incluso nos detuvimos allí, y merendamos en el Salón de Té Santa Bárbara, pero esta vez la cosa no se limitó a dar un paseo por Mieres del Camino, sino que me había informado y comenzamos a desgranar lo que tienen de interesante sus alrededores.
En Mieres se han volcado con el turismo, como he dicho, hasta el punto de que han editado dos guías turísticas muy completas, en las que han detallado los ítems notables del concejo. Los 370 núcleos de población del mismo no tengo intención de conocerlos, pero esos lugares relevantes sí que me gustaría explorarlos todos. Como decía arriba, en esta ocasión visitamos el poblado de Bustiello, y también Urbiés, que es una localidad que no llega a los 100 habitantes.
Paternalismo industrial en Bustiello
Bustiello se empezó a construir en 1890, a instancias de Claudio López Bru, marqués de Comillas y propietario de la empresa Sociedad Hullera Española. Este noble era un acaudalado hombre de negocios, que había heredado las minas en las que había invertido su padre, en los concejos de Mieres, Aller y Pola de Lena. López Bru podría haber pasado a la historia por haber agrandado el cuantioso patrimonio que había recibido por testamento, cosa que hizo, pero es más destacado por ser uno de los puntales del paternalismo industrial en España.
Los integrantes de esta corriente eran una serie de ricos empresarios, que tomaron conciencia de que los obreros vivían como perros, por lo que decidieron introducir mejoras en sus condiciones de vida, sin que ello tuviera que implicar un aumento significativo de sus derechos. En ese sentido, López Bru fue un activo opositor del sindicalismo libre, pero eso no impidió que luchara por el bienestar de los mineros, o por lo que él consideraba que era su bienestar. En esa línea, su objetivo fue que sus empleados fueran personas piadosas, que se mantuvieran alejadas de los sindicatos radicales, y que, a cambio, residieran en viviendas dignas y pudieran disfrutar del uso de economatos, de escuelas, de sanatorios y hasta de centros de ocio. La puesta en marcha de su experimento la llevó a cabo en un lugar al que llamó Bustiello. Allí, López Bru promovió la creación de una comunidad perfecta de felices trabajadores.
Bustiello se construyó, desde la nada, en una vega deshabitada, que estaba junto al Río Aller y no muy lejos de los pozos mineros. Las obras dieron comienzo en 1890 y se acabaron en 1925. Lo primero que se levantó fue la iglesia, entre 1890 y 1894. Claudio López Bru era un ferviente católico, pero, en realidad, en este caso lo que pretendía era que Bustiello se convirtiese en sede de una parroquia, de manera que ejerciese de capital de la zona y se pudiera ostentar desde el poblado el control político de esta. A día de hoy, la Capilla del Sagrado Corazón se sigue usando.
Después de la iglesia, se fueron erigiendo un casino (acabado en 1895), un sanatorio (1902), una escuela para niños (1906), otra para niñas (1921) y una botica (1924). No obstante, el eje del poblado, además de las dos casas para los ingenieros, lo constituyeron los chalés destinados a servir de morada a los obreros. Las viviendas estaban diseñadas con esmero, de una manera perfectamente ordenada.
En total, yo conté unas 17 o 18 casas. Las mismas fueron sorteadas entre los mineros de Sociedad Hullera Española, pero solo podían optar a ellas los que hubieran tenido una trayectoria intachable en la empresa. Ni que decir tiene que, tras comenzar a utilizarlas, la conducta debía seguir siendo ejemplar. Las viviendas para los obreros se empezaron en 1898, pero los agraciados no las pudieron habitar hasta 1917. López Bru falleció en 1925, así que llegó a ver su proyecto a pleno rendimiento.
En la actualidad, en una de las casas que pertenecieron a los ingenieros (la Casa de Don Isidro), es donde se ha montado el Centro de Interpretación del Poblado Minero de Bustiello, Allí empezamos y acabamos la visita a Bustiello, que estuvo conducida por una guía llamada Fernanda.
La exposición del Centro de Interpretación la vimos al final. En ella, pudimos ahondar un poco en las características del poblado, desde un punto de vista histórico, patrimonial y artístico, pero, realmente, lo más importante ya nos lo había contado Fernanda durante la visita. La explicación había comenzado en la puerta del Centro, y después continuó, primero junto al Monumento al Marqués de Comillas, y luego dentro de la iglesia.
Tras visitar con detenimiento la Capilla del Sagrado Corazón, regresamos al Centro de Interpretación y subimos hasta la primera planta, donde está la exposición. Allí pudimos acceder, además, a una especie de balcón cerrado que tiene la vivienda, desde el cual se domina todo el poblado, dado que la Casa de Don Isidro se encuentra en un alto.
Es especialmente importante visitar Bustiello con un guía, porque, si no, todo se limita a dar un descontextualizado paseo por una zona en la que, hoy día, sigue viviendo gente. Esto, en parte, se debe al hecho de que, en 1967, Sociedad Hullera Española pasó a integrarse en HUNOSA, que es una empresa pública que se creó ese año, para garantizar la sostenibilidad de unas cuantas sociedades del norte de España, vinculadas a la extracción del carbón (HUNOSA es un acrónimo de Hulleras del Norte, S.A.). El tema es que una de las primeras medidas que tomaron los mandamases de HUNOSA fue venderle las casas de Bustiello a sus inquilinos, en 1970. Por eso, en la actualidad residen en ellas casi medio centenar de personas normales y corrientes.
Yo me imagino que aún vivirán allí herederos de las personas que habitaban las casas cuando aún eran propiedad de Sociedad Hullera Española, pero, de todas formas, a mediados del siglo XX ya no quedaba ni rastro de la utopía puesta en marcha por Claudio López Bru.
Como decía, la visita a Bustiello es fundamental hacerla acompañado de alguien que sepa lo que es aquello, pero eso no significa que no sea buena idea dar también una vuelta en plan independiente, ya que el tour guiado no se adentra en la zona de las viviendas, por ejemplo. Por ello, antes de irnos yo me di un paseo por mi cuenta. Primero, bordeé uno de los laterales de la iglesia, en la que el ladrillo rojizo es el protagonista. Las reminiscencias industriales del templo son evidentes.
Aparte, al lado de la iglesia está el Casino, que se proyectó como lugar de ocio para los mineros. También fue sede del Círculo Obrero Católico, que era el único sindicato que toleraba el Marqués de Comillas (era, por tanto, un pseudo sindicato). El Casino contaba con un salón de actos, con aulas y con una biblioteca. En la planta superior se encontraba la sala de juntas y la vivienda del encargado. Tras la Guerra Civil, el edificio pasó a ser un cuartel, luego estuvo un tiempo cerrado, y, desde 2009, hay allí una residencia de ancianos.
Por último, me di una vuelta por las cuadriculadas calles de Bustiello. Aquello es como una versión, de principios del siglo XX, de alguna zona residencial de casitas de las afueras de cualquier pueblo de una cierta entidad.
Sobre el terreno, comprobé a la perfección como las viviendas se esparcen por una explanada, que se encuentra hundida con respecto a las casas de los ingenieros, y también con respecto al Casino, a la Iglesia y al Monumento al Marqués de Comillas. No están así por casualidad, como ahora explicaré.
El caso es que la visita a Bustiello me pareció muy interesante. Al recorrerlo, me resultó sencillo comprender como planteó Claudio López Bru su singular experimento, con el que pretendía hacer ver que era compatible ser obrero, ser un ejemplar católico, y, a la vez, ser feliz. Yo no dudo de sus buenas intenciones, pero es evidente que su utopía se basó en crear una cárcel de oro, para una veintena de elegidos, que estuvieron dispuestos a agachar la cabeza y a ser totalmente fiscalizados a cambio de poder vivir con un poco de dignidad. Al final, los trabajadores compraban en el economato lo que se les decía, se divertían en un casino en el que no estaba permitido beber alcohol, donde solo se leía el periódico de una editorial propiedad del marqués, y en el que los libros eran del gusto del patrón. Por descontado, no podían ni pensar en dejar de ir a la iglesia siempre que fuera preceptivo, y cualquier movimiento para salir o entrar de Bustiello era controlado con facilidad por el cuerpo de seguridad privado, instaurado por López Bru para mantener el orden. No hay que olvidar que sacar los pies del plato implicaba la expulsión del rebelde y de su familia de ese lugar. De hecho, no es casualidad que el domicilio del capataz de todo aquello estuviera en la segunda planta del Casino. Tampoco, que las casas estuvieran situadas a los pies de las viviendas de los ingenieros, de la iglesia, y de los demás edificios oficiales. La cosa no pintaba tan bien, visto con perspectiva, pero no hay que olvidar que, fuera de los límites de esa supuesta arcadia, el resto de los mineros sobrevivía en unas condiciones infrahumanas.
Comiendo en la Asturias profunda
En el centro de Asturias hay un valle, que va de sur a norte, y que ha sido creado por el discurrir del Río Caudal (este río nace en la confluencia del Río Lena y del Río Aller, que es el que pasa por Bustiello). El caso es que el Valle del Caudal corta una región muy montañosa, y recibe las aguas del Río Turón, que es el que baja de la zona escarpada que le queda al este. El propio Rio Turón ha formado, a su vez, el Valle del Turón, que está salpicado por algunos de los 370 núcleos de población que integran el concejo de Mieres.
La clave de esa comarca es que no es especialmente turística. Antaño, sus vegas, horadadas por pequeños ríos, fueron un potente foco minero, lo que les restó encanto. El paisaje es precioso, pero se industrializó en parte, y, además, se quedó eclipsado por las bellezas naturales del parque nacional y de los cinco parque naturales que hay en Asturias. En ese territorio solo sobresalían las minas hasta hace poco. Por eso, su apertura al turismo es reciente, y, por eso también, es una zona tan interesante.
Uno de los núcleos de población de más entidad en el Valle del Turón es Urbiés. En esa localidad, viven unas 100 personas.
Como se puede comprobar, Urbiés no es un pueblo demasiado bonito. Realmente, es un núcleo de población más bien funcional. Sin embargo, tiene dos cosas que merecen la pena. La primera es que se asoma al citado Valle del Turón, por lo que es un pueblo en cuesta, y eso hace que tenga varios lugares desde donde se ven unas vistas espectaculares.
La segunda cosa destacada de Urbiés es que se halla fuera de las rutas turísticas más transitadas, por lo que todavía puede uno toparse allí con un restaurante como Casa Nando, que parece que está en una casa por las buenas, y que tiene pinta de que da de almorzar a media comarca, dado lo lleno que se encontraba su gran comedor.
Las puntuaciones de Casa Nando, tanto en Google como en Tripadvisor, rozan la perfección. Por eso, pensé que era un sitio magnífico para ir a comer. No obstante, antes llamé, para ver si admitían animales, dado que nosotros íbamos con la perrita de mi madre. Me dijeron que no, pero que nos hacía un hueco en el pequeño rellano que tiene el restaurante delante de su puerta. Me pareció ideal.
Luego, resulta que nos sirvieron comida para un regimiento. Se podría decir que el sitio no es barato, porque cada menú costó la friolera de 24 euros, pero realmente las raciones eran para dos, como mínimo. Visto así, el importe por persona no es tan alto.
Lo que pasa es que, a pesar de su contundencia, los menús no se podían compartir, aunque sí habían previsto que se pudiera uno llevar la comida sobrante en tápers, por lo que nos pusimos las botas, y, además, mi madre, a la que le quedaban muchos días por delante en su casa de Llanes, se fue con viandas para toda la semana. En realidad, a nosotros el almuerzo no nos salió demasiado caro, porque le pudimos dar salida al excedente, pero es verdad que, para alguien que esté alojado en un hotel, el apaño puede no ser posible, y, en ese caso, el sistema no es bueno, porque se gasta uno bastante dinero, y, encima, los guisos se desperdician. Como digo, en esa zona los cosas no están enfocadas para dar servicio al turismo estándar.
El tema es que yo elegí pote de primero y bacalao a la vizcaína de segundo. También probé la fabada, los verdines y el cabrito. Nada me defraudó. La única pega de Casa Nando fue que nos la jugaron un poco al final. Resulta que los menús nos los cantaron, por lo que no consultamos la carta ni nos dijeron los precios (estos se detallaban en una pizarra en el interior, ciertamente), pero, sobre todo, lo que no vimos fue que los postres no estaban incluidos. Eso no lo ponía en ningún sitio, en cambio, es decir, que tendríamos que haber sido adivinos para haberlo sabido, o bien haber sido muy cuidadosos para haberlo preguntado.
El caso es que no fuimos ni videntes ni precavidos, de manera que, cuando la camarera salió preguntando por los postres que queríamos, como si estuviera segura de que los íbamos a pedir, nosotros entendimos que era porque entraban en el menú. Habíamos comido tanto, que ninguno tenía ganas de dulces, pero esto ya lo sabían en Casa Nando y nos dieron a entender que los íbamos a pagar de igual modo. En vista de eso, le echamos valor y nos tomamos unos trozos de tarta. Cuando llegó la cuenta y vi que nos los iban a cobrar aparte, me jodió un pelín, la verdad, porque además no fueron baratos. Sin embargo, no quise empañar el buen rato en Urbiés, por lo que tampoco le di más vueltas.
Mucho aún por descubrir
Hay muchísimo por descubrir en Mieres y en sus alrededores. Como he dicho, allí están poniendo en valor, de una forma muy activa, todo su patrimonio industrial, por lo que hay aún un considerable número de lugares relacionados con las minas que no quiero quedarme sin visitar.
Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado MIERES.
En 2019 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales visitadas en Asturias: 60% (hoy día 60%).
Visitado MIERES.
En 2019 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales visitadas en Asturias: 60% (hoy día 60%).
En 2019 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 34'4% (hoy día 36'8%).
























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