8 de abril de 2017

TRAIL RUTA DEL AGUA EL GERGAL 2017

Los que me conocen en mi faceta atlética saben que no soy muy aficionado a las cuestas ni me llaman demasiado la atención las carreras en las que hay que cambiar mucho de ritmo. Donde esté una recta infinita y llana que se quiten todos los desniveles...

Teniendo en cuenta esos gustos es evidente por qué el mundo de los trails, en los que no suele haber nada que se parezca a una recta llana, no lo he explotado demasiado. Sin embargo, a partir de ahora voy a tener que prestarle un poco más de atención a las carreras por montaña, porque mis dos incursiones en esta modalidad del running se han saldado con sendas experiencias magníficas y con unos resultados sorprendentes.

Por otro lado, tras participar el pasado domingo en el Trail Ruta del Agua El Gergal he podido comprobar que, lo mismo que hay carreras por asfalto de diferentes características, los trails también pueden parecerse unos a otros como un huevo a una castaña. La prueba es que en marzo de 2015 en el Trail de Tentudía subí tres montañones por caminos más o menos establecidos y, en cambio, en el trail del otro día no he subido grandes montañas, pero me he pegado un buen puñado de kilómetros sin ver un sendero, corriendo literalmente por el monte. De hecho, la carrera de Tentudía fue más exigente aeróbicamente, pero la recuerdo más sencilla.


Como he dicho, no me llaman al atención demasiado los trails y, realmente, nunca me he apuntado por iniciativa propia a ninguno: al de 2015 fui por una carambola y a este he ido siguiendo a tres antiguos compañeros de colegio con los que retomé el contacto en noviembre.


Ellos se apuntaron al trail hace un par de meses y me animaron a que lo hiciera yo también. Finalmente, he comprobado que unirme al plan fue una gran decisión, porque la carrera me ha encantado, la mañana que echamos todos juntos en Guillena fue sensacional y el resultado... fue un poco surrealista...


En efecto, como se puede ver en la fotografía de arriba al entrar en meta no llevaba a nadie detrás, y no es porque quedara el último. En realidad, quedé el séptimo de la general y no subí al podio porque cumplo 40 años en agosto y para ser incluido en la categoría Veterano había que tener esa edad cumplida el día de la carrera (de haber nacido a principios de año hubiera quedado segundo Veterano, pero como Senior fui cuarto).

No obstante, el resultado fue impresionante, pero antes de resaltar los méritos de haber quedado el 7 de 142 participantes en un trail de 11.500 metros (oficialmente fueron 14 kilómetros), hay, sin más remedio, que explicar las razones objetivas por las que acabé en esa posición: el Trail Ruta del Agua El Gergal estuvo compuesto por tres carreras totalmente independientes, una de 42 kilómetros, otra de 24 y otra de 14. Yo participé en esta última, pero los máquinas que corren por montaña son, realmente, muy máquinas, tíos duros y tías duras que tienden a moverse con más soltura en competiciones cuanto más leñeras mejor. Con ese panorama, a las pruebas cortas de los trails solo van los populares un poco delicados como yo, el porcentaje de gente experimentada en montaña que corre las versiones cortas de las pruebas es mínimo. En consecuencia, los populares apuntados se quedan en las competiciones menos largas, pero los buenos de verdad se van a las distancias superiores y dejan un vacío que podemos aprovechar para sacar la cabeza los que normalmente andamos por la cuarta o quinta fila en cualquier carrera normal. Esto me ha pasado en los dos trails que he corrido (en Tentudía también fui séptimo, aunque aquel día solo corrieron la prueba corta 96 personas).

Dicho esto, tengo que pasar a echarme las flores, quedar séptimo es quedar séptimo, teniendo en cuenta, además, que fui con el quinto y con el sexto hasta el último kilómetro (no pude seguir su ritmo al final, precisamente en los metros que fueron por asfalto, ahí se me escapó el podio por unos segundos).

La carrera empezó rara, no había sido capaz de encontrar un perfil de la prueba en Internet y no sabía lo que me iba a encontrar, así que me puse atrás en la salida y arranqué muy cauto. Sin embargo, al echar a correr vi que el principio de la prueba discurría por asfalto, por lo que decidí soltarme un poco mientras no empezara la parte agreste y me puse a adelantar gente. Por ello, al llegar al campo ya iba bastante más adelante, aunque no sabía cuanto (además, gran parte de ese tramo asfaltado inicial por Guillena, que pudo tener unos mil metros o algo más, fue de perfil muy favorable). El primer contacto con la tierra consistió en subir un talud bastante empinado y, en seguida, empezamos a correr campo a través.

Una de las cosas que más me llaman la atención de los trails es que lo habitual es correr en fila india, si hay caminos debido a que son estrechos, y, si no los hay, porque el primero de cada grupo suele elegir la mejor opción para avanzar y los demás lo más sensato que pueden hacer es ir detrás. De hecho, ir el primero de un grupo es un marrón, hasta cierto punto, porque el que va delante no solo tiene que ir pendiente de donde pisar para abrir camino, sino que también ha de ir buscando las balizas que marcan el itinerario. En cualquier caso, ir en grupo tampoco es fácil, porque cada uno tiene que ajustar el ritmo a su propio estado físico. En mi caso, empecé corriendo campo a través a la cola de una fila, pero pronto fui ganando posiciones (adelantar a veces es complicado) y acabé corriendo durante mucho rato detrás de un chico que iba bastante seguro y que no me llevaba al límite.

Como dije antes, mi anterior experiencia en trails fue muy montañosa y esta, por contra, no tuvo subidas kilométricas, pero la sensación de ir corriendo por mitad de la naturaleza ha sido ahora mucho mayor. En efecto, el recorrido tuvo de todo: bajadas cortas pero muy empinadas (para mí los peores tragos), subidas en las que podía uno incluso poner las manos en la pendiente, ríos, zonas en las que se corría con la hierba por los tobillos, frondosos túneles de vegetación, caminitos de una cuarta de ancho... y todo sin parar de subir y bajar. La carrera salió de Guillena y bordeó por la izquierda el Río Rivera de Huelva hasta llegar a la Presa del Gergal, a cuyos pies se vadeó el río. Ya en la otra orilla, fuimos bordeando por su margen derecha el Arroyo del Moro, que desemboca en el citado río precisamente poco después de la Presa. En un momento dado, cruzamos el arroyo y volvimos por el otro margen. La diferencia entre la ida y la vuelta estuvo en que volviendo no cruzamos el Rivera de Huelva atravesando sus aguas, sino por encima de la Presa. Desde ese punto hasta la meta ya fue todo asfalto.


Hubo tres momentos especialmente impresionantes que se me han quedado bien grabados: el más espectacular fue el paso por el río, en una zona a los pies de la Presa en la que había más agua. En ese punto el Rivera de Huelva tendría como unos cuatro o cinco metros de ancho y para vadearlo había que pasar por unas piedras. Las dos primeras no ofrecieron problemas, pero a partir de ahí vi que por todas las demás el agua pasaba por encima y que había incluso un trozo en el que, simplemente, no había roca en la que pisar. Por unos instantes afloró mi ramalazo más delicado, pero en esas circunstancias ya no había vuelta atrás, así que pensé "al carajo" y crucé el río lo más rápido que pude, obviando que hubo un momento en que el agua me llegó incluso por las rodillas.





Luego hubo un punto en el que tuvimos que descolgarnos por un talud usando una cuerda. Ese fue otro momento bastante llamativo. El tercer momento poco apto para milindris fue otro trozo de diez o doce metros por el que también fue imposible pasar sin meter varias veces los pies en agua hasta el tobillo.

Por otro lado, el peor rato fue otro tramo bastante largo en el que hubo que correr a ciegas por una zona en la que no se veía el suelo por las hierbas altas, pero sí se sentía que el mismo era totalmente irregular por las piedras y por la infinidad de huellas de animales que estaban marcadas sobre el barro endurecido. En tramos como ese hay que correr como un conejo, intentando flotar sobre el terreno con toda la gracilidad que uno sea capaz de conseguir.

Los kilómetros fueron pasando y en un momento dado opté por adelantar al compañero que me había ido abriendo camino (detrás notaba que llevaba gente a la que había ido superando, pero no sabía cuanta). La verdad es que no iba al límite de mi capacidad aeróbica y en una subida vi que mi guía flaqueaba y decidí pasar yo a abrir camino. Él lo había hecho muy bien, solo dudó acerca de cual era el recorrido en un par de ocasiones (en una de ellas, realmente, se perdió y tuvimos que parar y desandar unos metros buscando las balizas). Durante un rato fui primero, pero en un momento dado me metí por una zona en la que el perfil agreste de la vegetación pasaba de castaño a oscuro, el que llevaba detrás optó por pasar por otro lado más apropiado y me adelantó. Al principio me pegué a él, pero puso el turbo y me resultó imposible seguir su estela, no se me fue del todo, era útil porque lo iba usando de referencia para saber por donde tirar, pero iba como un torpedo y a ratos le perdía de vista. Al llegar al único avituallamiento que vi (en el kilómetro 9 o así) me paré unos segundos a beber y en ese momento me pasó otro que llevaba detrás. Para mi sorpresa, a su espalda ya no iba nadie.

El chico que me pasó se fue escopetado a por el que yo había llevado delante y lo pilló. Yo no los hubiera cogido si no fuera porque algo más adelante se confundieron y hicieron el amago de tirar por donde no era. Para cuando volvieron al camino bueno yo casi había llegado a su altura y, justo en ese punto, llegamos a la Presa del Gergal y salimos de nuevo al asfalto. A partir de ahí ya no hubo excusas técnicas, ni miedos, ni nada. Nos fuimos los tres y el elemento diferenciador fue la fuerza que aún teníamos.


Hasta que bajamos de la Presa fui con ellos, luego empezó una larga subida bastante tendida en la que se me fueron unos veinte metros, y ahí los mantuve hasta que entramos en Guillena unos mil y pico metros después. En los últimos 500 metros se atacaron entre ellos y ahí acabaron mis aspiraciones de pillarlos, uno me sacó 22 segundos (quedó quinto) y el otro 12 (fue sexto). Al llegar a meta me enteré de que yo había sido el séptimo.


La carrera fue una gozada, me divertí como pocas veces, persiguiendo y siendo perseguido. Además, como he dicho, aeróbicamente no fui al límite en la mayoría de los momentos, pero no avancé más rápido porque técnicamente no pude. Además, en carreras así no es recomendable ir demasiado cegado por el ritmo. En cualquier caso, al llegar al asfalto sí apreté y me vi bien, pero es evidente que el esfuerzo lo había hecho, es más, al día siguiente tenía unas agujetas brutales en la zona de los tobillos (no me han salido así ni después de correr maratones).

El podio se me fue por unos segundos (o por unos meses, mi amigo Sergio quedó en el puesto 13 y como cumplió los años en marzo se llevó un merecido trofeo al tercer mejor veterano). Sin embargo, el simple hecho de poder correr una carrera no muy lejos de los primeros fue un premio más que suficiente. Evidentemente, se que de las tres carreras de que constaba el Trail Ruta del Agua El Gergal, la de 14 kilómetros era la más light, no solo en distancia, sino también en perfil. De hecho, el que ganó la carrera de 42 kilómetros (fueron 45 realmente) superó las cuatro horas, una auténtica pasada que da muestras de la dureza del recorrido. A nosotros nos cuidaron más, pero no dejaron de ser casi 12 kilómetros por el monte. Es un honor para mi ser capaz de hacer un buen papel.


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 197.
% del Total de Carreras a completar: 19'6%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en GUILLENA.
En 2013 (año de la primera carrera corrida en Guillena), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 20'9% (hoy día 34'2%).


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