12 de noviembre de 2017

ALMONTE 2017

De las tres poblaciones que conforman el municipio de Almonte ya hablé en un post de Matalascañas en agosto de 2016, la última vez que estuve allí, y me queda por conocer el pueblo de Almonte. En El Rocío, que es la tercera de esas poblaciones, había estado tres veces, la última en septiembre del año pasado (en aquella época ya escribía este blog, pero no hablé de esa excursión porque acabó de una manera un tanto abrupta y pensé que no merecía la pena). El pasado sábado, con motivo del Doñana Trail Marathon, fui por cuarta vez y borré por completo el mal recuerdo de la visita del pasado año, en la que, pese a todo, llegué a estar un buen rato en la Casa Hermandad de la Hermandad del Rocío de Olivares, que da a la Plaza Mayor. Anteriormente, había estado en El Rocío el 1 de enero de 2002, en una fiesta de nochevieja, y en noviembre de 2010, dando un paseo y conociendo la aldea. En la primera ocasión solo la vi de noche y en unas circunstancias muy particulares, así que fue la segunda vez cuando pude hacerme una idea más exacta de lo que es aquello. El pasado sábado, después de la carrera, volví de nuevo a darme una vuelta por las calles de El Rocío, que se parecen muy poco a cualquier otra cosa que yo haya visto.


El Rocío tiene una idiosincrasia única que se refleja en el ambiente que allí se respira, pero también en la particular configuración de sus calles y casas. Para comprender bien por qué es así es necesario echar la vista atrás y hacer un breve repaso de como se ha llegado a formar un lugar tan peculiar.


El origen de la aldea está ligado totalmente al Santuario de Nuestra Señora del Rocío, conocido popularmente como Ermita del Rocío, que tiene un origen medieval. Hasta la segunda mitad del siglo XX, sin embargo, el enclave no destacó especialmente y, pese a que la ermita se volvió a levantar tras ser destruida por el terremoto de Lisboa de 1755, durante varios siglos la misma estuvo aislada en un lugar un tanto inhóspito al borde de las marismas.


A finales del siglo XVIII, no obstante, ya hay noticias de que la romería al Santuario era bastante multitudinaria para la época y de que había generado un núcleo primitivo llamado El Real, que, en principio, solo cumplía funciones festivo-religiosas y también comerciales durante los días de romería. Dicho núcleo estaba compuesto por unas 30 o 40 chozas, muchas deshabitadas la mayor parte del tiempo, cuyos moradores vivían un tanto abandonados y se dedicaban al pastoreo, la caza y la recolección.

La expansión de la aldea fue muy lenta, y aunque a principios del siglo XX las construcciones ya se habían extendido un poco desde la ermita hacia la marisma, a finales de los años 20 El Rocío seguía siendo un pequeño poblado en el que unas cuantas familias vivían de una economía de subsistencia y con los niños sin escolarizar. Sin embargo, en ese momento comenzaron los primeros tímidos intentos por organizar el espacio aldeano: se separó la marisma de la zona habitable y el Ayuntamiento de Almonte concedió 92 solares para levantar viviendas. Poco después, en los años 30, se fomentó y ordenó definitivamente el crecimiento urbano y se dotó al enclave de unos mínimos servicios (una escuela, por ejemplo), pero hasta los años 60 seguía siendo un lugar marginal, salvo en el momento de la romería, que ya reunía a unas 30.000 personas, nada menos.

En esa década, precisamente, el inmovilismo secular de la zona se quebró de manera drástica y todo el territorio al sur de Almonte salió del ostracismo cuando se empezaron a construir urbanizaciones en la costa (en Matalascañas) y en el momento en el que se empezó a valorar el Parque Nacional de Doñana. En ese contexto fue clave la construcción de infraestructuras para acabar con el aislamiento del paraje casi marismeño donde estaba El Rocío. Así, en 1958 se construyó un carril de tierra que iba de Almonte hacia el sur y llegaba hasta el Santuario (en 1965 ya llegaba a la costa), y automáticamente el número de romeros en los días señalados pasó de 30.000 a 60.000. En 1964, además, el suministro eléctrico llegó a la población, se rotularon las calles y se decidió la construcción de una nueva ermita, ya que la popularidad de la romería contrastaba con el tamaño de la pequeña iglesia existente. Las bases para el auténtico despegue de la zona ya estaban puestas (los romeros llegaron al millón en 1980).

Muy importante para ese despegue fue el primer plan urbanístico de la aldea, que hizo que en 1972 se subastaran 665 parcelas distribuidas en 21 nuevas calles, organizadas de manera cuadriculada.


Las casas se proyectaron de acuerdo a las necesidades existentes, lo que hizo que se creara un poblado muy funcional que en ningún momento perdió su sentido como centro de peregrinación, en el cual se sucedían las casas familiares de almonteños que habían comprado parcelas y las casas de las hermandades. Ese carácter es el que se mantiene (en la foto de abajo, la casa de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Madrid).


En 1978 se hizo otro nuevo plan y se amplió el casco urbano con otras 21 calles, subastándose otra vez un montón de solares (los almonteños tuvieron preferencia en la subasta, algo que volvió a ser importante para el mantenimiento de la esencia en El Rocío).

A pesar del crecimiento de la aldea, la misma seguía contando con una población fija de apenas unos cientos de personas y estaba medio vacía casi todo el año. Hoy día, sin embargo, los habitantes asentados allí de manera perenne son más de 1.600. Por fortuna, todos los cambios operados en el poblado en las dos últimas décadas del siglo XX no han acabado con su peculiar estilo, caracterizado por las calles arenadas, las plazas muy abiertas, la continuidad paisajística con la naturaleza circundante (no hay casas de más de dos pisos), así como por la baja densidad comercial y hotelera. Es muy llamativo que el rápido crecimiento del pueblo no han modificado su sentido como centro que gira entorno a un santuario y a una romería.

Por ello, El Rocío sigue manteniendo su pintoresca imagen, que parece sacada de una película del Far West: abundan las hileras de casas alineadas en calles arenosas en las que se suceden los elementos para atar caballos y en las que son raros los elementos que regulen el tráfico y el transito de los peatones. Dichas calles están en medio de la naturaleza y, a pesar del aumento poblacional estable, la cantidad de gente que vive en ellas es pequeña en proporción con el número de edificaciones que hay, por lo que aquello debe parecer un desierto humano los días normales (los fines de semana no se nota, pero el ambiente entre semana debe ser raro, porque de las 1750 viviendas de la aldea solo 1/4 están ocupadas todo el año).


El Rocío es, en definitiva, un lugar paradójico, ya que además de esa contraposición entre la tranquilidad habitual y la masificación que experimenta en momentos puntuales, es sede de un tradicionalismo radical que se mezcla a menudo con un ambiente relajado en el que abunda la fiesta y el alcohol. Estas paradojas serán las que acaben definiendo la aldea como un híbrido donde lo local convive con la fama universal, donde lo natural (el espíritu campero y el entorno rural) se funde con la modernidad, donde la devoción casi pagana se codea con la religiosidad más sincera.

En cualquier caso, El Rocío es un destino de peregrinación religiosa, pero también es el lugar donde se articulan e integran algunos de los mas emblemáticos elementos de la tradición cultural andaluza. Por lo visto, eso diferencia a la aldea de otros lugares de peregrinación mariana en Europa, en los que la Iglesia ha modelado la devoción y ha controlado su evolución hacia una masificación diversificada culturalmente. En El Rocío es la comunidad local la que ha mantenido su primacía, por lo que las señas de identidad de la cultura previa y el localismo no han sucumbido al espíritu anónimo de las masas. Los rocieros, hoy día, ya no son una entidad social homogénea y simple, pero mantienen unos rasgos comunes que los identifican de manera inequívoca. El Rocío es, a fin de cuentas, un lugar muy original que merece ser conocido a fondo.

Por todo lo que he tratado de explicar, incluso muchos de los que no tenemos devoción mariana ni tradición cultural rociera vemos El Rocío como un lugar bastante fascinante. Por eso, el sábado pasado, pese a que me había pegado una buena paliza, al acabar el Doñana Trail Marathon me di un agradable paseo por allí con María y las niñas.

En un principio nos movimos por los alrededores de donde estaba colocada la meta de la carrera.


Luego, nos asomamos al Mirador de la Marisma, fuimos hasta la Plaza Doñana y volvimos por la Calle La Romería hasta el entorno del Santuario de Nuestra Señora del Rocío.


En esta ocasión solo nos dimos una breve vuelta y no pudimos vivir desde dentro el ambiente rociero. Ese ambiente no me atrae demasiado de por sí, pero soy consciente de que conocerlo debe ser una experiencia interesante. Quizás la próxima vez...



Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado ALMONTE.
En 1994 (primera visita incompleta), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Huelva: 2'5% (hoy día 27'8%).
En 1994 (primera visita incompleta), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1'5% (hoy día 19'5%).


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si quieres comentar algo, estaré encantado de leerlo