14 de marzo de 2018

MEDIA MARATÓN DE MÉRIDA 2018

En marzo de 2010 dos amigos me propusieron ir con ellos a correr la cuarta edición de la Media Maratón de Mérida, que decían que tenía muy buena pinta. Por un momento llegué incluso a sopesar la posibilidad de acompañarlos, pero yo había corrido el Maratón de Valencia apenas dos semanas antes y preferí ahorrarme la experiencia de ir hasta la capital extremeña para arrastrar mis aún cansadas piernas por allí. No obstante, me quedé con las ganas y decidí que en otra ocasión en la que estuviera en óptimas condiciones planearía mi participación en la cita emeritense. Esa ocasión ha tardado en llegar, marzo en 2011 y en 2013 me pilló en dique seco y los demás años le he dado siempre preferencia al Maratón de Sevilla, que al igual que el Maratón de Valencia de aquel 2010 se disputa apenas un par de semanas antes que la Media de Mérida. Este 2018, sin embargo, he renunciado por fin a los 42 kilómetros de Sevilla y eso le ha abierto las puertas a la excursión atlética pendiente.


Lo que yo sabía de la Media Maratón de Mérida es que es una prueba en la que la organización pone especial énfasis en diseñar un recorrido que pase por los lugares más atractivos de la ciudad. Eso suele intentarse muchas veces, pero en otros lugares tienen menos posibilidades de crear trazados espectaculares. En Mérida, por contra, tienen un amplio patrimonio a su disposición, que se presta a ser protagonista de un evento como una carrera. En efecto, como pude comprobar el pasado domingo, allí se lleva hasta el más alto grado la voluntad de utilizar la competición deportiva para promocionar la ciudad y, a la vez, para proporcionar a los corredores momentos pintorescos que no olviden, ya que hacen que el circuito atraviese, literalmente, los principales monumentos de la población. Con esta he corrido 38 medias maratones y tengo que decir que algunos de los momentos vividos en la de Mérida han sido de los más espectaculares que he experimentado en este tipo de citas.


En cualquier caso, aparte de ser bastante espectacular, la Media Maratón de Mérida acabó incluida en el saco de las medias maratones duras que he corrido, porque resultó tener bastantes cuestas y también buenos tramos de adoquines. Por fortuna, finalmente tuvimos suerte con el clima y no llovió, la temperatura fue muy buena y pegó poco el viento. La semana en el sur de España había sido extremadamente ventosa y lluviosa, y me temí lo peor, pero al final no hubo que lamentar una mala mañana.

La primera mitad de la carrera fue la más llevadera, a pesar de que hubo cuestas desde el principio. Una de las características del trazado de la prueba es que se atraviesa el Río Guadiana hasta cinco veces. Los puentes siempre son enclaves complicados para correr, porque a veces están algo elevados, otras veces tienen forma combada, y siempre son tramos de vía que quedan muy expuestos al viento. Para colmo, en esta carrera dos de los pasos los hicimos por encima del Puente Romano (kilómetros 2 y 16), que mide casi 800 metros y es de adoquines (suma más de kilómetro y medio de terreno muy irregular).


Más allá de esto, pese a los desniveles llegué al kilómetro 13 manteniendo bien el tipo. Afortunadamente, no me empeñé en seguir a la liebre que llevaba el globo de 1h30, porque de nuevo la misma marcó el ritmo de manera deficiente. En efecto, en enero en la Media Maratón de Sevilla el corredor que llevaba el globo de 1h30 fue perdiendo segundos en cada kilómetro, de manera que pasó por el kilómetro 15 con más de un minuto de retraso (vale que el que lleva el globo va sobrado, y si aprieta recupera ese minuto en los últimos 3.000 metros, pero los que vamos más justitos y hacemos uso de las liebres para dar lo mejor de nosotros mismos, necesitamos mantener una marcha constante y no nos podemos permitir el lujo de subir el ritmo 15 o 20 segundos por kilómetro justo al final). En Mérida el problema fue justo el contrario: buscando un ritmo de 4:16 que me hiciera clavar 1h30, al salir me enganché al correspondiente globo, pero 500 metros después decidí que lo iba a seguir Rita la Cantaora, porque yo pasé el primer kilómetro en 4:05 y en ese punto la liebre ya me sacaba por lo menos 15 segundos. Su ritmo era asesino...

Decidido a no reventar persiguiendo al enajenado del globo me centré en seguir el ritmo previsto sin ayuda y fui estable a pesar de los desniveles (en la foto inferior casi no salgo, pero se ve el buen ambiente que había a la bajada del Puente Romano la primera vez que pasamos por él).


Pasé el kilómetro 10 en 42:54 y el 15 en 1h04:13. A pesar de que en ese punto kilométrico 15 ya había tenido que hacer frente al segundo paso por el Puente de Lusitania (era la cuarta vez que atravesábamos el Guadiana), donde el viento pegó de cara como nunca, así como a la cuesta con más pendiente de toda la carrera, aún mantenía un ritmo que hubiera dejado mi tiempo final en mi objetivo de la 1h30 pelada. Sin embargo, todavía quedaban los 6 kilómetros más duros, en los que tuve que levantar un poco el pie. El segundo paso por los adoquines del Puente Romano ya sí me hizo mella.


Poco después, la subida hasta el Cerro San Albín, donde están el Teatro Romano y el Anfiteatro, fue asfixiante, en un kilómetro pasamos del punto más bajo de la carrera al más alto. Además, el kilómetro 20 tuvo el premio del paso por dentro del recinto del Teatro y el Anfiteatro (los mismos se dejaron a un lado, pero pasamos muy cerca), fue uno de los momentos más bonitos, pero implicó tener que prestar atención al terreno irregular, de hecho fueron un par de centenares de metros que hubieran cuadrado bien en una competición de cross. Luego hubo un tramo rapidísimo hacia abajo, ahí me despendolé, porque pensé que lo duro se había acabado, pero todavía quedaba una vuelta por el centro de Mérida, que además de ser el tramo con más giros y esquinas de toda la carrera, aún escondía otra subida tremenda, como de medio kilómetro, en la que definitivamente entregué la cuchara. La marca de 1h30 se me había ido unos kilómetros antes y ahí se me fue también la de 1h31. Acabé en 1h32:02. Curiosamente, apenas si perdí cuatro puestos desde el kilómetro 10. Acabé el 187 de 1.403 participantes, no está mal.


Como ya he comentado, la carrera tuvo varios momentos para recordar. Los pasos por el Puente Romano fueron bonitos, pero yo disfruté sobre todo del primero, porque la segunda vez lo crucé fijándome más en los adoquines del suelo que en otra cosa. Aparte, me llamaron en especial la atención tres tramos, que se me han quedado bien grabados en la retina: el primero fue el del interior del Circo Romano en el kilómetro 7, el segundo fue el del paso bajo las arcadas del Acueducto de los Milagros, poco antes de llegar al kilómetro 10, y el tercero fue el del pintoresco trayecto por el interior del recinto que acoge el Anfiteatro y el Teatro. De todos ellos, el más flipante fue el del Circo, porque accedimos al mismo por su entrada este, lo atravesamos por la hierba bordeando la espina como si fuésemos cuádrigas, y salimos por la puerta que da a la Avenida de Juan Carlos I, tras avanzar por un pasillito entre los restos de las gradas.


Por la puerta de las excavaciones tuvimos que pasar en fila india, porque solo había espacio para una persona, lo que no dejó de ser curioso. La parte final por el centro de Mérida también fue muy llamativa, pero ahí iba ya con las orejeras de burro: después de bordear el Museo Nacional de Arte Romano desconecté la visión periférica y, salvo el paso por la esquina suroeste de la Plaza de España, que sí lo recuerdo, yo ya solo vi un pasillo de gente y suelo. Por lo visto pasamos por la Plaza de la Constitución y por debajo del Arco de Trajano, de hecho no dejar de lado esos bonitos lugares fue la razón de que diéramos esa cantidad de revueltas en el último kilómetro, pero mi mente no ha retenido de ese rato más que esquinas. En cualquier caso, a la carrera le doy un 10, me encantó y estuvo muy bien organizada.

El colofón fue que la prueba me sirvió para mejorar mi marca personal en la provincia de Badajoz. En esta yo ya había corrido en 2009 el Medio Maratón Elvas-Badajoz, por lo que la tenía tachada desde entonces de mi reto de correr una media en cada provincia de España, pero en aquella ocasión acabé la carrera en 1h37:12. Ahora le he pagado a la marca un mordisco de más de cinco minutos.


Para acabar, un detalle curioso: el sábado, cuando fui a recoger el dorsal lo único que me dieron además del mismo fueron cuatro imperdibles. Me importa bien poco que me den regalitos cuando voy a carreras, corro porque me gusta y no necesito nada más que agua y una manzana después de entrar en meta (también agradezco mucho la bebidas isotónicas, cierto es), pero me sorprendió la inexistencia de una mínima bolsa con algo, en una cita así. No pregunté nada, porque realmente paso, pero al día siguiente, nada más cruzar la línea de meta me llevé la sorpresa de que la mochilita del corredor, en la Media Maratón de Mérida, es un auténtico obsequio finisher. No recuerdo que regalos llevaba, la verdad es que me da igual, pero me pareció un bonito detalle que debería extenderse el hecho de que los mismos sean un premio por haber terminado. Gracias a eso la famosa camiseta que tanto le gusta a la gente pasa a tener un significado mucho más real, porque solo la tienen los que han completado la prueba. Para mí ese hecho sí que le da un cierto valor simbólico a la bolsa del corredor y a sus obsequios.


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 211.
% del Total de Carreras a completar: 21%.

Reto Atlético 102 MEDIAS
Medias Maratones completadas: 38.
% del Total de Medias Maratones a completar: 37'2%.

Reto MEDIAS DE ESPAÑA Y PORTUGAL
Completado Media Maratón en la PROVINCIA DE BADAJOZ.
En 2009 (año de la primera Media corrida en la Provincia de Badajoz), % de Provincias en las que había corrido una Media: 15% (hoy día 24'5%).


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