31 de agosto de 2018

COPENHAGUE 2018

Todo el mundo asocia Copenhague con la escultura de La Sirenita, que fue inaugurada en 1913. Pese a esto, es muy normal leer que este monumento resulta decepcionante, por lo que se da la circunstancia de que el icono principal de la capital de Dinamarca acaba siendo un chasco para la mayoría. Este hecho hace que Copenhague sea un enigma, ya que no sabe uno si es que no vale nada (si su principal atracción es un churro, como será el resto...), si realmente La Sirenita y la ciudad no están tan mal o si lo que sucede es que la estatua hace de cortina de humo y no deja ver que detrás hay una población que merece la pena. Mi principal idea, cuando visité Copenhague la semana pasada, era comprobar cual de esas tres posibilidades es la más acertada.


Nosotros llegamos a Copenhague en tren, dispuestos a dedicar un día a conocer la ciudad lo mejor posible. Nuestro objetivo principal, como no, era ver La Sirenita, pero la estatua se encuentra en el extremo noreste del centro, y la Estación Central de Copenhague está en el extremo suroeste, por lo que convertimos la jornada en un periplo, en el que atravesamos andando el meollo de Copenhague, jalonando el largo paseo de varias paradas en los sitios que nos llamaron la atención, y convirtiendo La Sirenita en nuestro destino final. Luego, tras el pertinente rato viendo bien la mítica escultura, nos volvimos a la Estación en autobús.

La caminata nos sirvió para comprobar que Copenhague es una urbe con mayúsculas. Nosotros conocíamos ya otras poblaciones danesas, algunas más turísticas y otras menos, pero el centro de Copenhague no se parece al de ninguna otra ciudad de Dinamarca que yo haya visto. Sus calles están llenas de vida, en ellas hay cientos de turistas, pero los mismos se diluyen en el bullicio de una metrópoli en la que hay decenas de tiendas, bares y restaurantes por doquier, monumentos destacados, mucho mestizaje cultural, y también miles de daneses que vienen y van. En ese sentido, Copenhague, que formalmente no llega a los 600.000 habitantes, es una capital con todas las de la ley (su área metropolitana cuenta con unos dos millones de vecinos y engloba a otros municipios, cuyos límites están completamente diluidos, por lo que parece que Copenhague es más grande de lo que realmente es).

En nuestro caso, al llegar a Copenhague nos dirigimos en primer lugar a la Rådhuspladsen, el epicentro de la ciudad. Allí está el Ayuntamiento, un edificio de 1905 que resalta mucho gracias a lo grande y abierta que es la plaza.


Para mi sorpresa, la sede del Ayuntamiento estaba abierta y pudimos entrar a verla. En su interior la principal atracción es un complejo reloj astronómico que dicen que es una obra maestra de la relojería. También merece la pena subir a la torre, pero, por desgracia, tanto para hacerlo como para ver el reloj hay que realizar una visita guiada y nosotros no llegamos a tiempo de unirnos a ninguna. A cambio, pudimos deambular sin ningún tipo de traba por el interior del edificio, lo cual me resultó curioso, ya que poco menos que puede uno asomar la cabeza a los despachos donde están trabajando los funcionarios municipales. Lo que se ve, por otro lado, es muy bonito.


Como colofón a la visita nos paseamos por el patio interior, que estaba muy tranquilo, aunque vimos incluso a una pareja que se acababa de casar, rodeada de sus familiares.


Después de visitar el Rådhus y de atravesar la Rådhuspladsen tiramos por Strøget, una vía que se merece unas palabras, pese a que a simple vista no es diferente a una calle de tiendas del centro de cualquier gran ciudad.


Sin embargo, Strøget ostenta el título de calle peatonal más larga de Europa. Originalmente estaba abierta a los coches, pero en noviembre de 1962 el Ayuntamiento decidió cerrarla al tráfico durante las Navidades para facilitar el tránsito de peatones y al acabarse estas ya no la abrió más a los vehículos. Siempre que una calle se peatonaliza, sea donde sea, los comerciantes se echan a temblar y piensan que se van a arruinar, pero al final el mundo no se hunde: la actividad comercial en las vías peatonales es mayor y todos acaban alabando el cese del caos rodado. Yo lo he vivido en varios puntos de Sevilla, y por lo visto en Copenhague pasó igual, la idea fue controvertida al principio, pero en la actualidad la red peatonal del centro abarca ya unos 100.000 metros cuadrados y todos parecen estar encantados con ello. En cualquier caso, en lo que al título de calle peatonal más larga de Europa se refiere, en honor a la verdad hay que decir que Strøget son varias calles empalmadas (así cualquiera, ¿no?), es decir, que es un nombre común que se le da a cinco calles que unen, más o menos en línea recta, varias plazas importantes. La primera parte de Strøget se denomina realmente Frederiksberggade.

Nosotros, además, no recorrimos Strøget del tirón, sino que pronto tiramos por una bocacalle llamada Larsbjørnsstræde para ir a buscar la Vor Frue Kirke, la Catedral de Copenhague. Al separarnos de la arteria principal del centro en seguida notamos una notable disminución de la cantidad de gente.


Finalmente, recorriendo Studiestræde, que es paralela a Strøget, llegamos directos a la Vor Frue Kirke (o Iglesia de Nuestra Señora, si lo traducimos).


Como se puede observar en la foto, la Vor Frue Kirke no es especialmente atractiva por fuera, y por dentro, al ser una iglesia luterana, es también muy sobria.


Sin embargo, en ese templo quería entrar especialmente, porque en él se conservan dos estatuas originales de Bertel Thorvaldsen, uno de los más grandes escultores de los últimos cuatro siglos. Thorvaldsen era natural de Copenhague, y aunque vivió más de 30 años en Roma, creó su obra más aclamada para la Iglesia de Nuestra Señora. Esta fue levantada en 1829 en sustitución de la anterior Catedral de Copenhague, que había sido destruida en 1807. Thorvaldsen planificó un conjunto decorativo compuesto por trece estatuas de mármol que debían representar a Jesucristo y a los doce apóstoles. De ellas, fueron cinceladas por el propio escultor la de San Pablo y la de Jesucristo (llamada Christus Consolator), que es la que ha alcanzado más fama (las demás se deben a las manos de miembros de su taller, a partir de modelos suyos). Todas las imágenes estuvieron terminadas en 1838.



Al salir de la Vor Frue Kirke llegó el momento de ir a comer, para lo cual seguimos avanzando hasta desembocar en la Gammeltorv, la plaza más antigua de Copenhague.


Allí nos metimos en un Max, ya habíamos decidido con antelación que íbamos a comer en un fast food y no hubo escapatoria para mí, aunque yo me resistía a acabar en alguna de las hamburgueserías americanas de siempre. Por fortuna, encontramos un término medio en Max, que es similar a McDonald's, pero que es una cadena que no existe en España (es sueca).


Después de comer nos pusimos de nuevo en marcha con el objetivo de ir ya directos a ver La Sirenita. Para ello volvimos a enfilar Strøget y ya no la abandonamos hasta el final. El tramo de Strøget que parte de Gammeltorv se denomina Nygade y sigue estando repleto de tiendas.


Después, Strøget se llama sucesivamente Vimmelskaftet, Amagertorv y Østergade, nombre con el que desemboca en Kongens Nytorv, que estaba en obras. Esta plaza destaca por dos razones principales: en primer lugar porque es la más grande de la ciudad y, en segundo, porque de ella parte Nyhavn, una calle que es atravesada por un canal y que es protagonista de una de las estampas más clásicas de la capital de Dinamarca.


Nosotros recorrimos Nyhavn de principio a fin, bordeando el citado canal hasta su desembocadura. Antes, hicimos un pequeño alto para tomar un espectacular helado en Gelato Rajissimo.



Una vez que vimos el mar ya sabíamos que La Sirenita no debía andar lejos, pero aún nos quedaban algunos lugares interesantes por ver antes de llegar a ella. El primero fue Ofelia Plads, un espacio de reciente creación en el Puerto, que es realmente un muelle reconvertido en una explanada en la que hay varios chiringuitos con hamacas y food trucks. El sitio es agradable y sirve fundamentalmente para tomar el sol, es como un solarium colectivo, pero al llegar nosotros estaba cumpliendo una función extra, ya que en el tejado de la Ópera de Copenhague, que está enfrente, al otro lado del canal, estaba desarrollándose una prueba de las Red Bull Cliff Diving World Series. Esta prueba de saltos extremos la había visto en la tele, pero ni por asomo esperaba llegar nunca a presenciarla en vivo. Por lo visto, la competición está compuesta de siete pruebas y la de Copenhague era la antepenúltima de este 2018. Ver un buen número de saltos en directo fue realmente impresionante.





Nosotros vimos una parte de la prueba masculina, en la que participaron 14 saltadores. Por desgracia, no tenía ninguna información relativa a ellos y no pude distinguir quien saltaba en cada ocasión.

Pasado un rato, continuamos nuestro camino, bordeando los muelles hasta que llegamos y atravesamos Amaliehaven, un pequeño parque que hace de frontera entre el mar y el Palacio de Amalienborg, la residencia de la familia real danesa. La misma está compuesta por cuatro edificios independientes entre sí que dan a la Amalienborg Slotsplads, una plaza que permite percibir los palacetes como un conjunto unitario.


Gracias al Palacio de Amalienborg aprendí que en Dinamarca también existe una guardia real que tiene un aspecto similar a la británica (los daneses van de oscuro, pero se visten de rojo para las ocasiones especiales).


Tras dejar atrás Amalienborg Slotsplads enfilamos la larga Amaliegade, que nos dejó por fin en Langelinie, un sector del Puerto de Copenhague que está compuesto, entre otras cosas, por un parque y por un paseo, el cual bordea primero ese parque y luego el mar.


Una vez que el paseo de Langelinie ya se ha convertido en marítimo, junto a él, en la orilla, vimos por fin a La Sirenita.


Después de todo el día, a media tarde llegó el momento de comprobar si La Sirenita es un chasco o se merece la categoría de principal atracción de Copenhague.

En primer lugar, si hacemos un pequeño esfuerzo por aislar a la estatua de su entorno general y reducir el contexto al sitio en el que se encuentra emplazada, en mi opinión la obra de Edvard Eriksen es muy bonita.


Cierto es, no obstante, que si queremos cortar de raíz su poética solo tenemos que ampliar el zoom y eso nos hará ver que detrás no tiene un bello horizonte, ni un infinito fondo marino, sino un montón de fábricas.



Pese a esto, a mí no me decepcionó en absoluto, la estatua está al borde de un agradable paseo marítimo y no me resultó difícil obviar el paisaje que tiene a su espalda, por lo que me pareció un precioso colofón al día que pasamos en Copenhague.


En consecuencia, mi veredicto es que si uno es el típico turista que pretende conocer una ciudad a base de ir a tiro hecho a ver de un vistazo sus dos principales highlights, sin meterlos en contexto, la escultura no merece la pena, en sí misma no es el David de Miguel Ángel y, además, es cierto que el fondo no permite sacarle fotos espectaculares. Sin embargo, si uno se para a observarla con calma y de cerca (cosa que se puede hacer, lo cual es de agradecer), no es difícil percibir su templada melancolía, que no contrasta tanto con el entorno danés. Incluso Copenhague, cuando uno la recorre con los ojos bien abiertos, por debajo del bullicio propio de una gran capital tiene ese aire de expresividad contenida que en otros lugares de Dinamarca es incluso más patente. En ese contexto más amplio, la nostálgica sirena, que parece asumir sin dramas que como estatua no alcanzará nunca la perfección, es un símbolo de Dinamarca que me parece perfecto.


Reto Viajero PRINCIPALES CIUDADES DEL MUNDO
Visitado: COPENHAGUE.
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% de las Principales Ciudades del Mundo ya visitadas: 19%.


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