17 de junio de 2020

BARRIO DE TRIANA DE SEVILLA 2020

El sevillano barrio de Triana es uno de los 16 entes andaluces que se encuentran en mi lista de monumentos o conjuntos monumentales españoles que son de visita obligatoria. Yo en este blog ya he hecho alguna referencia a Triana, pero aún no le había dedicado ningún post monográfico y hacerlo es preceptivo, dado que voy a redactar al menos uno sobre cada una de las 100 maravillas que están incluidas en esa citada lista. Hasta la fecha, de ella he visitado 42 y he escrito acerca de nueve. Triana será la décima con artículo.


Triana es un barrio cuya fama ha traspasado fronteras. De hecho, la revista de viajes Traveler publicó en 2014 un reportaje sobre los 19 barrios españoles más bonitos y Triana estaba en él. También lo he visto citado en otros listados, porque tiene un atractivo innegable. Forma parte de Sevilla, pero tiene una idiosincrasia propia, debido a que siempre estuvo separado por una de las fronteras más claras que puedan existir: un río. En efecto, durante siglos Triana fue un asentamiento extramuros que se erigía en solitario en la orilla oeste del Río Guadalquivir. El resto de la ciudad quedaba en la orilla opuesta. Hoy día ya comparte su margen del río con la barriada de Los Remedios, con la de Tablada y con los terrenos en los que se montó la Expo'92, pero sus límites siguen estando bien definidos. Triana es como una ciudad dentro de la ciudad, lo que hace que no sea raro escuchar a los trianeros de pura cepa decir que van a Sevilla cuando, en realidad, simplemente van a cruzar el Puente de Isabel II.


Yo no soy trianero ni de lejos. Sin embargo, viví durante casi doce años en Los Remedios, el mencionado barrio vecino. Eso no significa gran cosa, porque los dos son como el agua y el aceite, pero al menos puedo decir que nunca he estado muy lejos de Triana. Previamente, durante tres años fui integrante de un grupo scout, el Híspalis 136, que tenía su sede en la Calle Betis, adonde iba cada semana. También, como conté de manera profusa en el post dedicado a Sevilla que escribí en marzo de 2018, en Semana Santa salgo de nazareno desde 1994 en La Estrella, una de las hermandes trianeras por excelencia. Además, mi suegra sí creció en Triana, la abuela paterna de María vivió allí cerca de 30 años, una prima hermana suya vive en López de Gomara, otra tiene un bar en la Calle Procurador llamado Sala El Cachorro, adonde he ido mil veces, y, para rematar, mis dos hijas nacieron en una clínica que está en plena Calle San Jacinto. Su toma de contacto con el mundo, por tanto, tuvo lugar en el corazón del barrio.

Lo cierto es que cualquier sevillano acaba teniendo mil historias que contar relacionadas con Triana, puesto que atrae como un imán. Yo, aparte de lo comentado, he tapeado allí, he ido a restaurantes, he paseado, he salido de fiesta, he corrido carreras, he ido al dentista, he impartido clase particulares, he ido al fisioterapeuta, he asistido a una boda, he jugado al fútbol, he ido a casa de amigos que vivían en el barrio,... Los trianeros llevan a gala su origen y lo proclaman a los cuatro vientos, lo que hace que sepa, sin ningún género de dudas, que he conocido a decenas de ellos en mi vida.

En definitiva, podría decir mil cosas sobre Triana, pero se me había metido en la cabeza que fuera una actividad de Ispavilia lo que me diera pie a escribir este post, por lo que voy a centrar el mismo en lo que he visto del barrio en el marco de la ruta turística que hice el viernes por la noche con esa empresa sevillana, de la que ya he hablado otras veces y que se dedica a enseñar la ciudad desde los más variados enfoques.


El turismo ha sido uno de los sectores más golpeados por la pandemia que estamos viviendo e Ispavilia no ha sido ajena a ese hecho. No obstante, el negocio de Jesús Pozuelo se nutre de sevillanos que están deseosos de profundizar en el conocimiento de su ciudad, más que de foráneos. Por esto, Jesús, tras haber tenido la empresa parada tres meses, la ha reactivado en cuanto ha sido legalmente posible. Durante la fase 1 y 2 de la desescalada no se podían organizar rutas turísticas, pero en la tercera, con grupos reducidos para que la gente se pueda mantener alejada, sí.


Yo no pensaba hacer ahora una las rutas de Ispavilia, pero cuando vi por casualidad que la del viernes era por Triana no me pude resistir: se lo dije a mi madre, que ha sufrido mucho a causa del aislamiento provocado por la COVID-19 y está necesitada de salir, y nos fuimos juntos para el mítico barrio, dispuestos a echar un buen rato.


Como se puede ver en el plano, Triana tiene unas lindes claras, pero es un barrio muy grande (el mapa coloca mal el nombre de Los Remedios, que es el trozo de ciudad que está entre Triana y Tablada). Por el oeste, el límite trianero es el actual verdadero trazado del Río Guadalquivir, mientras que por el este la separación con el resto de Sevilla la marca el antiguo cauce de este río, que desde 1951 es una dársena. En la imagen inferior se aprecia perfectamente como ha sido la evolución del lecho del Guadalquivir a lo largo de la historia.


La infografía está extraída de una página web que mantienen los integrantes de una caseta de la Feria de Abril llamada El Sitio, y que está dedicada a la propia Feria y a Sevilla en general. En los croquis se ve como en 1926 se eliminaron los grandes meandros que tenía el río de manera natural y que, por favorecer la deposición de sedimentos, dificultaban cada vez más la navegación. Luego, en 1951 se creó la Corta de la Vega de Triana y se cegó un trozo del Guadalquivir, al crearse un gran tapón en la zona conocida como Chapina, que hoy ya no existe. Paralelamente se creó una esclusa al sur de la ciudad, de manera que el río a la altura del casco histórico hispalense se convirtió en una especie de lago cerrado. De esa forma, sin vaciar el lecho dejaron de producirse las inundaciones que anualmente tenían efectos devastadores. Años después, de cara a la celebración de la exposición universal de 1992, el tapón se llevó hasta San Jerónimo y el cauce del Guadalquivir se modificó de nuevo para que no quedara ni un meandro. Así es como está hoy día. El resultado de todos esos cambios para Triana ha sido que ha pasado de tener agua por delante a tenerla por delante y también por detrás. Su parte mítica, sin embargo, sigue siendo la que se asoma al antiguo trazado del río. En ese sentido, la Calle Betis, que ejerce de fachada del barrio, no ha perdido ni un ápice de su encanto. Nosotros el viernes nos adentramos en Triana caminando por ella, dado que el punto de partida de la ruta estaba fijado en la Plaza del Altozano, que se encuentra en uno de sus extremos.


El Altozano es la plaza que ejerce de punto neurálgico de la Triana más clásica. Era, por tanto, el lugar perfecto para comenzar la ruta de Ispavilia. Allí, a los pies del Monumento Triana al Arte Flamenco, nos vimos con Jesús Pozuelo y con otras 16 personas.


Es imposible reproducir en un solo post todo lo que nos contó Jesús sobre Triana. Él es una enciclopedia andante especializada en Sevilla, pero encima resulta que es trianero de cuna y la relación de su familia con el barrio se pierde en la noche de los tiempos. Quedó patente que estaba en su patria chica, porque en dos horas y media de recorrido saludó familiarmente a cuatro personas con las que nos cruzamos. También pasamos junto al lugar donde, por lo visto, vive su madre, y nos enteramos de cual es su casa actual, entre otros datos personales que fue contando. Era, sin duda, la persona perfecta para ilustrarnos en esta ruta. 

Como dije al principio, Triana es una ciudad dentro de la ciudad. Al estar separada del resto de Sevilla, siempre fue un arrabal que estaba al margen de los controles más férreos. En él se bebió alcohol incluso en época de los musulmanes, era el barrio de los marineros, que suelen desembarcar con ganas de jarana, allí es donde se juntaron los alfareros y los ceramistas, dos gremios incómodos en las ciudades, puesto que usaban hornos y generaban humo (de ello nos habló Jesús frente a la puerta del Centro de Cerámica Triana, sito en la Calle Callao), y también era el territorio de los cantaores y los bailaores flamencos, que están muy ligados al pueblo gitano (de cante, toque y baile nos contó cosas junto al Monumento a los Alfareros, Ceramistas y al Cante por Soleá, que está en el otro extremo de la Calle Callao, junto a la desembocadura del pintoresco Callejón de la Inquisición). 


Ese carácter popular, tradicional pero algo outsider, y un poco dado a la parranda, Triana no lo ha perdido del todo. 

Por lo que se refiere al citado Callejón de la Inquisición, el mismo se llama así porque se encuentra junto al Castillo de San Jorge, una pequeña fortaleza que fue sede de la Inquisición durante 145 años. Por el callejón bajamos al Paseo de Nuestra Señora de la O, que bordea el río a su nivel como una especie de paseo marítimo.


Andando por él llegamos hasta los pies del Puente de Isabel II, conocido como Puente de Triana. Hasta 1171, Triana y Sevilla solo estuvieron unidos por barcazas. Ese año se construyó un puente de barcas que ya permitió pasar a pie de una orilla a otra, pero hasta 1852, cuando se acabó de construir el Puente de Isabel II, no existía ninguna estructura estable que uniera ambos lados.



Una de las cosas que aprendí durante la ruta fue que el puente trianero, el primero firme que tuvo Sevilla, estuvo a punto de desaparecer en los años 60 del siglo XX, dado que en su día no se había proyectado para soportar tráfico rodado y estaba muy deteriorado. Finalmente se salvó de milagro, gracias a un proyecto mediante el cual se le colocó encima un tablero que no se sujeta sobre los arcos y los aros que conforman su inconfundible estética y que lo sustentaban hasta entonces, sino que está aguantado por una serie de elementos más resistentes al peso. En otras palabras, se colocó un puente invisible encima del ya existente. Nunca me había percatado de eso, pero desde nuestra posición lo vi con total claridad.


Tras abandonar el borde del río y sus mosquitos nuestro recorrido continuó por la Calle Pureza, que discurre paralela a la Calle Betis y que es otra de las imprescindibles del barrio. En ella está la Capilla de los Marineros, delante de la cual escuchamos más historias interesantes, y también la Antigua Universidad de Mareantes, en cuya puerta hicimos una nueva parada. 


Caminando por Pureza llegamos hasta la Iglesia de Santa Ana y tras bordearla arribamos a la Plazuela de Santa Ana. Esta es una de las partes más bonitas del barrio. La mencionada iglesia es digna de ser vista, a tenor de lo que nos contó Jesús.


La ruta acabó en la Calle Betis. Como he dicho, Triana es muy grande y nosotros solo nos movimos por el sector cercano al cauce del antiguo Guadalquivir (y solo por la mitad sur). Hay aún mil cosas pendientes de ver, pero no estuvo mal como toma de contacto con el barrio, ya que, aunque ha conservado su idiosincrasia, esa es la parte más selecta.


Adelanté antes que en Triana gusta bastante la farra. En efecto, en Sevilla cualquier excusa es buena para darse un homenaje, pero en Triana ese carácter está reconcentrado. En consecuencia, sus bares son muy afamados por su ambiente popular y por su animación. El gusto por el cerveceo, el tapeo, y lo que surja, ha hecho que en Triana no solo haya tascas y baretos. También se pueden tomar tapas selectas e incluso hay buenos restaurantes. 

Con este post estoy rompiendo el hielo con el barrio de Triana, en el futuro elegiré momentos especiales para ir desgranando cuales son sus enclaves más señalados, lo mismo que vengo haciendo desde 2016 con la propia ciudad de Sevilla. Ya tendré, por tanto, ocasión de hablar de muchos otros lugares, pero no quería cerrar este artículo sin hacer referencia a algún negocio de restauración, precisamente por el hecho comentado de que Triana no puede ser entendida sin sus bares. Por ello, le propuse a María y a las niñas que fuéramos, al día siguiente de realizar la ruta, a cenar a algún sitio trianero chulo. 

La pandemia ha complicado lo del tapeo, pero aún así pude reservar en el Restaurante Bicho Malo para el sábado por la noche. Para llegar a él recorrimos la Calle Castilla, una de las principales arterias de la parte norte de Triana. Desde el Altozano hacia el sur, las columnas vertebrales de la Triana que está cerca del río son Betis y Pureza, mientras que del Altozano al norte ese papel lo juegan Alfarería y Castilla. La Calle Castilla en ese sentido es como la Calle Betis, pero no se asoma al Guadalquivir, porque en su lado este tiene una hilera de casas.


Más allá de esa hilera de casas, al nivel del agua, está el Paseo de Nuestra Señora de la O del que hablé arriba. La Calle Castilla acaba en el extremo norte de Triana, pero curiosamente, pese a lo que acabo de decir en el párrafo anterior, por el sur no llega hasta el Altozano, sino que poco antes hace una pequeña revuelta que tiene dos denominaciones diferentes: Callao y San Jorge. En el pequeño trocito llamado Callao está Bicho Malo y también la salida trasera del Mercado de Triana.


El Mercado de Triana se levanta sobre una parte de los restos del antiguo Castillo de San Jorge (la otra parte de estos se muestran como un museo). Nosotros, como íbamos con tiempo entramos en el Mercado para echarle un vistazo. No cabe duda de que se merece una visita más detallada, ya que no solo tiene puestos de verduras, frutas, carnes y pescados, sino que también tiene en su interior un montón de sitios originales para comer.


Con respecto al Restaurante Bicho Malo, con independencia de su simpático nombre tengo que decir que hacía mucho tiempo que un sitio no me gustaba tanto. Para empezar, el trato fue exquisito y, aparte, el emplazamiento me pareció una delicia, porque nos sentaron fuera y esa acera de la Calle Callao resultó ser muy agradable para cenar.



Sin embargo, en un restaurante lo que cuenta es la comida y en la carta de Bicho Malo me encontré con un montón de tapas deliciosas, algunas eran tradicionales y otras más modernas, pero en cualquier caso eran variadas y destacaron por su relación calidad-cantidad-precio. Las patatas bravas que pedimos, sin ir más lejos, están el el podio de las mejores que he tomado en mi vida.


También me encantó la tapa de arroz negro de sepia.


En definitiva, a lo largo de mi vida son muchos los bares a los que he ido en Triana. Algunos ya no existen, pero otros sí. Entre estos últimos, los hay que son más nuevos (Bicho Malo abrió sus puertas en 2016) y los hay que destilan solera por cada rincón. En el futuro los iré desgranando todos.



Reto Viajero MONUMENTOS DESTACADOS DE ESPAÑA
Visitado BARRIO DE TRIANA DE SEVILLA.
En 1988 (primera visita consciente), % de Monumentos Destacados de España visitados en Andalucía: 6'2% (hoy día 75%).
En 1988 (primera visita consciente), % de Monumentos Destacados de España visitados: 7% (hoy día 42%).


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