22 de agosto de 2021

EL PUERTO DE SANTA MARÍA 2021

Parece ser que fue Joselito El Gallo el que dijo eso de que quién no ha visto toros en El Puerto no sabe lo que es un día de toros... Pues bien, entonces yo puedo decir que sí se lo que es un día de toros, porque a pesar de que solo he ido una vez en mi vida a ver una corrida, esta tuvo lugar en El Puerto de Santa María.

Antes de nada, quiero decir que en este principio del post voy a intentar no meterme en berenjenales protaurinos o antitaurinos. Sin embargo, tampoco voy a mentir, y la verdad es que no puedo ocultar que a mí no me gustan los toros. Intento respetar a los aficionados a la llamada fiesta nacional, no abogo por su prohibición, así por decreto, ni soy de darle la paliza a nadie con el tema, pero lo cierto es que me desagrada el espectáculo, para que nos vamos a engañar. Quizás por ello, me alegra que la única lidia que he visto en vivo haya sido en la Real Plaza de Toros de El Puerto de Santa María. Vi en acción a Manuel Díaz El Cordobés, a Finito de Córdoba y a Curro Romero, el 15 de agosto de 1993. Estos diestros son tres grandes figuras, sin duda, por lo que me queda el regusto dulce de haber presenciado algo representativo. Curro Romero, además, tuvo la deferencia de escabechinar a su segundo toro, al que acabó matando por el costado, cuando el animal estaba ya tendido en el albero, más agujereado que un colador, pero vivo. Dicen que el Faraón de Camas era capaz de lo mejor y de lo peor, por lo que creo que tuve la suerte de verlo haciendo historia... aunque fuera en la segunda de sus facetas... En definitiva, solo he ido una vez a una corrida, pero es innegable que elegí bien cuando hacerlo, puesto que vi a uno de los grandes toreros de la historia tocar fondo, y también, de acuerdo con lo que dijo Joselito, disfruté de un verdadero día de toros. Ya he vivido la experiencia a tope, por lo que no tengo por qué volver a un coso a ver otra matanza taurina.

Todo esto viene a cuento, porque el pasado martes entré por segunda vez en la Plaza de Toros de El Puerto. En esta ocasión, sin embargo, no vi una corrida de toros, sino un concierto de Aitana.


Llegado este punto, tengo que explicar qué hacía un heavy de toda la vida viendo en directo a una triunfita. Lo cierto es que uno, antes que escuchador compulsivo de Rock y de Metal, es padre. Mi hija Julia ha resultado ser una fan incondicional de Aitana y pidió por su décimo cumpleaños ir al concierto que la cantante catalana iba a celebrar en Sevilla, en otoño de 2020. Por desgracia, la pandemia se cruzó en el camino de ese plan y el recital acabó cancelado. Este 2021 Aitana ha vuelto a salir de gira y, como le debíamos a Julia un regalo, intentamos sacar entradas para el espectáculo más cercano, que iba a tener lugar en Mairena del Aljarafe. Agua. No quedaban y se encendieron las alarmas. Por fortuna, en El Puerto de Santa María sí había aún sitios disponibles y no perdimos ni un segundo más. Sacamos cuatro tickets para el 17 de agosto y esperamos. Luego, hemos visto que era factible aprovechar el desplazamiento y disfrutar un poco de la playa, por lo que, finalmente, han quedado un par de jornadas muy completas.

Con respecto al concierto, he de decir que, si bien no tenía muy claro qué cantaba Aitana cuando dije que no me iba a perder esa cita tan especial para mi hija, la realidad es que luego hice los deberes y me puse al día con su música, lo suficiente como para hacerme una idea clara de cual es su estilo. Como consecuencia, no tengo más remedio que alabar el gusto de Julia y, ya puestos, puedo decir que mi trabajo, sutil pero constante, para educar su oído musical y el de Ana, marcha por buen camino. La música mainstream va cuesta abajo, la basura que en la actualidad oyen las masas da escalofríos, y el peligro de que entraran en mi casa el reguetón, el trap y ese tipo de pseudo-músicas, era evidente. De acuerdo. Hasta cierto punto mis hijas son permeables a esos estilos, no es mi intención que se conviertan en unas inadaptadas sociales, no es necesario oír de motu propio a Sepultura o a Metallica con diez años. Ni siquiera a The Beatles. No obstante, tampoco hay que irse al otro extremo. Por eso, me alegro de que sean unas niñas de su tiempo y de que estén algo integradas en los gustos de la mayoría, pero también de que, cuando ha llegado la hora de ser fan de alguien, Julia haya focalizado su atención en Aitana y no en Camilo, por poner un ejemplo. No es que tenga nada en contra de este último, de hecho creo que no es de los que cantan cosas aberrantes, pero la verdad es que este señor es a la música, lo que una hamburguesa de McDonalds a la comida. Aitana va bastante más allá. Tras haber escuchado sus discos, ya iba con la idea de que ella le da mil vueltas a los coetáneos suyos que hacen música para pandilleros. En vivo lo pude corroborar. La mujer tiene un vozarrón brutal, demostró tablas e iba acompañada por cinco músicos de categoría. En efecto, me llamaron la atención las guitarras de Guillermo Guerrero y Laura Solla, el bajo de Sergio Fernández y el teclado de Ale Romero, pero, por encima de todo, flipé con la batería de Matt De Vallejo. "¿Quién es ese máquina?", me pregunté. Pues resulta que es el batería de Ankhara desde 2017. Ankhara es un grupo de Heavy Metal, pues sí. Yo conocía a esa banda de su primera etapa, que acabó en 2004. En 2016 se reunieron de nuevo, pero un año después cambiaron de batería y entró en la formación Matt, que aparte de encargarse de las baquetas en Ankhara, también toca con Aitana en su gira. Sin duda, los acompañantes de la catalana demuestran que esta tiene cosas que ofrecer.


Ni que decir tiene que el concierto fue mágico para mí. Fue de esas veces en las que uno alcanza un relax mental difícil de explicar. El año no está siendo sencillo y esas dos horas fueron un bálsamo alucinante. Me encantó el ambiente, el entorno, el buen rollo general, y disfruté, también, viviendo la ilusión de Julia, así como la de Ana, que iba igualmente con muchas ganas. Además, musicalmente el espectáculo fue notable. Para mí fue una noche sensacional.



En cualquier caso, lo de ir a ver a Aitana, aparte de permitirme entrar en el recinto de la Plaza de Toros, también hizo posible que regresara a El Puerto de Santa María. Mí relación con este pueblo es larga y viene de lejos, pero no había pisado su casco urbano desde el 2000. Este verano, de manera similar a lo que ha pasado con Jerez de la Frontera, tras un periodo de varios años sin poner mis pies en la población, no solo he vuelto, sino que lo he hecho por partida doble. La primera vez estuve, en realidad, en Valdelagrana, que es un ente poblacional independiente de El Puerto, aunque pertenezca a su municipio. La segunda visita fue la del concierto y en ella sí estuve, entre otros sitios, en el meollo portuense. Esa ocasión resultó ser una buena oportunidad para refrescar en mi memoria cómo es el coso taurino. 


Sí es verdad que los alrededores de la plaza los recordaba más lustrosos, aunque lo cierto es que yo no conocía la parte donde esta vez dejamos el coche, que es la que está en su lado sur. Nosotros aparcamos en la Calle Villa de Rota y la realidad es que esa zona está un poco desgastada. Sin embargo, luego recorrimos un trecho de la cercana Avenida del Ejercito, buscando un desavío donde comprar bebidas, y pude ver que esta calle tiene muchos comercios y muestra bastante mejor pinta.

Con independencia del concierto, los dos días siguientes también regresamos a El Puerto de Santa María. Como expliqué en el post anterior, con la idea de aprovechar el verano decidimos alargar la estancia en la provincia de Cádiz y, en vez de reservar una sola noche para pernoctar tras el espectáculo, pillamos otra más, con la idea de echar un par de jornadas playeras. Sin embargo, para encontrar un apartamento asequible nos tuvimos que ir a Jerez. Como bien es sabido, esta ciudad no tiene playa y sus habitantes van a las más cercanas, que son las portuenses. Nosotros hicimos lo mismo, tanto el miércoles como el jueves.

El miércoles, de una manera un tanto casual acabamos en la Playa de Santa Catalina. Yo nunca había estado en ella, pero sí conocía Las Redes, la zona residencial que se asoma a ese arenal, debido a que mis tíos tienen allí una casa y son asiduos al Club Las Redes. Tanto, que han celebrado más de un evento en él.


Yo mismo estuve en ese club en la celebración de un bautizo en 2015. Su cafetería-restaurante tiene una alucinante terraza con césped, que se asoma a la Playa de Santa Catalina. El otro día pude ver la balaustrada desde abajo. 


En casa de mis tíos también he estado, como es lógico, e incluso había paseado por Las Redes y por los alrededores del Centro Comercial Las Redes. En esta ocasión estuve en él, ya que después de comer en la playa subimos a tomarnos un café. Paramos en La Talega de la Abuela, un bar-cafetería de escaso atractivo. De la comida de este lugar no puedo hablar, pero el bar resultó ser el típico sitio donde dos segundos después de acabarte la bebida te quitan de delante el vaso y te dejan sentado delante de una mesa vacía. En este caso, ni estaban cerrando, ni había problemas de aforo, porque estábamos casi solos. No se entiende muy bien, por tanto, la razón de ser de esa ansiedad. Por fortuna, tampoco pensábamos echar raíces allí.

Por lo que respecta a la Playa de Santa Catalina, la misma merece la pena. Tiene un paseo marítimo hecho de madera, muy agradable. A pesar de que es una estructura efímera, tiene nombre. Se denomina Paseo Almirante Don Blas de Lezo y Olavarrieta


La playa en sí es bastante larga. Gracias al paseo de madera uno puede alejarse sin dificultad del lugar donde se concentra más gente, y buscar un sitio tranquilo. Nosotros, tras ubicarnos, llegamos a ir hasta el Espigón de Punta Bermeja, caminando ya por el borde del mar. 


El Espigón de Punta Bermeja cierra la Playa de Santa Catalina y la separa de la de Fuentebravía, que es la última del municipio por occidente, y que llega hasta la alambrada de la Base Naval de Rota. Ese extremo occidental de la Playa de Fuentebravía es curioso, porque, a todos los efectos, esta playa es totalmente normal, pero en un momento determinado en la arena hay una valla. Ahí empieza la Base Naval de Rota. Más allá de la alambrada hay otras playas, ya pertenecientes al término municipal roteño, pero no son de libre acceso, dado que están incluidas en terreno militar.

El caso es que El Puerto de Santa María tiene oficialmente ocho playas. La de Fuentebravía la conocía del año 2014, y el miércoles fuimos a la de Santa Catalina, como he contado. El jueves fui yo con las niñas a la Playa de La Puntilla


La Playa de La Puntilla es la que está más cerca del centro de El Puerto de Santa María y yo ya la había visitado también, puesto que en el año 1998 estuve pasando un par de días en el Camping Playa Las Dunas de San Antón, que está contiguo. Entre el núcleo del casco urbano portuense y el mar hay un gran pinar, que es donde está ese camping. Muy cerca está la Playa de La Puntilla, que es muy ancha y llega a asemejarse a un desierto, observada desde algunos puntos.


La Puntilla es célebre, por lo visto, porque en ella pega el viento de lo lindo. Yo no lo sabía, pero lo viví en primera persona. María no estuvo con nosotros ese segundo día, ya que tuvo que volverse a Sevilla a trabajar, ella se libró del viento. En cualquier caso, nosotros tampoco estuvimos mal, de hecho nos comimos unos bocatas en la arena sin mayores problemas. Después, antes de emprender la vuelta a casa, nos internamos un poco en el centro de El Puerto de Santa María.


Yo no quería irme de El Puerto sin dar un pequeño paseo por el entorno del Parque Calderón, que es la parte del centro portuense que se asoma al Río Guadalete, poco antes de que desemboque junto a la Playa de La Puntilla. Siendo un chaval fui a ese parque varias veces, a cenar en el Restaurante Romerijo, que pone sus mesas en él.


Yo en esta ocasión no fui al Parque Calderón a comer marisco, solo quería verlo, pero para ello tenía que convencer a las niñas de que era buena idea parar en el centro de El Puerto tras abandonar la playa, en vez tirar directamente para Sevilla. Lo que hice fue decirles que las invitaba a un helado. Esa excusa fue infalible para que me acompañaran sin rechistar. Además, tuve suerte y pude aparcar con facilidad en la Avenida de Bajamar, cerca del parque. Caminando desde allí llegamos en unos minutos a la Calle Luna. La misma y su continuación atraviesan de manera rectilínea el epicentro del pueblo de extremo a extremo. Nosotros no anduvimos tanto, dado que antes encontramos una cafetería donde yo me tomé un café y las niñas sendos yogures helados. El paseo me sirvió para retomar el contacto con el meollo portuense. En el futuro profundizaré más en él.

Antes de acabar, tengo que hablar de Valdelagrana, un lugar que ya he mencionado y en el que estuve en mi primera visita al municipio de El Puerto de Santa María de este verano. Valdelagrana es uno de los grandes núcleos residenciales playeros de la costa de Cádiz. En esta provincia, lo que suelen abundar junto a la costa son las urbanizaciones de casas, pero Valdelagrana es una población en la que hay muchos pisos.


Se dice que la de Valdelagrana es la playa de Jerez de la Frontera. Teniendo en cuenta que esta ciudad, como ya dije en el último post, es una de las más grandes de Andalucía, ser su playa implica que mucha gente va a ella, por lo que se peta. También la disfrutan bastantes sevillanos.


De todas formas, yo siempre destaco como algo positivo la amplitud. La Costa del Sol, por ejemplo, está bastante masificada, y la sensación generalizada es que todo está amontonado junto a la costa. Valdelagrana también es un lugar urbanizado un poco a lo bestia, pero allí se respetaron más los espacios libres y, en consecuencia, a mí no me resulta un sitio desagradable. El Paseo Marítimo está separado de la playa y entre los enormes bloques de pisos siempre hay buenos trechos sin construir.


Nosotros fuimos a Valdelagrana el día que dejamos a Julia y a mi sobrina en el campamento de verano de Jerez. Ana no estaba con nosotros, así que María y yo nos vimos solos y decidimos acercarnos al mar a echar la tarde y a darnos un homenaje para almorzar. La playa más cercana era la de Valdelagrana y allí acabamos. Para comer, elegimos un chiringuito que ya conocíamos, por haber estado en él en 2014. Es el que está justo en el extremo oriental del Paseo Marítimo. Lo que pasa es que ha cambiado. Nosotros hace siete años comimos en un chiringuito al uso y ahora lo que hay es un negocio de restauración que se llama La Bahía Beach Club.


Por su mismo nombre, se deduce que La Bahía no es un chiringo de los de comer sin camiseta. Realmente, está muy bien puesto, aunque esté a pie de playa. En él se puede entrar en bañador, por supuesto, pero la carta y las hechuras que tiene el negocio son de restaurante. Me gustó.

Justo en el punto donde está el chiringuito y acaba el Paseo Marítimo finaliza, igualmente, la Playa de Valdelagrana y comienza la Levante, la más oriental de El Puerto de Santa María y, también, la más salvaje. A su espalda se extiende el Parque Metropolitano Marisma de los Toruños y Pinar de la Algaida, una zona protegida que queda entre el agua y el tramo bajo del Río San Pedro. En ese extremo del municipio portuense, en un momento dado, se acaban los pisos y lo que hay ya solo es naturaleza, hasta que se llega a la desembocadura del mencionado río. 



Nosotros, tras la comida caminamos bastante por la Playa de Levante, e incluso llegamos a adentrarnos un poco en el parque metropolitano.


La tarde de playa la echamos en medio de la naturaleza. En definitiva, lo que vi es que en El Puerto de Santa María la variedad es enorme. En la Playa de Santa Catalina hay un ambiente mucho más pijo que en la de Valdelagrana, que es famosa por su carácter popular. Aparte, en la Playa de Levante todo es silvestre, mientras que los otros arenales portuenses están mucho más urbanizados, aunque ese proceso de humanización se haya hecho aceptablemente bien, en mi opinión. 

Con respecto a las playas de la provincia de Cádiz y a mi proyecto de visitarlas todas, con las de esta última tirada ya llevo 26, de un total de 101. He sumado a la lista la Playa de Santa Catalina y la Playa de Levante. En La Puntilla había estado con anterioridad. También conozco de otras veces la Playa de Fuentebravía y la propia de Valdelagrana. En total, en El Puerto de Santa María solo me faltan dos por explorar.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado EL PUERTO DE SANTA MARÍA.
En 1993 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Cádiz: 21'4% (hoy día 78'6%).
En 1993 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 9% (hoy día 35'7%).

Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado EL PUERTO DE SANTA MARÍA.
En 1993 (primera visita consciente), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Cádiz: 6'8% (hoy día 56'8%).
En 1993 (primera visita consciente), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1'1% (hoy día 20'8%).


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