Jerez de la Frontera es todo un patito feo. Se trata de la 26ª población española y la 5ª de Andalucía con más habitantes. Además, es el 6º municipio más extenso de nuestro país, con 1188 km² de territorio. Por otro lado, la ciudad gaditana está considerada como la cuna del flamenco (ahí es nada), da nombre a una serie de vinos autóctonos de fama mundial y fue el lugar donde empezaron a ser criados los caballos cartujanos, que constituyen la élite de los Pura Raza Española (PRE). Con ese currículo, Jerez debería ser uno de los puntales del sur de España y, sin embargo, no solo no es ni siquiera capital de provincia, sino que es un sitio que tiende a no exaltarse mucho, quizás porque se asimila con frecuencia a las señas de identidad del andalucismo más rancio, que es justo de lo que nos queremos librar los que somos naturales de la comunidad autónoma. Así, Jerez de la Frontera es un escenario bastante típico del latifundismo más clásico, por lo que el prototipo de señorito andaluz, que gusta del vino, los caballos y la música más tradicional, está asociado a la ciudad. No en vano, el rizo que se forma en la nuca cuando uno se peina para atrás el pelo y se lo engomina, se denomina popularmente rizo jerezano. En definitiva, en Jerez el poderío económico es un hecho, su patrimonio monumental y sus calles se han beneficiado de él desde hace siglos, y a los guiris les encanta ir allí a sumergirse en lo que ellos consideran que es la cultura andaluza, pero realmente nosotros, los que somos de aquí, luchamos a brazo partido porque se nos libre de los estereotipos y, en consecuencia, tendemos a no querer destacar a Jerez de la Frontera como un referente.
Pese a todo, yo, que lucho contra esos estereotipos que asocian lo andaluz a lo rancio, igualmente digo que hay que explorar Jerez de la Frontera sin prejuicios, para percibir que es una población llena de elementos destacados. No puedo negar que allí he vivido un montón de momentos únicos en mi vida. Lo cierto es que, en cuanto entro con el coche en la ciudad, empiezo a recordar instantes especiales, y eso no es casualidad. Jerez tiene mucho que ofrecer y yo lo he comprobado repetidas veces. Para empezar, en 1994 tuve la suerte de ir a ver una famosa exhibición de caballos llamada Cómo Bailan los Caballos Andaluces, en la cual estos realizan un ballet ecuestre. La misma tuvo lugar en la sede de la Fundación Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, que está en el llamado Recreo de las Cadenas. Este es un precioso complejo en el que hay un palacio y también toda clase de instalaciones para el cuidado y entrenamiento de los caballos, además de un recinto para que muestren su arte. Dicho espectáculo y su entorno son de una gran belleza, eso es innegociable. Dos años después, cambié totalmente de registro y regresé a Jerez a ver un concierto de Heavy Metal que se celebró en el Palacio Provincial de Ferias y Exposiciones. Con Iron Maiden y con Helloween como cabezas de cartel, aquel día fue mítico para mí. Tras esa visita y otra posterior, realizada en 2005, en la que, por primera vez, me paseé por el centro, en 2014 fui dos veces a Jerez de la Frontera. Ese año no hubo caballos de por medio, ni tampoco grupos heavies. Solo hubo deporte. El caso es que a finales de verano me enteré de que la Vuelta Ciclista a España iba a empezar en la ciudad y de que la primera etapa iba a ser una contrarreloj por equipos. Por ello, fui como espectador a ver a los ciclistas en acción. Me lo pasé genial.
Pocos meses después regresé para correr. La Media Maratón Ciudad de Jerez estaba homologada por aquel entonces, y yo, aprovechando que había logrado alcanzar un óptimo estado de forma, quise disputar una carrera de 21.097 metros que estuviera bien organizada, para intentar hacer una buena marca, así que me apunté a esa prueba y me fui hasta Jerez. Ese día de principios de diciembre la mañana salió heladora, el termómetro apenas subió de los 0º, pero yo pocas veces me he sentido mejor en una carrera. La acabé en 1h28:58, protagonizando unos últimos metros gloriosos por el tartán de la pista de atletismo del Estadio de Chapín. Guardo un gran recuerdo de aquella competición.
Aparte, he estado dos veces en el Circuito de Jerez. La primera fue en 1991, cuando este tenía poco más de un lustro de vida. Fui a ver, con mis padres y con mi hermana, el Gran Premio de España de Motociclismo, que estaba incluido en el Campeonato Mundial de Motociclismo de la FIM. Las carreras las vi desde lo alto de una loma, sin enterarme casi de nada, aquel día lo tengo bien grabado en la memoria. También recuerdo que, tanto a la llegada como a la salida del recinto, sufrimos incontables incidentes derivados de la masificación y de la nefasta organización de la prueba. Nueve años después regresé al circuito y volví a padecer en él un rosario de calamidades. En aquella ocasión, el evento no tuvo que ver con el mundo del motor, sino con el de la música. En efecto, en abril de 2000 se celebró allí la 12ª edición del Festival Internacional Espárrago Rock. Fui con María, con mi hermana y con una amiga suya. La cosa prometía, pero la mala suerte se cebó con nosotros y, tras unos inicios titubeantes durante la primera tarde, en la que el cielo aguantó a duras penas, a principios de la noche se desató el apocalipsis y comenzó una brutal e inacabable tormenta, en la que no faltaron los truenos ni las ráfagas de viento de hasta 75 km/h. Ni que decir tiene que el festival se suspendió, sin que yo hubiera visto a ninguno de los grupos que realmente me interesaban. Por desgracia, para ese entonces ya no podíamos escapar del caos, que poco tuvo que envidiar al del famoso Woodstock, y no nos quedó otra que pasar una larga noche metidos los cuatro en una tienda canadiense de dos plazas (la otra se inundó completamente), vestidos con la poca ropa que pudimos sacar medio seca de nuestras mochilas chorreantes.
En cualquier caso, por lo que respecta al casco urbano de Jerez, desde que corrí la media maratón no había vuelto hasta este verano, que he ido tres veces. La primera fue muy fugaz, dado que nos limitamos a llevar a Julia y a mi sobrina Laura al Albergue Juvenil Inturjoven, donde han estado en un campamento de verano. Una semana después regresamos para recogerlas y, ahí ya sí, una vez que estábamos con ellas paramos a desayunar en un bar que vimos. El problema fue que el albergue está en un barrio un tanto raro y nosotros, tras recoger a las niñas, decidimos detenernos sin esperar mucho. Ello provocó que, sin darnos verdadera cuenta, nos detuviésemos en una zona realmente deprimida. En efecto, el Bar Nuevo Ramírez, donde desayunamos, no estaba lleno de gente obrera, como pensé en un principio. Allí lo que había era ambiente de gueto. El sitio se encuentra en la Barriada La Plata, que está en el corazón de la parte de Jerez con una menor renta per cápita. No pasa nada. Todo el mundo fue muy correcto, aunque al irme eché una foto y, al agrandarla para mirarla bien, he descubierto que los que estuvieron sentados en la mesa colindante a la nuestra me echaron, mientras sacaba la instantánea, una mirada que hiela la sangre.
Más allá de la anécdota, esa visita no deparó mucho más. Ha sido ya en agosto cuando hemos vuelto de una manera más consistente. El motivo ha tenido que ver con otro concierto, que no fue en Jerez, sino en El Puerto de Santa María. Del mismo hablaré en el siguiente post. En el presente solo voy a decir que, para poder pernoctar después de esa actuación, busqué un alojamiento en El Puerto, pero allí los precios por noche estaban dislocados. Por eso, dirigí mi mirada a Jerez, que se halla bastante cerca y que ofrece menos atractivos en el mes de julio, por lo que pude encontrar un apartamento a un precio normal. Además, el susodicho estaba muy céntrico, lo que me vino genial para poder ver cosas interesantes en el poco tiempo que tuvimos (no solo dormimos la noche del concierto, sino también la del siguiente día, pero en este quisimos aprovechar para echar un jornada playera).
El caso es que el piso se encontraba ubicado en la Calle Balderramas, que está muy cerca de la Plaza del Mercado. Esta se llama así porque ocupa el espacio en el que se asentó el zoco en época musulmana. Posteriormente, la plaza fue uno de los lugares clave de la ciudad. De ello dan fe algunos de los edificios que la flanquean.
La Plaza del Mercado está al este de los sitios más emblemáticos del centro de Jerez en la actualidad. Nosotros, el día del concierto, tras instalarnos, tiramos directamente para El Puerto. A la mañana siguiente tampoco paramos mucho más, porque al levantarnos volvimos a marcharnos con cierta celeridad, esta vez con la intención de disfrutar de la playa. Por la tarde regresamos al apartamento y, después de la correspondiente ducha, ya sí salimos a cenar y a dar una vuelta más pausada. Ese fue el momento en el que pude conocer mejor el casco urbano de Jerez. En nuestro paseo atravesamos la Plaza de la Encarnación, que se abre en uno de los laterales de la Catedral de Jerez.
Luego pasamos por delante del Monumento a Manuel María González fundador de la empresa jerezana González Byass, que actualmente es propietaria de once bodegas y que comercializa más de un centenar de productos. De todos ellos, el más famoso es el fino Tío Pepe. También son de esta compañía las célebres Bodegas Beronia. En Jerez, una estatua honra, desde 1997, la memoria de ese exitoso empresario local.
Enfrente del Monumento a Manuel María González se extiende la Alameda Vieja. Empieza ahí lo que yo recordaba de mi visita de 2014. Tras pasar por esa zona arbolada, que bordea el Alcázar de Jerez, atravesamos la Plaza Monti y acabamos en la Plaza del Arenal.
La Plaza del Arenal es la principal plaza de Jerez de la Frontera. Está situada en el centro del casco antiguo de la ciudad y hace las veces de plaza mayor. Es muy amplia y estaba llena de veladores. Muchos se encontraban hasta los topes y el que vimos con sitios libres no nos convenció, por lo que seguimos un poco más, recorriendo casi entera la Calle Lancería. En el punto en el que desemboca esta vía en la Plaza del Arenal fue donde yo disfruté de la Vuelta Ciclista a España en 2014. Viéndolo sin tanto bullicio me pareció increíble que entraran en ese emplazamiento, tanto el carril habilitado para que pasaran las bicis a toda velocidad, como todos los espectadores.
Finalmente, nos sentamos a cenar en la terraza de la Cervecería La Maceta, que está en un ensanchamiento que tiene la Calle Lancería al final. Ese bar no estuvo mal de precio y me gustaron, tanto las papas aliñás con melva, como el montadito de atún rojo que me pusieron. El camarero, además, fue muy simpático.
En definitiva, he dejado constancia de que Jerez de la Frontera me ha deparado muy buenos momentos, y de que conozco someramente su centro y parte del extrarradio de la ciudad. Queda pendiente una visita al Alcázar y a alguna de sus renombradas bodegas. También me apetece ir al Museo Arqueológico Municipal, que estaba en la Plaza del Mercado. Esta vez no pude entrar, pero todo se andará.
Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado JEREZ DE LA FRONTERA.
En 1994 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Cádiz: 28'6% (hoy día 78'6%).
En 1994 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 9'3% (hoy día 35'7%).
En 1994 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Cádiz: 28'6% (hoy día 78'6%).
En 1994 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 9'3% (hoy día 35'7%).
Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado JEREZ DE LA FRONTERA.
En 1994 (primera visita), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Cádiz: 9% (hoy día 56'8%).
En 1994 (primera visita), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1'7% (hoy día 20'8%).
Visitado JEREZ DE LA FRONTERA.
En 1994 (primera visita), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Cádiz: 9% (hoy día 56'8%).
En 1994 (primera visita), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1'7% (hoy día 20'8%).
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