6 de agosto de 2023

GAUCÍN 2023

La segunda fase de nuestras vacaciones de 2023 la hemos pasado en la Casa Rural Cortijo Don Pablo, que está situada en el término de Gaucín. Sin embargo, la misma se encuentra tan cerca del límite occidental del municipio, que su núcleo urbano de referencia es San Pablo de Buceite, una localidad que pertenece a Jimena de la Frontera. Esto ha provocado que, para abastecernos, hayamos ido a San Pablo. No obstante, a la hora de hacer turismo, sí hemos tirado para Gaucín, obviando por completo los encantos jimenatos.

Con respecto a la casa rural, el nombre le viene que ni pintado, porque el alojamiento es una especie de pequeño cortijo, ubicado en una parcela de considerables dimensiones, que se encuentra junto a la carretera, pero en mitad de la nada.




La estancia en la casa rural ha sido una gozada. En principio, íbamos a no hacer nada. Vegetar al borde de la piscina, o al lado del mar, suele ser el plan estrella de mi familia política, por lo que yo iba mentalizado para moverme menos que un gato de escayola. En el tiempo que llevo escribiendo en este blog, ya me he visto en coyunturas similares otras veces, y la verdad es que he aprendido, incluso, a disfrutar del hecho de pegarme una semana convertido en una planta. De todas formas, para evitar caer en exageraciones excesivas, tengo que reconocer que la mayoría de las vacaciones que me he pegado con mis allegados políticos, han tenido ratos de actividad, los cuales me han permitido explorar los lugares en los que he estado, que es lo que a mí me gusta. En esas situaciones, la clave, para sacar algo en claro del entorno, está en buscar, yo, algunos momentos para curiosear por mi cuenta, además de lograr que lo que hacemos juntos se concentre en un sitio determinado. En 2022 pasé en Punta Umbría siete días, y a base de unir unas cuantas pequeñas visitas, me marché de allí con un conocimiento bastante profundo del pueblo. En Cazalla de la Sierra, hace varios veranos, me sucedió igual. Este año, ha sido Gaucín la población que he recorrido lo suficiente, como para terminar satisfecho. Lo cierto es que he ido en cuatro ocasiones, por lo que he acabado con una sensación muy positiva.


Gaucín es un localidad de 1.600 habitantes, que pertenece a la provincia de Málaga, pero que linda con la de Cádiz. Está incluida en la comarca de la Serranía de Ronda. Pese a esto, como ocurre tan a menudo en Málaga, el mar se encuentra más cerca de lo que parece. De hecho, desde Gaucín se ve África.


En efecto, en la foto superior, la cordillera que se divisa en el horizonte pertenece a Marruecos, y el Peñón de Gibraltar es lo que se aprecia a la derecha, sobresaliendo tras primera línea de montañas. El mar no queda lejos, por tanto. Sin embargo, en Gaucín el ambiente es totalmente serrano.

Nosotros, el primer día que fuimos a Gaucín, lo hicimos para cenar. Gracias a eso, empecé por ver el pueblo al caer la tarde.


Luego, nos dimos un paseo y se nos hizo de noche. Tras dejar el coche en el extremo occidental de la localidad, bajamos caminando hasta la Plaza del Santo Niño. Las calles del pueblo estaban muy tranquilas, y me gustó lo cuidadas que las vi.




Gaucín está considerado un Pueblo Blanco, y sus calles están a la altura de ese apelativo. Además, la localidad tiene enclaves bastante interesantes. Así, por ejemplo, en la Plaza del Santo Niño vimos la Fuente de los Seis Caños, que es uno de los principales emblemas de la población. Fue construida en 1628, nada menos.


De todas formas, el objetivo de nuestro paseo nocturno no era ver la fuente, sino localizar un bar donde cenar. Por suerte para mí, el mismo tardó en aparecer, y eso me permitió echarle ese primer vistazo al pueblo. Por lo que respecta al bar, el que encontramos estaba en la citada Plaza del Santo Niño, que es uno de los epicentros de Gaucín.


En la Plaza del Santo Niño pone sus mesas Casa Antonia, que es donde cenamos. El bar me gustó, en primer lugar porque tenía llena la terraza, pero, a pesar a eso, las camareras pusieron de su parte para que nos sentáramos juntos, los cinco adultos y los seis niños que íbamos. Aparte, la plaza es una delicia, y, por último, la verdad es que comimos bien.

A la mañana siguiente, volví muy temprano a Gaucín para correr. En el entorno de nuestra casa, hacerlo era casi imposible, y la carretera que llega al pueblo, desde el oeste, vi que tenía un arcén ancho y seguro, por uno de sus lados, habilitado para los peatones. El mismo medía unos 2.500 metros de longitud, y era bastante llano, por lo que me vino de lujo para echar un rato de running. Al acabar, me di el gustazo de acercarme al Parque de la Alameda, dónde ya habíamos estado la noche anterior, para asomarme, de día, a su mirador, que ofrece una maravillosa perspectiva de la sierra y de la localidad. 



El Parque de la Alameda realmente es una pequeña plaza, con buena sombra, que está en uno de los laterales del Antiguo Convento de los Carmelitas Descalzos, edificio que hoy día ejerce de Casa de la Cultura.


Tras haber corrido casi una hora, fui al Parque de la Alameda, porque creí que no iba a volver a Gaucín, y quería ver las vistas de día. Sin embargo, para mi sorpresa, a la mañana siguiente regresé con mi familia al completo. Nunca sabe uno los planes que va a poder hacer en este tipo de vacaciones, pero esta vez tuve la suerte de poder echar un rato de verdadero turismo. Así, por iniciativa de mis cuñadas, nos levantamos no muy tarde, y nos desplazamos al pueblo, con la excusa de desayunar. Planazo.


A la entrada de Gaucín, en la terraza de un bar llamado Bodeguita Chaparro, disfruté de un buen desayuno, a base de tostadas de pan de pueblo y café. 

Después, cogimos los coches y nos fuimos a la otra punta de la localidad, atravesando la Plaza del Santo Niño y continuando, hasta el lugar en el que se encuentra el emplazamiento desde donde se sube al Castillo del Águila. Por allí, también comprobé que la blancura de las casas seguía siendo la nota predominante.


El Castillo del Águila es el símbolo de Gaucín. Su silueta se aprecia desde todos los puntos del pueblo, y contribuye, de gran manera, a la imagen pintoresca del mismo.


La fortaleza se asienta sobre un promontorio de 688 metros de altura, muy fácil de defender. En consecuencia, antes de la etapa de dominación islámica, el peñasco ya había sido usado como enclave inexpugnable, pero fue en el siglo IX cuando se levantó el castillo que hoy día se conserva.



Los muros del Castillo del Águila vivieron toda clase de enfrentamientos, desde época musulmana, hasta que cayó en manos cristianas. Después, se siguió usando hasta mediados del siglo XIX. En 1848, su polvorín explotó, y eso provocó que la fortaleza fuera abandonada. En la actualidad, el turismo ayuda a que los restos se conserven y no se sigan degradando, aunque el acceso a las ruinas es gratuito.

En todo caso, dada la ubicación del Castillo, para llegar a él hay que aparcar el coche abajo y subir a pie. Tras un ascenso de esos que te dejan sin aliento, se alcanza una de las entradas. La fortaleza está compuesta de dos recintos, aunque en los carteles se habla de tres, pero lo cierto es que, sobre el terreno, a mí me dio la impresión de que solo había dos líneas de murallas. La primera es la que engloba lo demás, y se accede a ella por la llamada Puerta del Este.


Tras entrar en el recinto grande, se abre un amplio e irregular espacio, que servía para proteger a la población en caso de necesidad. En el extremo norte de esa desigual explanada está la Torre de la Regente, que es de planta cuadrada. La misma se asoma al pueblo, proporcionando un espectacular panorama.


El segundo recinto, que está en medio de todo ese amplio espacio, es el de la Ciudadela. Dentro, bien resguardados, hay tres aljibes, y allí se ubica, también, la Torre del Homenaje, que en este castillo es conocida como Torre de la Reina.



En el Castillo del Águila, por tanto, la Torre del Homenaje está protegida, a su vez, por otra pequeña fortaleza amurallada, algo posterior, ya que está fechada en el siglo XIII. Desde el XVIII, la Torre de la Reina ejerce de campanario.





El Castillo del Águila es muy interesante. A diferencia de otras fortalezas que he visto, no está apenas reconstruido, pero conserva en buen estado muchas de sus partes. Además, tiene el atractivo extra de las espectaculares vistas que se ven desde él, en todas las direcciones. Esto es habitual en muchos castillos, pero, en este caso, la altura de la fortificación es significativa, y eso proporciona una perspectiva más bonita de lo normal.


Aparte, en el primer recinto fortificado, junto a la Puerta del Este, hay otra construcción. Se trata de la Ermita del Santo Niño, que data del siglo XVI. No es muy llamativa, pero su bonito acceso, así como lo cuidada que está por dentro, hacen que sea muy agradable de visitar.




En el recinto fortificado, en el extremo opuesto al de la Ermita del Santo Niño, está la segunda puerta del Castillo del Águila. Se trata de la Puerta Noroeste. Nosotros salimos por ella, tras pasar un buen rato recorriendo todos los rincones de la fortaleza. La bajada hasta el coche fue menos dura que el ascenso, y nos permitió ver otras bonitas calles que tiene Gaucín por ese lado.

Si ir a Gaucín a conocer el Castillo del Águila fue, para mí, una sorpresa, regresar un cuarto día a la localidad lo fue más aún. En principio, no estaba previsto volver, pero, mientras desayunábamos en la Bodeguita Chaparro, nos enteramos de que la feria del pueblo empezaba esa noche. Ir a ver el ambiente nos pareció un buen plan, sobre todo a los niños, que se morían de ganas de hacerle una visita a las atracciones.

La Feria de la Virgen de las Nieves, que así se denomina realmente la festividad, dura cuatro días, pero nosotros no esperamos mucho para ir. De hecho, cuando llegamos, los festejos todavía no se habían inaugurado, aunque había ya cierta animación. La Feria no tiene casetas, en el sentido sevillano de la palabra. Es el Polideportivo Municipal el que ejerce de gran caseta, y es en la calle que tiene delante, llamada Calle Jacobo Real, que es recta y llana, y tiene un pequeño ensanchamiento, donde se colocan los cacharritos y los puestecillos.


Nosotros tuvimos la fortuna de ver el como se desarrollaban los primeros compases oficiales de la festividad. En efecto, en un momento determinado, llegó a la zona ferial el pasacalles con la corte de honor, acompañado de la Banda de Música Villa de Gaucín. Al poco, se produjo el protocolario corte de cinta, y tuvo lugar el encendido del alumbrado. Fue el comienzo de la fiesta.



Por lo que respecta a los cacharritos de la Feria, la parte de la noche en la que estuvimos liados con ellos, fue, sin duda, la más movidita. En primer lugar, nos centramos en unas camas elásticas que había, así como en el toro mecánico para niños. Ahí no hubo conflictos. Sin embargo, para rematar la faena, nos acercamos a los coches de choque. No fue buena idea, pero es que tampoco había mucho donde elegir. El caso es que esta atracción siempre es algo brusca, pero en Gaucín el tema se desmadró, debido a la presencia, al volante de los autos, de un buen puñado de pajilleros, que estaban dedicados a embestirse entre ellos a lo bestia, pero que también iban a por las personas a las que querían, en teoría, impresionar, o vacilar. Sentados sobre el respaldar de sus asientos, conducían en plan kamikaze, buscando víctimas, y lanzaban los vehículos hacia adelante, impulsándolos con el cuerpo al ir a colisionar con los otros. Los impactos eran salvajes, pero los empleados de la atracción ferial pasaban olímpicamente. Ni yo, ni María, ni mis cuñadas, ni, mucho menos, mi suegra, teníamos la intención de subirnos a ningún coche, pero los menores compraron fichas para dar dos viajes cada uno, y se tiraron todos a la pista, sin percatarse de la presencia, en ella, de ese nutrido grupo de adolescentes descontrolados. Los mismos no parecían dispuestos a salir de la atracción, dado que enlazaban un turno con el siguiente. Estaban disfrutando del momento más excitante de su año, eso quedó tristemente claro. Cuando llegamos, ya estaban, y allí se quedaron al marchamos. Nuestro error fue que, tras ver cual era el panorama, en vez de prescindir del segundo viaje para el que los niños habían comprado tickets, nos limitamos a sacar del fregado a los dos pequeños, que se bajaron impactados, y a montarnos, María con mi sobrina Lucía, y yo con Ana, con la intención de protegerlas de sus coetáneos. Me jodió dejarme intimidar por un puñado de imberbes palurdos, y por esa razón me subí.


No puedo negar que montarme en los coches de choque fue una mala decisión. Yendo al volante, yo me dedique a huir de los conflictos, porque no era una opción liarme a puñetazos con ningún niñato, pelado por su peor enemigo, pero los cabrones estaban por todos lados, y, tras un golpe que no vi venir, me di un leñazo en la rodilla derecha, que me ha dejado lesionado. Hay que joderse.

En definitiva, ese último ratillo en Gaucín amenazó con empañar los demás, pero tampoco voy a permitir que un puñado de catetos me agüen los recuerdos. En verdad, el pueblo me encantó, y la mayoría de la gente a la que tratamos se portó de maravilla. Realmente, tengo la rodilla mal, y eso es un fastidio, pero todo quedará en una mera anécdota... cuando pueda volver a correr.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado GAUCÍN.
% de Municipios ya visitados en la Provincia de Málaga: 20'4%.
% de Municipios de Andalucía ya visitados: 21'6%.


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