31 de diciembre de 2023

REAL MONASTERIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL 2023

Llevaba una década queriendo ir al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Al final, lo he logrado en las postrimerías de este 2023, pero la visita fue un tanto acelerada, por lo que tendré que volver. Por eso, después de haberme enrollado como una persiana en el post anterior, dedicado a Madrid, en este voy a intentar ser más sucinto. No se si lo conseguiré, porque este espectacular edificio da para mucho, incluso aunque se recorra un poco a la carrera. 


Para empezar, voy a poner la visita en contexto. En el citado post precedente, ya he explicado por qué he cerrado el año turístico participando en un viaje grupal, que estaba organizado por la empresa sevillana de turismo cultural Ispavilia. No me voy a repetir, pero sí es menester señalar, que los tres días que ha durado ese viaje los hemos pasado, mayoritariamente, en la ciudad de Madrid. Fue la última mañana, cuando nos llevaron a ver el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, tal y como estaba programado.


Luego, lo cierto es que el tour me supo a poco, porque ver bien uno de los edificios con más miga de España, en dos horas y media, es imposible. Es lo que tienen las visitas organizadas. La que montó Ispavilia no estuvo mal, en líneas generales, y el tiempo que estuvimos recorriendo El Escorial fue una gozada, pero fuimos muy justos, y no pude sacarle el jugo por completo. De todas formas, como toma de contacto cumplió. 

Sin irme por las ramas, antes de nada tengo que decir que el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial fue construido gracias a la iniciativa de Felipe II. Este, que era el monarca desde 1556, en 1558 recibió el encargo póstumo de su padre, Carlos I, de crear un edificio que albergara su tumba. A raíz de eso, el Rey Prudente puso a una comisión a trabajar, para encontrar el emplazamiento ideal para ese magno inmueble, destinado a servir de panteón. La única condición previa era que el sitio estuviera en un lugar céntrico de la Península Ibérica. El gato al agua se lo llevaron los alrededores de El Escorial, un pequeño pueblo que no hay que confundir con San Lorenzo de El Escorial, que es la población que surgió en los alrededores más inmediatos del Monasterio, y que hoy día es independiente de El Escorial, aunque ambas localidades estén casi pegadas.


De manera paralela, buscando alejarse de los núcleos de poder de la nobleza y de la Iglesia, y para ganar independencia, Felipe II decidió, en 1561, trasladar la Corte a Madrid. En consecuencia, el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial quedó emplazado muy cerca del nuevo epicentro de España, lo que, sin duda, influyó en que no acabara siendo un mero panteón, sino que se convirtiera en algo mucho más simbólico. En efecto, el edificio terminó agrupando varias funciones. En su concepción original, era un cenobio, cuya iglesia estaba llamada a ejercer de mausoleo de Carlos I y de su mujer, así como de Felipe II, de sus allegados y de sus sucesores. En ella, los frailes tenían que orar por la salvación de las sucesivas familias reales. Luego, se le anexó también un palacio, para alojar al rey y a su séquito. Además, se añadió al complejo un colegio y un seminario, para completar la función religiosa del Monasterio, y, por último, se proyectó una tremenda biblioteca, destinada a servir a estas dos instituciones de enseñanza, al monarca y a la propia comunidad monástica. Felipe II, al unir su residencia a un monasterio, pretendió institucionalizar su dinastía como defensora suprema de la fe católica. Por esa razón, aunque todo se podría haber hecho con mayor discreción, el soberano no escatimó en medios para que la obra fuera impactante. 

El caso es que en 1563 se puso la primera piedra de El Escorial, y los trabajos no se dieron por concluidos hasta 1586. Felipe II fue un hombre bastante longevo para la época, y gracias a eso pudo habitar su palacio 12 años. Cuando se trasladó a su nueva residencia, tenía 59 años, había enviudado ya cuatro veces, y había visto morir, también, a cinco de los hijos que había tenido y que habían logrado superar el año de vida. Le quedaban tres, incluido el futuro Felipe III. En su soberbio hogar, vivió con sobriedad hasta su muerte. Desde allí, reinó de manera activa, sin descuidar su intelecto, pero entregado a un estilo de vida casi monacal. 

Más de cuatro siglos después, sigue habiendo monjes en el Monasterio de El Escorial, el panteón de los reyes y de los infantes continúa en uso, en la Basílica se casa la gente con poderío, el Real Colegio Alfonso XII es un centro educativo de niños de todas la edades, y la Biblioteca presta servicio, por lo que el edificio sigue a pleno rendimiento. Además, desde 1984 es Patrimonio de la Humanidad, por lo que también se enseña a un buen número de turistas.


Desde fuera, el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial presenta un aspecto compacto, pero realmente es un edificio que está dividido en varias partes, repartidas en tres niveles (la planta baja, la planta primera y el sótano). Por dentro, es un auténtico laberinto, que ocupa una superficie de 33.327 m². La próxima vez que vaya, intentaré sistematizar la visita, pero en esta ocasión me dejé llevar, y me resulta imposible poner en pie el recorrido que hicimos, a pesar de que tengo un plano bastante detallado. Con la idea de organizar un poco la narración de lo que vi, lo que voy a hacer es hablar por separado de las ocho zonas básicas del inmueble.

Como es lógico, la primera parte que uno se encuentra del Monasterio es la del exterior. Fuera, cuenta con varias construcciones anexas, que antaño tuvieron sus funciones, y que hoy se siguen utilizando para los fines más diversos. En esta zona también podemos incluir la Lonja, que es como se denomina a las explanadas septentrional y occidental del edificio.

El segundo espacio del Monasterio es el de la Basílica, a la que se accede tras atravesar el zaguán principal y el Patio de los Reyes.


La Basílica de San Lorenzo de El Escorial es el corazón del Monasterio, por lo que las visitas empiezan en ella. Se trata de una iglesia tremenda, como no podía ser de otra manera. Su punto más elevado está a 95 metros del suelo.


No obstante, para mí lo bueno empezó en la zona conventual. En ella, el Patio de los Evangelistas es el centro. A su alrededor, el Claustro Principal Bajo hace de elemento distribuidor de un montón de estancias.


Una de ellas es la Iglesia Vieja, que no es más que una gran sala, que se habilitó para celebrar misas durante el tiempo en el que la Basílica estuvo en construcción. Hoy día, allí se organizan conciertos, y de una de sus paredes cuelga El Martirio de San Lorenzo de Tiziano


El Martirio de San Lorenzo es una de las principales obras de arte que se conservan en El Escorial. Su emplazamiento iba a ser el altar mayor de la Basílica, pero Tiziano pintó el cuadro en Venecia, y lo mandó terminado. En principio, cuando fue colocado en el sitio previsto no quedó bien, dado lo oscuro que era, por lo que se reubicó en la Iglesia Vieja. No obstante, la plasmación de la ambientación nocturna que muestra es magistral.

Uno de los lugares que más me gustaron de toda la visita fue la Gran Escalera, porque en su techo está pintada otra obra maestra. Se trata de un fresco de Luca Giordano, que se titula La Gloria de la Monarquía Española.


Por lo que respecta a la escalinata en sí, esta comunica los dos pisos del claustro, y suele ser objeto de atención, ya que es del tipo imperial, es decir, que nace en un solo tramo y en el descansillo se divide a izquierda y a derecha.

Las otras estancias destacadas que dan al Claustro Principal Bajo son las Salas Capitulares, que servían para albergar las asambleas de los monjes del cenobio. Son dos, la Sala Vicarial y la Sala Prioral. En ellas, vuelven a brillar los lienzos que cuelgan de las paredes. El poderío de Felipe II era inmenso, y no escatimó en gastos a la hora de decorar a lo grande su monumental sueño constructivo. Algunos de los cuadros que se pintaron para ello se conservan, hoy día, en el Museo del Prado, pero en los muros de las Salas Capitulares siguen colgadas obras de José de Ribera, de Tintoretto, de Veronés, de Velázquez o de El Greco. La Sala Vicarial, por ejemplo, aún está presidida por San Jerónimo Penitente de Tiziano.


La cuarta parte del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial es la conocida como Palacio de Felipe II. Este está dividido en dos espacios. El privado se encuentra vertebrado alrededor del Patio de Mascarones, y recibe el nombre de Casa del Rey. En este sector, a su vez, se distingue entre el Palacio de Verano (ubicado en el sótano) y el Palacio de Invierno (situado en la planta baja, a la altura de la zona conventual, y a la espalda de la Basílica, así como en el primer piso). El segundo espacio del Palacio de Felipe II es el Palacio Público.

El Palacio Público me pareció menos llamativo. Lo cierto es que lo vimos un poco rápido. Sí me llamó la atención, no obstante, que el Palacio Público y la Casa del Rey se comunican, en la planta primera, mediante la Galería de las Batallas, que es una larga sala de 55 metros, que servía tanto para el paseo a cubierto, como para las recepciones solemnes.


No es casual lo de que se usara, para organizar recepciones públicas, una enorme sala repleta de frescos, dedicados a representar batallas ganadas por el propio Felipe II o por sus antepasados.

La Galería de las Batallas conecta el sector público del Palacio de Felipe II con el privado, que es el que tiene más chicha. Lo digo, porque en la parte del Palacio de Invierno se ven las habitaciones reales que sirvieron de morada a Felipe II y a sus allegados. Entre estos, no hubo ninguna reina. Como he dicho antes, en 1586, cuando el monarca se trasladó allí, ya había fallecido, incluso, su cuarta esposa. En ese año, tan solo vivían las dos hijas mayores de su tercer matrimonio (eran Isabel, que tenía 20 años, y Catalina, que contaba con 19), así como el único hijo que le quedaba del último enlace, que sería el futuro Felipe III (aún era un niño de 8 años). Sin embargo, la hija menor se había casado, en 1585, con Carlos Manuel I de Saboya, y se había trasladado con su marido fuera de España. Seguramente, Catalina llegó a ver casi terminado El Escorial, porque, tanto ella, como su hermana Isabel, convivieron con su padre, pero la joven se marchó al extranjero antes de que estuviera finiquitado, y murió en 1597 sin haber vuelto a pisar la Península Ibérica. Isabel, en cambio, sí permaneció junto a Felipe II hasta su muerte, y hay constancia de que colaboró con él en las tareas de gobierno. Por eso, en el Palacio de Felipe II está, por un lado, el Cuarto del Rey, y, por otro, el Cuarto de la Reina o de la Infanta. En realidad, estos aposentos iban a ser para Ana de Austria, pero al morir esta en 1580, los acabó usando la infanta Isabel, en los largos periodos en los que ella y su padre estuvieron en El Escorial, entre 1586 y 1598.

En líneas generales, toda la zona privada de Felipe II destaca por la sobriedad, pese a lo exagerado que fue el monarca con las proporciones del edificio y con el nivel de sus elementos decorativos. La mesura se aprecia, por ejemplo, en la Sala de Audiencias, que hoy se denomina también Sala de Retratos


Los ornamentos son muy escasos en las habitaciones que Felipe II usaba a diario. Está claro que, en las distancias cortas, el rey quería trasmitir moderación, sencillez y austeridad.


Eso no significa, no obstante, que el rey no se pegara caprichos, como el de poder escuchar, con la cabeza apoyada en la almohada, las misas que se decían en la Basílica


En efecto, es muy curioso que la disposición del Monasterio permitiera que Felipe II, desde su cama, pudiera ver el altar mayor de la Basílica, a través de un ventanuco. 

El grueso del Palacio de Felipe II se halla en la planta baja del Monasterio, pero, a diferencia de las demás partes en las que se divide este, la Casa del Rey se extiende al sótano. En ella, está ubicado el Palacio de Verano. En 1963, las salas de ese piso bajo se habilitaron para exhibir la mayoría de las obras de la colección pictórica del Monasterio que no habían sido trasladadas al Museo del Prado. Así, en ese espacio expositivo hay nueve estancias, organizadas de una manera lógica. Además, hay otras dedicadas a la historia arquitectónica del edificio, que yo no vi, y, como introducción a estos dos museos, hay un par de salas más, que estuvieron integradas en el Palacio Público. En una de ellas, llamada Sala de Honor o de San Mauricio, se encuentra expuesto el magnífico cuadro El Martirio de San Mauricio y la Legión Tebana de El Greco.


Ese cuadro fue encargado por Felipe II para la Basílica, pero al recibirlo no le gustó, por lo que lo relegó a un lugar secundario de su palacio.

De las ocho partes básicas en las que he dividido el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, ya he hablado de cuatro (recapitulando, han sido la zona exterior, la Basílica, el área conventual y el Palacio de Felipe II). La quinta es la de los panteones, que es, quizás, la que más impresiona. El amplio sector destinado a los enterramientos está a continuación del Palacio de Verano del rey, en la planta sótano, aunque tiene un acceso bien diferenciado.


En origen, el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial fue creado como un sitio donde enterrar a Carlos I y a sus descendientes. En 1700, la dinastía real cambió en España, cuando Carlos II murió sin haber tenido hijos, y le sucedió Felipe V, que no era un Habsburgo, sino un Borbón. Sin embargo, a pesar de que, desde comienzos del siglo XVIII, los reyes españoles ya no son de la estirpe directa de Carlos I, El Escorial no ha dejado de ser usado como su lugar de enterramiento. De hecho, 12 de los 16 soberanos que han reinado en España desde Carlos I, se hallan en la Cripta Real del Monasterio. Solo faltan allí Felipe V, precisamente, y su hijo Fernando VI, que descansan en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, así como los dos monarcas que lograron desplazar a los Borbón, pero que tuvieron que irse al poco por donde habían venido (uno fue Amadeo I, miembro de la Casa de Saboya, que duró en el trono 25 meses, y que murió en su Turín natal, y el otro fue el célebre José I, hermano de Napoleón, que no llegó a los 6 años de gobierno, y que fue enterrado en París). Todos los demás están en la cripta regia, acompañados de las reinas consortes que fueron madres de reyes, y del único rey consorte de la España moderna y contemporánea, que fue el marido de Isabel II.
 

Según lo que he dicho, en la Cripta Real deberían estar enterradas 24 personas, pero, en realidad, hay 26, porque se encuentran allí también los restos de Isabel de Francia, primera esposa de Felipe III, y los de Juan de Borbón y su esposa, María de las MercedesIsabel de Francia, sin ser madre de ningún monarca, se ganó el hueco, porque su hija, tras convertirse en reina consorte de Francia, además de tener descendientes en el trono del país vecino, los acabó teniendo igualmente en el nuestro, dado que su nieto (y bisnieto de Isabel de Francia, por tanto), terminaría inaugurando la línea sucesoria de los Borbón, al convertirse en Felipe V de España. Por su parte, Juan de Borbón y María de las Mercedes, los abuelos del actual soberano, tienen su sitio en el lugar más preminente del panteón, porque no renunciaron a los derechos dinásticos durante la dictadura de Franco, es decir, que se les considera reyes que no reinaron (en la Cripta Real hay 26 y no 27 tumbas, porque Luis I no tuvo tiempo de tener hijos, por lo que su única esposa, Luisa Isabel de Orleans, no corrió la misma suerte que Isabel de Francia, y fue enterrada lejos).

Hay que decir que en la Cripta Real solo tienen cabida 26 tumbas, por lo que es un misterio donde van a acabar el emérito y la reina Sofía, así como los actuales monarcas. Por otro lado, Juan de Borbón y María de las Mercedes todavía no están en sus nichos, sino que yacen aún en el Pudridero. De este lugar, que tiene un nombre tan desagradable, por fortuna solo vimos la puerta. Allí es donde los cadáveres se descomponen y se quedan reducidos a la mínima expresión, antes de ser depositados en las sepulturas definitivas, ya sea en las de la Cripta Real, o en las de los panteones anexos de El Escorial...

Porque en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial hay 102 tumbas más, además de las 26 comentadas. Aquello es un auténtico cementerio. Así, como antesala de la Cripta Real se encuentra el enorme Panteón de Infantes, que está compuesto por una sucesión de salas, las cuales contienen los sepulcros de la mayoría de las reinas consortes de España que no tuvieron hijos reyes. Junto a ellas, descansan los príncipes y princesas de la familia real española, es decir, los infantes y las infantas. El hecho de que se les llame de esa forma no quiere decir que todos fueran niños.


Por ejemplo, Antonio de Orleans y Luisa Fernanda de Borbón, Duques de Montpensier, murieron ambos con 65 años. Los dos estuvieron muy relacionados con Sevilla y con Castilleja de la Cuesta, pero sus restos reposan en El Escorial, como hermana y como cuñado de Isabel II.


Sin embargo, sí hay un lugar especial en el Panteón de Infantes reservado a los integrantes de la familia real española que han fallecido antes de alcanzar la pubertad. Se trata del Mausoleo de Párvulos, que se encuentra en la Cámara IV. Se alternan en él los Borbón y los Habsburgo. En este caso, están ocupados 34 de los 60 nichos. 


Dado que la esperanza de vida al nacer ha mejorado una barbaridad, con un poco de suerte, durante mucho tiempo no se tendrán que enterrar más niños en el Mausoleo de Párvulos. Otro tema es el de los sepulcros vacíos que hay en cámaras como la octava. Ahí sí hay sitio para los próximos fallecidos de la familia real española que no hayan reinado.


La sexta parte básica, de las ocho en las que he dividido el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, es la del Palacio de los Borbones. En nuestro caso, al llegar a ella ya íbamos muy tarde. Esa zona no se puede decir que la viera bien. No obstante, pese a que pasamos como una exhalación por muchas de sus salas, sí me quedé con una idea general de como son. 

En origen, el Palacio de los Borbones era la parte del Monasterio donde se alojaban los parientes del rey, así como los gentileshombres de la Corte. Años después, en tiempos de Carlos III, eran los infantes los que se repartían esas estancias, en las etapas en las que la familia real residía en El Escorial. Por eso, en 1788, cuando Carlos IV subió al trono, decidió que quería seguir alojándose en las habitaciones a las que estaba acostumbrado, y no en los tradicionales aposentos dedicados al monarca, que habían sido los de Felipe II. Desde entonces, la primera planta de la esquina noroeste de El Escorial es un suntuoso palacio de estilo versallesco, que contrasta con la austeridad de la zona filipina. Como ejemplos, recuerdo el comedor de gala, que fue montado por Isabel II en la sala donde su padre, Fernando VII, jugaba al billar, o el Salón Pompeyano, que se encuentra en el llamado Cuarto de las Infantas.


La séptima y última parte de El Escorial que vimos fue la Biblioteca. Yo soy bibliotecario, así que se puede decir que dejamos para el final el sector del edificio que más me toca.


La Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial es tremenda. Su ubicación, así como su riqueza decorativa, demuestran la importancia que le dio Felipe II, dentro del conjunto monacal, por el prestigio que le daba a la Corona atesorar semejante compendio del saber. 


La parte que se visita de la Biblioteca es el salón principal o de honor, en el que se conservan libros impresos, pero hay también una sala específica para manuscritos, y otra para más impresos y para libros prohibidos. A pesar de los desastres acaecidos a lo largo de los años, la Biblioteca alberga 40.000 textos, entre ellos un buen número de riquísimos manuscritos latinos, griegos, hebreos y árabes.


Como se ha podido comprobar, pese a que nuestra visita fue, en determinados momentos, un poco atropellada, la verdad es que pudimos echarle un ojo a casi todas las partes del Monasterio. La única que no vimos fue la octava, que es la del Colegio Real Alfonso XII.

En 1985, siendo muy niño, visité por primera vez el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Me llevaron mis padres. De aquel día, solo recuerdo la cama de Felipe II y la broma que me gastó un vigilante, mientras esperábamos para bajar a ver el panteón. El señor hizo el amago simulado de ir a quitarme un pequeño souvenir que yo tenía en la mano, y eso me hizo tan poca gracia, que aún recuerdo el incidente. 38 años después he vuelto, y he podido ver el impresionante edificio con ojos de adulto. No obstante, todavía quiero regresar yendo a mi aire. Me apetece curiosear más, y fijarme bien en ciertos detalles. No se cuando será, pero intentaré que no falte mucho.

Mientras, vamos a despedir un año más. En efecto, en unas horas pondremos fin a 2023. Mi deseo es que 2024 nos traiga, a todos, trabajo y salud, en compañía de los seres queridos. Si, por lo que a mí respecta, se cumplen esas tres premisas, sin duda podré seguir reflejando momentos felices en En Ole Väsynyt.


Reto Viajero MONUMENTOS DESTACADOS DE ESPAÑA
Visitado REAL MONASTERIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL.
En 1985 (primera visita), % de Monumentos Destacados de España visitados en Castilla y León: 11'8% (hoy día, confirmada ya esta visita, 58'8%).
En 1985 (primera visita), % de Monumentos Destacados de España visitados: 11% (hoy día, confirmada ya esta visita, 42%).


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