31 de diciembre de 2024

SAN SILVESTRE DE ESPARTINAS 2024

Desde hace más de 16 años, paso corriendo por Espartinas casi todos los días que salgo a entrenar. Teniendo en cuenta que lo hago cinco veces a la semana, la cantidad de zancadas que he dado por el término municipal espartinero se cuentan por millones. Sin embargo, hasta el domingo nunca había disputado una carrera en esa localidad.


Por fin puedo tachar Espartinas de la lista de pueblos sevillanos en los que no he competido. Lo cierto es que había perdido varias oportunidades de hacerlo allí, en 2015 y 2016. En esos años, el boom de las carreras populares, que alcanzó su cota máxima entre 2012 y 2013, ya empezaba a ralentizarse. Yo vi claro que las tres pruebas que se montaron en Espartinas no iban a afianzarse, y no me apeteció participar en ellas.

Al hilo de esto, tengo que decir que me sigue resultando curioso el fenómeno que vivimos con el atletismo popular, hace ya casi dos décadas. Todo empezó con el cambio de siglo, momento en el que correr dejó de ser cosa de frikis. La verdad es que fue ahí cuando yo hice mis pinitos. 


Poco a poco, la afición por el running fue creciendo, y en 2007, por primera vez, me quedé sin dorsal en una carrera, por no haber hecho pronto la inscripción. Recuerdo que me sentó como un tiro. En 2008, cuando llegó la crisis económica, lo de salir a correr y lo de tomar parte en competiciones era ya corriente para muchos, y se produjo la explosión. En un par de años, el poder adquisitivo de los españoles se hundió, y el ocio gratuito se revalorizó a tope, hasta el punto de que las calles se llenaron de atletas populares. Con la recesión, se vaciaron los cines, los restaurantes y los locales nocturnos, y se llenaron los parques. De manera paralela, ante ese potencial aumento de la clientela, las carreras empezaron a proliferar por doquier. De repente, todos querían organizar una. Aunque hubo algún listo, la mayoría lo hizo de buena fe, y surgieron una gran cantidad de eventos, que pretendían aprovechar el caldo de cultivo existente, para dinamizar un pueblo o un barrio. Otros pensaron que celebrar una prueba atlética era una magnífica forma de conseguir fondos para hermandades, asociaciones o cosas así. La consecuencia fue que, en aquella época, aparecieron en el calendario un sinfín de carreras, que se veía bien a las claras que no iban a pasar de tener una o dos ediciones, dado que, en realidad, estaban montadas en plan amateur, y sin demasiado apoyo institucional. En la actualidad, eso sigue ocurriendo, pero, a comienzos de la década que comenzó en 2010, el fenómeno fue más patente.

En Espartinas, eso es lo que sucedió, pero, para colmo, tardaron mucho en subirse al carro, de manera que, para cuando lo hicieron, ya incluso la burbuja se estaba desinflando. En este caso, fue la Hermandad Sacramental espartinera, sin más apoyo municipal que el indispensable para cortar las calles, la que montó los citados tres eventos. Dos fueron pruebas nocturnas, y el tercero fue un cross semiurbano. Este último, por desgracia acabó siendo la carrera con una menor participación del que yo he tenido noticia... 

El Ayuntamiento, por su parte, en 2020 ya sí decidió ponerse manos a la obra, para sacar del ostracismo atlético a una población como Espartinas, que tiene la segunda renta per cápita más alta de la provincia de Sevilla. Sin embargo, lo hizo montando una carrera de la mujer. En 2024, se ha celebrado la quinta edición de esa cita. A mí me encanta que haya prosperado, pero está claro que faltaba algún otro evento en el que pudiéramos participar los hombres. 

Así estaban las cosas cuando, recién estrenado 2025, corriendo como de costumbre por Espartinas, vi unas flechas en el suelo. Las habían pintado hacía poco, y me temí lo peor. Al llegar a casa, me metí en Internet, y, en efecto, comprobé que se había disputado una carrera en el pueblo unos días antes. Era una san silvestre, y yo no me había enterado a tiempo. No obstante, esta vez la cita había sido un éxito, y contaba con el apoyo del consistorio espartinero, por lo que tenía la certeza de que se iba a volver a celebrar. No me equivocaba.


El caso es que la San Silvestre de Espartinas celebró su segunda edición el pasado 29 de diciembre. Aparte del hecho evidente de que esta carrera es una san silvestre que no se disputa el día de San Silvestre, la misma presenta otras dos particularidades. Por un lado, está apadrinada por el Ayuntamiento de Espartinas sin reservas, como ya he dicho, lo que hace que esté muy bien montada.


Detalles como la lona serigrafiada, colgada en la fachada del Ayuntamiento, así como el arco de meta con el nombre de Espartinas, situado a las puertas del consistorio, indican que los regidores municipales están por la labor de que el evento cuaje. Que la alcaldesa, Cristina Los Arcos, diera la salida, y que la delegada de deportes, Susanna Ortega, estuviera dando dorsales en la mesa, son hechos que apuntan en la misma dirección.

Aparte, como todas las san silvestres que han ido surgiendo con los años, a imagen y semejanza de la madrileña, y con independencia de que se disputen el mismo 31 de diciembre o unos días antes, la San Silvestre de Espartinas es un evento que está encuadrado en las Navidades, por lo que es especialmente festivo y popular. La mejor muestra de ello es que yo corrí los 5.000 metros en 21:58 (22:00 pone en la clasificación), y, aunque tampoco es una marca estratosférica, acabé en el puesto 37, de un total de 309 participantes. 


Evidentemente, la sansi espartinera es una de esas citas en las que se animan a participar personas que no son habituales de este tipo de eventos. Eso le da un toque especial. Yo he disputado un montón de pruebas, y hay muchas que han pasado sin pena ni gloria por mi vida, pero también ha habido otras en las que he acabado disfrutando de agradables momentos que no esperaba. En Espartinas, el domingo esto es lo que me sucedió. En principio, yo me había apuntado con la simple idea de avanzar en mi reto de correr, al menos, una carrera en cada municipio de la provincia de Sevilla, pero luego, además, terminé echando uno de los ratos más gratos de los últimos tiempos.

Por otro lado, yo no sabía cuál iba a ser el recorrido de la San Silvestre, pero al final resultó que el circuito estaba trazado por donde yo entreno con más frecuencia, lo que hizo que fuera una carrera muy especial también en ese sentido. En realidad, aprovechando que Espartinas es un pueblo bastante cuadriculado, hicimos como una especie de rectángulo. Efectivamente, salimos en dirección oeste, y, aunque cambiamos de calle varias veces, llegamos hasta el extremo de la población, siguiendo una línea casi recta. Después, tiramos hacia el norte un momento, y regresamos avanzando por vías que discurren paralelas a las que habíamos llevado al ir. Justo al alcanzar el Parque Nuestra Señora del Rocío, que es donde se halla el edificio del Ayuntamiento, cerramos el rectángulo, al atravesar ese parque para enfilar la meta.


Yo me sentí fenomenal corriendo. Como conocía las calles que pisaba, sabía donde estaban las cuestas y en que tramos podía encontrarme un perfil benevolente, por lo que traté de aprovechar esa ventaja. En general, subimos más en la primera mitad de la prueba, sin que hubiera tampoco grandes desniveles, mientras que la segunda parte fue rápida en mayor medida. Yo, tras salir, fui alcanzando gente durante un rato, hasta que llegó un momento en el que ya no pude recortarle nada al chico que llevaba delante mía, que es el que sale en las fotos de la meta.

El caso es que todo se juntó, porque la buena organización y el circuito no fueron las únicas cosas que hicieron que la mañana se convirtiera en una de esas que quedan bien grabadas en la memoria.


En efecto, tanto los prolegómenos de la carrera, como el rato de después, completaron una mañana sensacional. Para empezar, la prueba comenzó a las 12, por lo que María se vino conmigo. Poner la salida a esa hora fue un acierto, porque el frio se había mitigado ya a mediodía, y había un ambiente muy agradable en los alrededores del Parque Nuestra Señora del Rocío. Además, tuvimos suerte y el día amaneció espléndido. Nosotros, dado que todo había ido rodado, tras recoger el dorsal decidimos irnos a tomar un café. Para hacerlo, nos metimos en la cercana Cafetería Pastelería Bariloche. Allí estuvimos calentitos y a gusto el tiempo que quisimos.


Después de correr, para seguir exprimiendo el rato, y para hacerle un poco de gasto a una asociación que había montado una barra, entramos en el anexo Complejo Municipal de Deportes Juan Antonio Ruiz Espartaco. Allí, en unas mesas que habían colocado, nos tomamos una cervecita al sol, y rematamos la experiencia como está mandado.

En definitiva, gozar de una mañana así, en plenas Navidades, fue un placer. Por lo que respecta a En Ole Väsynyt, con este post acabo 2024. En mayo, hará ocho años que escribo en el blog. Es una pasada, pero no tengo intención de parar, de manera que en 2025 seguiré plasmando en él mis andanzas. ¡Feliz año!


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 259.
% del Total de Carreras a completar: 25'8%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en ESPARTINAS.
% de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que he corrido una Carrera: 38'1%.


14 de diciembre de 2024

EL PUERTO DE SANTA MARÍA 2024

Decía en el post anterior, dedicado a Madrid, que María está de exámenes, y que el segundo episodio de nuestro periplo Opositores on Tour iba a tener lugar en Cádiz, apenas un día después de la prueba que había hecho en las dependencias de la Universidad Complutense madrileña, perteneciente al proceso destinado a dotar de personal a un buen número de archivos de titularidad estatal. Yo, que la había acompañado a la capital, también fui con ella a que hiciera este otro ejercicio, con el que se busca cubrir un puesto de archivero en la Diputación de Cádiz. Sin embargo, en esta ocasión no pisé la Tacita de Plata, porque no hallé ningún alojamiento a un precio razonable allí. En cambio, sí apareció una aceptable opción para pernoctar en El Puerto de Santa María, que se encuentra muy bien comunicado con Cádiz mediante tren. 


La mañana del examen, acerqué en coche a María a la estación, y todo salió rodado. No obstante, yo no me moví de El Puerto, por lo que el presente artículo está centrado en este pueblo, y complementa al que ya escribí sobre él en 2021. 

Antes de pasar a comentar qué es lo que vi en El Puerto de Santa María, en las 20 horas en las que estuve allí, es importante decir que, si bien a Madrid fuimos solos María y yo, a esta segunda parte del periplo también nos acompañaron Ana y Julia, así como David, que es un amigo de Ana que, de momento, se ha ganado el derecho a venir de vez en cuando con nosotros. En efecto, tanto María como yo, teníamos ganas de que los tres se unieran a la comitiva, por lo que hicimos una parada técnica en Sevilla y los recogimos, antes de seguir hacia el sur.

Al llegar a El Puerto, lo primero que hicimos fue ir al apartamento que habíamos alquilado, y luego, en seguida, nos fuimos a cenar. María venía de hacer un examen agotador por la mañana, y tenía el otro al día siguiente, así que necesitaba un rato de distensión. Por eso, decidimos darnos una alegría, y acabamos en la Pizzería Napolitana Ditaly.


Ditaly es una franquicia, que tiene locales por toda España. Eso le podría restar atractivo al restaurante de El Puerto, pero lo cierto es que el trato en él fue bastante personalizado, hasta el punto de que nos atendió, en parte, el capo del lugar. Además, la carta me pareció original, la comida era de calidad, y tenía un toque muy particular. El Ditaly portuense a lo mejor comparte la oferta con las demás pizzerías de la cadena, pero tampoco vamos buscando una exclusividad absoluta. A mí, me vale conque lo que me sirvan esté bueno, y la focaccía y la pizza de Ditaly me encantaron.


Más allá de eso, también me gustó el agradable paseo nocturno que nos dimos por el centro de El Puerto. Era domingo, y aunque no era demasiado tarde, lo vimos todo muy tranquilo, pero ya iluminado para las Navidades.


Al día siguiente, volví por esas calles, para verlas con luz natural. Realmente, la mañana tuvo tres fases. En la primera, estuve yo solo, ya que, tras dejar a María en la Estación de Tren de El Puerto de Santa María y correr un rato, me duché y salí sin compañía, a dar una vuelta matutina por la localidad. A la juventud la dejé durmiendo. 

El Puerto de Santa María es un pueblo que se merece una detallada visita, porque tuvo más importancia en la Edad Moderna de lo que parece, dado que su puerto estuvo muy vinculado al comercio con América en esa época. Efectivamente, ya en 1680 se decidió que la flota de Indias empezara a descargar sus mercancías en Cádiz, en vez de en Sevilla, pero fue en 1717 cuando la Casa de la Contratación, y, con ella, el monopolio de las transacciones, se trasladó a la Tacita de Plata. Eso hizo que El Puerto de Santa María, que se encuentra situado justo enfrente, en mitad de la Bahía de Cádiz, y en la desembocadura del Río Guadalete, pasara a jugar un destacado papel, desde el punto de vista mercantilista. Allí, se asentaron multitud de comerciantes, se estableció la Capitanía General del Mar Océano, y se fijó el sitio donde las galeras reales fondeaban en invierno. Por ello, la localidad está repleta de casas-palacio, de conventos, de iglesias, de hospitales y de otros edificios de interés. 

En consecuencia, El Puerto de Santa María no se ve en un rato, porque hay mucho patrimonio inmueble en el que entrar. Sin embargo, el dinero que llegó al pueblo no solo dejó huella en los edificios, sino también en el urbanismo, por lo que es igualmente interesante recorrer las calles del centro con calma, para tomar conciencia, en plan general, de lo que fue El Puerto de Santa María en su época de esplendor. En ese sentido, en la población hay un número importante de llamativas plazas que explorar. La Plaza del Polvorista, por ejemplo, se hallaba cerca de nuestro alojamiento, y, aunque está muy reformada, alberga una notable casa-palacio, así que es una buena muestra de lo que es, hoy día, el meollo portuense. En él, no se han dejado de hacer renovaciones, pero aún se conservan un montón de vestigios del pasado reciente de la localidad.



El Palacio de Juan Vizarrón es la casa-palacio que se encuentra situada en la Plaza del Polvorista, y es un buen ejemplo de cómo son este tipo de construcciones en El Puerto. Lo suyo sería verlas por dentro, dado que los interiores están llenos de ricos elementos característicos, pero los exteriores son igualmente peculiares. En ellos, destacan las portadas de piedra arenisca labrada. También llama la atención el forjado de las ventanas, las rejas y los balcones. Las fachadas suelen ser de piedra encalada, y, en ocasiones, presentan ornamentos, que pretendían hacer ostentación del estatus y de la fortuna de sus propietarios. El Puerto de Santa María es conocida como La Ciudad de los Cien Palacios, y, si bien hoy día ya no quedan tantos, la verdad es que se van viendo construcciones así, en el centro de la localidad, de manera constante. Otro enclave paradigmático es la Plaza de la Herrería. En ella, sobresale la Casa de los Diezmos.


En la Plaza de la Cárcel lo que destaca es la Fuente de la Cárcel. Se construyó en 1839, y tiene forma de pilar. En el edificio que tiene enfrente, se ubicaba la antigua cárcel de la ciudad (no se ve en la siguiente foto, ya que era el inmueble que me quedaba a la espalda cuando la hice).


La Plaza de Cristóbal Colón también es singular. Antaño, se la llamó, tanto Plaza del Carbón, como Plaza de la Aduana Vieja. En aquella época, se caracterizaba por su intensa actividad pesquera y comercial, dado que estaba cerca de los muelles. En ella, destaca la Casa-Palacio de Pablo Vizarrón, que albergó la Real Aduana durante un tiempo. En 1938, la plaza se reformó, y fue entonces cuando se dedicó a Cristóbal Colón. El marino está representado en los azulejos sevillanos que decoran la Fuente de Colón, que, si bien ya no se usa, sí se conserva aún al fondo.


No obstante, la plaza más señera, de las que yo vi, es la Plaza de Alfonso X El Sabio, que se abre en uno de los laterales del Castillo de San Marcos.


El Castillo de San Marcos es tremendo, y denota que El Puerto de Santa María ya destacaba en la Edad Media. Su visita es obligada, y yo no tuve tiempo de entrar, por lo que hablaré de él cuando pueda verlo de manera adecuada.

Además de las plazas, el centro de El Puerto también está lleno de atractivas calles, que unen aquellas y que se merecen un paseo.


Algunas de esas calles comparten las características de las plazas, ya que tienen inmuebles modernos, pero están salpicadas de palacios decimonónicos, y también de históricos edificios en los que, aún hoy, hay bodegas. Otras vías, como la Calle Luna, que es en la que estaba Ditaly, se han peatonalizado, y presentan bastantes casas arregladas, con cuidadas fachadas y con comercios en sus bajos.

Con respecto a las mencionadas bodegas, en El Puerto de Santa María también es menester visitar alguna de las muchas que hay, ya que el turismo del vino es otro de los puntos fuertes de la localidad. Todo se andará.

Otra calle que pude ver en mi rutilla matutina, y que es muy destacada, es la Calle Micaela Aramburu de Mora. Esta importante arteria, que al principio tiene pinta de avenida con palmeras, que se estrecha después, y que acaba cambiando de nombre en su tramo final, va todo el rato paralela al Rio Guadalete, pero la separa del curso del agua una manzana de casas, por lo que no ejerce de paseo fluvial.


Hay tres cosas concretas en El Puerto de Santa María que pude ver bien al pasear, y a las que voy a hacer referencia. La primera es el Mural de la Carta Universal, que está hecho de azulejos


La Carta Universal es el primer mapa cartográfico en el que se representó América. Hace menos de un año, yo vi el original en el Museo Naval de Madrid, tal y como ya conté. Sin embargo, no era consciente de que Juan de la Cosa realizó la carta en El Puerto de Santa María. Eso lo he aprendido ahora.

Otro elemento significativo concreto que vi, mientras paseaba, fue el Arco de la Santísima Trinidad, que se erigió en el Siglo XVIII. Se trata de un arco barroco, que sigue el modelo que se repite en la entrada de las casas dieciochescas de El Puerto. No obstante, esta vez la construcción no da paso a un inmueble, sino que comunica la Plaza de los Jazmines con la Calle de la Santísima Trinidad.


El tercer sitio destacado en el que estuve es el Paseo de la Victoria. El terreno en el que se encuentra, en origen lo ocupaban las huertas del Monasterio de la Victoria, que fueron cedidas para que se trazara este primer paseo público de El Puerto. En la actualidad, el parque conserva huellas de su pasado como bulevar.


Decía antes, que la mañana que pasé en El Puerto de Santa María tuvo tres fases. En la segunda, ya se unieron al plan Ana, Julia y David. Efectivamente, a eso de las 11'00 volví al apartamento y toqué diana. El trío se levantó con cierta diligencia, y, para empezar, nos fuimos a desayunar. Para hacerlo, tiramos en dirección opuesta a la que yo había tomado a primera hora, es decir, nos dirigimos a la parte del casco urbano portuense que queda al suroeste de la Plaza de Toros. Esa zona colinda con el centro de la localidad, pero en ella el panorama cambia bastante.


En efecto, el barrio que queda entre el casco histórico y el Parque Periurbano Dunas de San Antón es puramente residencial, y es más moderno. Nosotros nos paramos a desayunar en el Bar La Jarra, y luego nos dirigimos hasta la Playa de la Puntilla. Para llegar allí, callejeamos un poco, y tuvimos que bordear el mencionado parque periurbano, que, en El Puerto, separa el espacio habitado del litoral costero.

El municipio de El Puerto de Santa María cuenta con otros arenales, además de la Playa de la Puntilla, que tienen un carácter diferente al de esta. La Playa de Valdelagrana, por ejemplo, se llena de jerezanos y de sevillanos, mientras que las playas que quedan al este dan servicio a todos los chalets y urbanizaciones que han proliferado por esa parte del término municipal de El Puerto. Por lo que respecta a la Playa de la Puntilla, la misma la usan los portuenses, porque es la que está más pegada al centro. Desde luego, sus dimensiones son espectaculares. 


Otra cosa es que, por su ubicación, cerca de la entrada de la zona portuaria, nos encontramos la playa algo sucia. Además, la arena estaba como apelmazada y dura. Supongo que le darán una vuelta de cara al verano. En todo caso, nosotros no teníamos la intención de tumbarnos, sino que pretendíamos llegar hasta el final del Espigón de la Puntilla, que separa la playa de la embocadura del Río Guadalete


El espigón mide unos 1.800 metros, por lo que es el más largo de la provincia de Cádiz. Recorrerlo entero parecía una buena idea, pero, en primer lugar, nos topamos conque estaba lleno de basura. Eso, ya de inicio, le restó atractivo. Sin embargo, lo que nos hizo desistir de andar hasta el extremo de la escollera fue la aparición de Susi.



Lo de llamar Susi al enorme bicho que se cruzó en nuestro camino, con toda la tranquilidad del mundo, fue cosa de David. Yo me eché unas risas con la ocurrencia, pero lo cierto es que el animal se apostó en medio del espigón, y se quedó inmóvil. Además, ya habíamos visto otro enorme roedor entre las rocas, por lo que dejó de hacernos gracia lo de ir caminando por ese estrecho camino infestado de ratas, y nos dimos la vuelta a la mitad.

Una vez que acabó la segunda fase de la mañana, comenzó la tercera y última. En ella, Ana, Julia, David y yo cogimos el coche, y fuimos a buscar a María a la Estación de Tren de El Puerto de Santa María. La opositora llegó cansada, pero nos habíamos prometido un buen homenaje, después de un fin de semana muy intenso, y eso, en El Puerto, es sinónimo de ir al Restaurante Romerijo.


El germen del actual Romerijo hay que buscarlo en la empresa de venta de marisco cocido que montó José Antonio Romero en 1946. Durante mucho tiempo, este negocio fue un simple cocedero, que empaquetaba y distribuía su género para llevar, pero uno de los hijos de José Antonio tuvo la idea, en 1975, de inaugurar una cervecería, con una amplia terraza en la que podían despachar el producto para su consumo instantáneo. La versión evolucionada de esa marisquería primigenia sigue en el mismo local, que da a la Calle Ribera del Marisco. Nosotros fue donde almorzamos. Hoy en día, Romerijo tiene seis establecimientos, ubicados en El Puerto de Santa María, en Cádiz y en Sevilla, pero el originario es ese. A mí me recuerda a los veranos de mi adolescencia, porque estuve en él varias veces en esos años, comiendo con mis padres en las mesas que ponen, en época estival, en el Parque Calderón. Sin embargo, nunca había comido a mesa y mantel en el propio restaurante.

Como expliqué en el post anterior, tanto el examen que hizo María en Cádiz, como el de Madrid, fueron simples ensayos para la verdadera prueba importante, que es la que aspiramos a que le de estabilidad de una vez por todas. Esta será en Sevilla, y ya me buscaré la manera de hablar de ella. Cuando tenga lugar, será un placer para mí reflejar el éxito en el artículo que escriba.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado EL PUERTO DE SANTA MARÍA.
En 1993 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de Cádiz: 21'4% (hoy día 78'6%).
En 1993 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 9% (hoy día 36'3%).

Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado EL PUERTO DE SANTA MARÍA.
En 1993 (primera visita consciente), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Cádiz: 6'8% (hoy día 59'1%).
En 1993 (primera visita consciente), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1'1% (hoy día 22'2%).


6 de diciembre de 2024

MADRID 2024

Hace tiempo, me propuse ir a Madrid al menos una vez al año, y hay algo en el universo que se ha conjurado para que pueda cumplir con mi objetivo. Si no, no se entiende que, de los últimos 31 años, solo en 6 no haya estado en la capital, teniendo en cuenta que vivo en Sevilla, y que casi nunca he viajado por trabajo. Este 2024, pensaba que no iba a poder cumplir con mi aspiración por séptima vez, pero, como digo, alguna fuerza externa tiende a llevarme a Madrid periódicamente, aunque yo no lo planee. 


El caso es que el pasado fin de semana surgió la oportunidad de dejarme caer por Madrid una vez más. En realidad, yo fui de acompañante de María, que iba a hacer un examen de oposición, por lo que parte del plan estuvo mediatizado por esa circunstancia, pero eso no impidió que pudiera darme un par de paseos. Además, nos alojamos en un apartamento turístico que estaba situado en una zona de la ciudad que yo nunca había pisado. La misma se conoce popularmente como Villaverde Bajo, aunque, en la actualidad, ese nombre no se usa para designar ningún barrio oficial madrileño.


En realidad, Villaverde fue un municipio independiente hasta 1954, cuando se unió a Madrid y nació el distrito de Villaverde. Ese pueblo recorrió, por tanto, el mismo camino que Barajas de Madrid, que desapareció en 1950, y que pasó a ser un distrito de la capital denominado Barajas. De él hablé hace unos meses. En el caso de Villaverde, en 1954 era un ente municipal que estaba ya dividido en dos poblaciones, desde que, a mediados del siglo XIX, su zona se convirtiera en un nudo ferroviario, y eso provocara el surgimiento de Villaverde Bajo, a pocos kilómetros de lo que pasó a conocerse como Villaverde Alto, que era el núcleo original. Años después, esa dualidad entre Alto y Bajo sigue vigente, aunque ahora todo se encuentre unido y estemos hablando de dos simples barrios oficiosos de Madrid.

Desde que se creó, Villaverde ha sido el distrito más industrial de la capital. De hecho, varios polígonos industriales ocupan una gran porción de su territorio. Hoy día, se encuentra dividido en cinco barrios oficiales. Villaverde Alto forma parte del de San Andrés, que está al oeste, mientras que Villaverde Bajo se corresponde con todo el sector sur de Los Rosales. Esta es la zona que yo recorrí.

Los Rosales es una barriada obrera de libro, en la que abunda la multiculturalidad. Por lo visto, en 2019 eran inmigrantes el 15'9% de sus vecinos, según el Estudio Sociodemográfico de los Barrios de Madrid Ligados a los Planes Integrales de Barrio (PIBA), que es un documento oficial del Ayuntamiento de Madrid. El 15'9% de la población no parece mucho, pero tampoco sé que es lo que se considera inmigrante. Es posible que la cifra no contemple a las personas cuyos padres vinieron de fuera de nuestras fronteras, pero que ya han nacido aquí. Estos son españoles a todos los efectos, pero contribuyen a la diversidad cultural de los sitios donde viven. En Los Rosales está claro que los hay en cantidad.

En todo caso, en el citado estudio se afirma que Los Rosales es el vigésimo barrio más vulnerable de Madrid, de los 128 en los que está dividida la ciudad, teniendo en cuenta su composición social y su nivel económico. Ese dato sí es, quizás, más descriptivo de lo que uno puede encontrarse en esas calles del límite sur de la capital de España, que no es otra cosa que gente que es currante y trabajadora, pero que no lo tiene fácil. 

Nosotros, en Villaverde Bajo estuvimos muy a gusto. De hecho, dado que llegamos a Madrid a mediodía, lo primero que hicimos fue ir a comer. Para encontrar algún sitio donde hacerlo, atravesamos la barriada de lado a lado, hasta que dimos con un bar que nos convenció, junto al Parque de la Fuente


En efecto, en uno de los laterales de esa zona verde tiene su velador el Bar Cafetería Donde Siempre, que es donde nos sentamos. Al sol, en un ambiente muy tranquilo, estuvimos en la gloria. 


Donde Siempre es una tasca prototípica, con una amplia carta de comida. La experiencia me dice que, en ese tipo de bares, es mejor no pedir pescado, sobre todo frito, por lo que nosotros nos tomamos un par de cañas, con sus correspondientes tapas de salchichas con patatas, además de una ración de lacón, y nos quedamos tan a gusto. A María le hacía falta un rato así, porque se examinaba al día siguiente y a esa hora estaba ya más que nerviosa.

Con respecto al lugar donde nos alojamos, creo que nunca había dormido en un apartamento más minúsculo. Estaba situado en una especie de ensanchamiento de la Calle Eduardo Minguito, que estaba atestado de coches.



Lo que aparece en la foto superior es el apartamento entero (la instantánea está tomada desde el zaguán). Era tan chico, que el armario no podía usarse sin quitar la silla, y lo que se ve encima de ambos era la cama, que impedía que la puerta del baño se abriese del todo. Eso sí, tenía una ventana que daba a la calle. Por suerte, solo lo queríamos para dormir. 

Tras el agradable rato comiendo, y la correspondiente siesta en el infra apartamento turístico, volvimos a nuestra realidad y nos dirigimos a Ciudad Universitaria, que es el barrio donde tiene sus instalaciones la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid. Allí es donde María iba a hacer su examen. 


Nuestra idea era que ella tuviera clara la manera encontrar el lugar del examen al día siguiente. Por eso, fuimos hasta la misma puerta de la Facultad. En contra de lo que yo pensaba, la Avenida Complutense, que atraviesa ese barrio universitario, estaba bastante animada a esa hora, teniendo en cuenta que era sábado por la tarde. Efectivamente, había por allí muchas familias, que iban a algún tipo de actividad que se iba a desarrollar. El ambiente era entrañable. 

Nosotros, sin embargo, no echamos raíces en la zona, sino que optamos por tirar para Lavapiés, para ir a tomarnos unas cañas con Ruth, como hacemos casi siempre que vamos a Madrid. Con ella, fuimos al Mercado de San Fernando. En apariencia, se trata de un mercado clásico, y todavía conserva puestos de carne, de fruta y de verdura, pero también tiene otros que se han transformado en pequeños bares, donde se puede comer de todo. En nuestro caso, nos detuvimos en uno de gastronomía portuguesa, llamado Tasquinha Lisboa.


Siempre es un placer degustar una cerveza Sagres y probar alguna receta portuguesa, sobre todo si lleva bacalao.  


Por lo que respecta al Mercado de San Fernando, hace años ya fui, creo que en unas circunstancias parecidas, y aquello me lo encontré muy tranquilo, pero el otro día estaba hasta la bola. Me encantó ver tanta animación.

María, Ruth y yo, tras esa primera ronda, decidimos cambiar de establecimiento para la segunda, y nos dirigimos a un bareto en el que ya había estado, pero que ha sido rebautizado. Está en la Calle del Mesón de Paredes, y ahora se llama Los Rotos de Lavapiés


Antes, su nombre era Taberna Dónde da la Vuelta el Viento. Su aspecto actual es el mismo, pero supongo que ha cambiado de dueño.

Tras una segunda caña y otra tapa, llegó el momento de volver al diminuto apartamento, dado que había que madrugar mucho. Nuestra tarde en Madrid esta vez no se alargó demasiado.

Al día siguiente, María se fue al examen muy temprano. Yo la acompañé a la boca de metro, y luego me fui a correr. Al acabar, me duché y salí de nuevo, dispuesto a aprovechar el tiempo, mientras la esperaba. Mi objetivo era entrar en el Templo de Debod, que es una cuenta pendiente que tengo en Madrid. Para ello, me fui hasta el barrio de Argüelles, que no lo tengo nada explorado. De hecho, creo que no había estado nunca en la Plaza de España.


Tras echarle un detenido vistazo al Monumento a Cervantes de la citada plaza, seguí mi camino hasta el Parque del Oeste. Estuvo bien que me diera un paseo por esa zona de Madrid que desconocía, porque realmente el Templo de Debod no pude verlo. Por desgracia, no había entradas.


No me esperaba no poder entrar en el Templo de Debod, pero lo cierto es que vi Madrid lleno de turistas, por lo que no es de extrañar que hiciera falta reserva. Sin duda, pequé de inocente. Por fortuna, como he dicho me pude dar una vuelta por sitios que no conocía, entre ellos el parque donde está el templo egipcio. Desde allí, avisté, a lo lejos, la Catedral de Santa María La Real de la Almudena, que se convirtió en mi nuevo objetivo.


Antes de entrar en ella, me asomé al Mirador de la Cornisa del Palacio Real, desde donde se ven unas bonitas vistas del suroeste de Madrid.


La Catedral de Santa María La Real de la Almudena, por su parte, nunca la había visitado con tanto detenimiento. Dada la hora que era, sabía que ya no me daba tiempo a ir a ningún otro lado, pero, sin embargo, aún no tenía prisa real, así que me explayé recorriendo el templo catedralicio madrileño.


La Catedral de la Almudena se consagró en 1993, por lo que uno no la mira como si fuera un templo medieval. No obstante, es un edificio impresionante.


Curiosamente, la Virgen de la Almudena, que es la patrona de Madrid, no está situada en el altar mayor, sino en otro elevado, que se ubica en el crucero de la nave derecha. 



Yo subí a ver a la Virgen, claro está, pero lo que más me gustó fue poder contemplar, desde lo alto, el brazo menor de la Catedral y su crucero. 


Otra curiosidad que desconocía, es que en La Almudena se conserva el Arca de San Isidro, que albergó, en la Edad Media, el cuerpo de San Isidro Labrador. Algunos dicen que esa baúl es la pieza de mobiliario medieval más importante de Europa.


En definitiva, no era la primera vez que entraba en la Catedral de Santa María La Real de la Almudena, pero sí vi cosas que no conocía. Al final, la visita improvisada a Madrid fue muy fructífera.

María acabó su examen, y tiramos enseguida para el sur. Aún nos quedaba el segundo episodio de nuestra mini serie Opositores on Tour. En efecto, tanto esta prueba de Madrid, como la de Cádiz que esperaba a María al día siguiente, eran simples entrenamientos para la importante, que es la que tiene que darle estabilidad de una vez por todas. Esta, que tendrá lugar en Sevilla, será la segunda del proceso selectivo destinado a cubrir vacantes en los archivos de la Junta de Andalucía. La primera ya la aprobó en noviembre. La definitiva está al caer, y estoy seguro de que irá bien, pero, mientras la convocan, en Madrid hizo un buen ensayo. En Cádiz le aguardaba otro.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado MADRID.
En 1988 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Comunidad de Madrid: 7'7% (hoy día 30'8%).
En 1988 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 4'4% (hoy día 36'3%).

Reto Viajero PRINCIPALES CIUDADES DEL MUNDO
Visitado MADRID.
En 1988 (primera visita consciente), % de Principales Ciudades del Mundo que están en Europa que ya estaban visitadas: 2'7% (hoy día 48'6%).
En 1988 (primera visita consciente), % de Principales Ciudades del Mundo que ya estaban visitadas: 1% (hoy día 20%).