10 de agosto de 2025

SANTUARIO DE COVADONGA 2025

Covadonga es el corazón de Asturias. El lado positivo de esa posición de privilegio es evidente, pero ese protagonismo también tiene algunas consecuencias negativas para el enclave. La peor es que se llena de gente en los meses de verano. He leído que, últimamente, suelen subir al Santuario entre 1'5 y 1'7 millones de visitantes cada año. Eso arrojaría una media de entre 4.100 y 4.600 personas por jornada, si tuviéramos en cuenta los 365 días del año, pero claro, no es lo mismo ir a Covadonga un martes de febrero por la mañana, que en agosto. Pese a esto, ahora matizaré que los alrededores de la Santa Cueva y de la Basílica de Santa María la Real no están tan masificados como pudiera parecer, ni siquiera en plena época estival. 


Lo que quiero decir, es que he visto sitios mucho más saturados de visitantes que Covadonga, por lo que no es tan malo lo menos bueno que tiene. Además, la cantidad de gente que deambula por el Santuario no impide que desprenda una energía especial. Resulta curioso que piense esto, porque yo no soy religioso, pero sí creo en el efecto que pueden ejercer determinados lugares en el espíritu de las personas. 


Quizás sea una sensación subjetiva, pero, incluso a mí, que soy menos místico que un botijo, no me resulta inverosímil creer que hay lugares donde se concentra de manera excepcional la energía, que, ya de por sí, está por todas partes. Nosotros, lo mismo que sentimos la energía solar en mayor medida cuando nos exponemos directamente a los rayos del sol, también tenemos que tener capacidad para percibir que hay sitios donde la fuerza fluye con más intensidad. No estoy hablando de La Guerra de las Galaxias ("que la Fuerza te acompañe"...), ni digo que en Covadonga se pueda encender una bombilla levantándola, ni tampoco he mencionado a Dios. Yo solo digo que, sin necesidad de ser creyente, uno nota algo especial en Covadonga.

Covadonga es un lugar singular desde tiempos inmemoriales, pero bueno, bajando un poco a la tierra, decía antes que no es un sitio tan masificado como pudiera parecer. Eso se debe a que tiene el acceso bastante restringido. Esa restricción es positiva, pero también provoca que no resulte sencillo llegar allí en los meses de verano. Al final, las dificultades hacen que uno tenga la impresión de que está metido en la rueda loca del turismo de masas.

Yo, el otro día traté de alargar la fantasía de que no es para tanto lo de que haya una multitud de personas que pugnan por ir a ver a la Santina en agosto, y subí en coche. Sin embargo, tras dar varias vueltas por el Santuario, me convencí de que era imposible estacionar, en él o en sus alrededores. En vista de eso, tuve que ceder a la realidad, y bajé al más cercano de los aparcamientos que se han habilitado para que los visitantes dejen sus vehículos particulares. En ellos, también se pilla el autobús que lleva a los Lagos de Covadonga, el cual tiene una parada en el Santuario. El tema es que, cuando logré encontrar un hueco en el parking turístico, que tampoco fue fácil, fui a la taquilla y quise comprar los billetes para tirar para arriba sobre la marcha, como si estuviera allí solo, pero no pude, claro. Los siguientes disponibles eran para la tarde. Las dos primeras tentativas para llegar a Covadonga habían fallado.

Por la tarde, volvimos con los tickets ya comprados, pero tampoco fue sencillo coger el bus, porque los horarios no parecen ser estrictos ni exactos, ni te dan mucha información. Nosotros nos pegamos más de 40 minutos esperando en una parada, que se encontraba en mitad de la nada, viendo pasar de largo autobuses de todos los colores. Finalmente, uno se paró y nos montamos. Cuando puse los pies en el Santuario respiré, porque me di cuenta de que, a lo tonto, llevaba medio día porfiando por lograr llegar a él. Si no hubiera perseverado, en plan cabezón, estas líneas no se estarían escribiendo. Luego, como he dicho, en Covadonga no vi a tanta gente. No me extraña, dadas las dificultades que hay que solventar para echar allí un rato.

Algo más que una cueva y una basílica

Lo cierto es que yo ya había estado en el Santuario tres veces. La ultima fue en 2018. Entonces, hablé en este blog de él, e hice un relato más o menos detallado de su historia y de su trascendencia. Ahora, voy a explicar un poco cómo se encuentra estructurado.


En este mapa, que fotografié en un cartel del propio Santuario, están identificados 13 ítems. En realidad, hay algunos más. Todos los elementos que componen el complejo se encuentran repartidos en cuatro niveles. El superior, que es donde nosotros nos bajamos del autobús, se organiza alrededor de una gran explanada.



A esa explanada dan, yendo de oeste a este, el Museo de Covadonga, la tienda del Santuario, la Casa Capitular y la Basílica de Santa María la Real


El Museo tendré que verlo en el futuro, pero no me llama nada el arte sacro, por lo que lo voy a dejar para el final. No obstante, habrá que darle una oportunidad, porque, además, el edificio en el que está es interesante, ya que antaño ejerció de hostal de peregrinos, y también fue sede de la Escolanía de Covadonga, hasta que esta echó el cierre en julio de 2023.

Con respecto a la Basílica, la misma la visité en 2018, aunque no entré en la cripta, que está pendiente. En la tienda del Santuario, por su parte, compré el otro día unas velas, de las que luego hablaré. En ella solo había souvenirs religiosos, como es lógico.

Por último, la Casa Capitular está enfrente de la Basílica, y tiene dentro la sala capitular del Santuario, un salón de recepciones, una biblioteca y una pequeña capilla anexa.

Al margen de esos cuatro edificios, que son los más relevantes de la parte alta del Santuario, en el entorno de la enorme zona aterrazada hay una torre, que se construyó hace medio siglo para albergar un cuartel de la Guardia Civil que ya no existe, así como otro inmueble con aseos. Además, entre la Basílica y la Casa Capitular se alza el Monumento a Pelayo, y enfrente de la tienda hay que echarle un ojo a la Fuente del León, que se encuentra situada en el Jardín del Príncipe. Por este no me he paseado. Está pendiente también.

Hay que decir, que toda la parte de la explanada que está delante de la tienda y de la Basílica se peatonalizó en 2020, por lo que ha ganado bastante desde la última vez que yo la vi.


Por otro lado, detrás del edificio de la tienda hay una pequeña zona residencial, por la que estuve curioseando esta vez. Por lo visto, en esas casas vive parte del personal del Santuario, así como algunos de los religiosos que atienden la Basílica de Santa María la Real.


Por último, junto a la Torre hay una escalera, que se encarama un pelín por la ladera del Monte Auseva, y que conduce al Hórreo Merendero y a la Campanona. Se trata de otra zona que me queda por explorar.

Bajando por la carretera desde la rotonda que queda delante del Museo, se llega al segundo nivel del Santuario. En él está, desde 1909, el Gran Hotel Pelayo, pero lo más importante es que el lateral de dicho hotel se encuentra a la misma altura que la Santa Cueva. Por eso, desde ese punto, que he rodeado en rojo en la siguiente imagen, se excavó un túnel en la roca, que atraviesa la montaña en sentido horizontal, hasta alcanzar la cueva en torno a la cual gira la existencia del Santuario de Covadonga.


Ese túnel de acceso alternativo a la Santa Cueva se construyó en 1908, y ofrece la posibilidad de llegar hasta ella sin subir tantos escalones.


A mitad del túnel hay un lugar que se encuentra lleno de velas. Yo no puedo soportar el olor de la cera derretida, que en ese sitio está muy concentrado, por lo que siempre he pasado por allí como una exhalación.


Sin embargo, en esta ocasión habíamos comprado unos pequeños cirios en la tienda, porque a veces hay cosas tan importantes por las que pedir ayuda, que da igual lo que uno crea. Con esa mentalidad, Julia puso una vela para aprobar las matemáticas el curso que viene, pero yo tenía mi propia plegaria. Si hay Dios, necesito que le le eche una mano a mi amigo Edu, que está luchando contra un cáncer de páncreas desde primavera. Dada la fatiga que me da la cera, las niñas encendieron la vela en mi lugar, y estoy seguro de que parte de la energía que flota en Covadonga, le dará fuerzas a Edu para pasar el trance.

Más allá de eso, resultó que, cuando llegamos a la Santa Cueva, un cura estaba allí rezando el rosario, delante de la pequeña capilla que hay. Yo me senté en silencio, en los bancos de atrás, y observé durante un rato. Luego me fui, porque no era el día de acercarse a la Santina ni a la tumba de Pelayo. En cambio, pude ver el enclave de la Santa Cueva cumpliendo sus funciones religiosas, en vez de las turísticas, lo cual fue interesante.


Si se bajan los 103 escalones de la Escalera de las Promesas (contando los 9 que van de la cueva al túnel), se llega al tercer nivel del Santuario, empezando por arriba. Ahí empieza otra escalera, que sube a la Casa de Ejercicios y a la Real Colegiata de San Fernando. Este último es el edificio más antiguo del Santuario, ya que fue construido en el siglo XVI. 

Sin embargo, lo que atrae la atención, cuando se desciende por la Escalera de las Promesas, es el Pozónque es el laguito donde vierte sus aguas el chorro natural que brota bajo la cavidad, en época de deshielo, así como la Fuente de los Siete Caños, a la que se llega por un camino de piedra que bordea el Pozón, y que recoge las aguas de otro pequeño manantial. 



No muy lejos del Pozón se ubican los Leones, uno a cada lado de la carretera, custodiando la entrada al Santuario. Están hechos de mármol de Carrara y se compraron en 1964. Hasta ese momento, habían decorado un parque de Betanzos.

Como se puede ver en la siguiente imagen, más abajo del tercer nivel todavía hay una cuarta zona, que también está ligada al Santuario. Se llega a ella descendiendo por otras escaleras.


Esa zona se denomina Parque del Príncipe. Por lo visto, por allí discurre un sendero, que avanza entre la frondosa vegetación. En ese nivel también hay algunas edificaciones, como la llamada Casa de los Músicos, que están ligadas a la actividad del Santuario. De nuevo, para mí es un enclave a descubrir, lo mismo que el Cementerio, que se encuentra un poco apartado, oculto no muy lejos de la carretera que sube a los Lagos.

En definitiva, el Santuario de Covadonga es un lugar en el que las máquinas expendedoras venden velas, en vez de refrescos... 


...pero que no me parece que sea un Disneyland religioso. Por ello, volveré pronto, para tratar de echarle un vistazo a los elementos que he identificado en este post, y que todavía no conozco. 


Reto Viajero MONUMENTOS DESTACADOS DE ESPAÑA
Visitado SANTUARIO DE COVADONGA.
En 1997 (primera visita), % de Monumentos Destacados de España visitados en el Principado de Asturias: 66'6% (hoy día 100%).
En 1997(primera visita), % de Monumentos Destacados de España visitados: 20% (hoy día 39%).


7 de agosto de 2025

MIERES 2025

En 2019 estuve en Mieres de manera fugaz, y tenía en mente regresar, para explorar con un poco más de cuidado el concejo. En aquella ocasión, apenas si pasamos unas horas en su capital, que se denomina Mieres del Camino


Entonces, la estancia fue muy improvisada, por lo que ni siquiera llegué a tener noticias de cómo estaba distribuido el poblamiento por el concejo. Ahora, me he enterado de que este cuenta con 370 núcleos de población, por lo que no voy a pretender conocerlos todos. En cualquier caso, algunos son minúsculos. Yo me voy a centrar, más bien, en los que ofrecen cosas interesantes. En esa línea, el otro día estuvimos de nuevo en Mieres del Camino, pero esta vez no nos quedamos solo allí, sino que también fuimos a Urbiés y a Bustiello.

El caso es que, en esta ocasión, tuve la oportunidad de prepararme la visita a Mieres, y lo primero que hice fue buscar qué es lo que merece la pena ver en el concejo. No es poco, porque este estuvo muy ligado a las actividades derivadas de la minería y de la industria durante décadas, y eso es algo que siempre deja una huella interesante. En efecto, a mediados del siglo XIX se estableció en Mieres la Asturian Mining Company, lo que hizo mutar rápido el carácter de la zona y marcó el inicio de la intensa explotación del subsuelo en la región. Así, en unos cuantos años, la ganadería y la agricultura dejaron de ser los principales medios de vida de la gente, y Mieres se convirtió en un potente centro industrial. Ese cambio, provocó que pasara de los 9.000 habitantes con los que contaba en 1850, a los 71.000 que tenía en 1960. 

Los trabajos relacionados con las minas y con la siderurgia son duros, y en Mieres la vida estuvo ligada a esos sectores el suficiente tiempo, como para que surgieran problemas varias veces. Sin embargo, se mantuvo el status quo hasta que la minería asturiana entró en un imparable declive, en la segunda mitad del siglo XX. El enclave mierense no fue ajeno a ese proceso de crisis, que acabó desembocando en el cierre paulatino de sus explotaciones. Así, desde 1987 hasta 2007, todos los pozos del concejo fueron cesando su actividad. Es por esto que la zona está tratando ahora de reconducirse hacia el turismo, convirtiendo este en su principal fuente de ingresos, gracias a la puesta en valor de su pasado reciente y de sus hitos más destacados.

Algunos de esos puntos de interés están en Mieres del Camino. Allí, la estructura cuadriculada del entramado urbano ya es, de por sí, un reflejo de su historia, como conté en el post de 2019. Entonces, estuvimos por el sur y por el oeste del Parque Jovellanos, que ejerce de corazón de la capital del concejo.


Esta vez, volvimos a rondar la misma zona, pero, como novedad, anduvimos por las calles que quedan al norte de ese parque. De todas formas, en ambas ocasiones acabamos en la Calle Aller, que es la que bordea el Parque Jovellanos por el este.


El otro día, incluso nos detuvimos allí, y merendamos en el Salón de Té Santa Bárbara, pero esta vez la cosa no se limitó a dar un paseo por Mieres del Camino, sino que me había informado y comenzamos a desgranar lo que tienen de interesante sus alrededores.

En Mieres se han volcado con el turismo, como he dicho, hasta el punto de que han editado dos guías turísticas muy completas, en las que han detallado los ítems notables del concejo. Los 370 núcleos de población del mismo no tengo intención de conocerlos, pero esos lugares relevantes sí que me gustaría explorarlos todos. Como decía arriba, en esta ocasión visitamos el poblado de Bustiello, y también Urbiés, que es una localidad que no llega a los 100 habitantes.

Paternalismo industrial en Bustiello

Bustiello se empezó a construir en 1890, a instancias de Claudio López Bru, marqués de Comillas y propietario de la empresa Sociedad Hullera Española. Este noble era un acaudalado hombre de negocios, que había heredado las minas en las que había invertido su padre, en los concejos de Mieres, Aller y Pola de Lena. López Bru podría haber pasado a la historia por haber agrandado el cuantioso patrimonio que había recibido por testamento, cosa que hizo, pero es más destacado por ser uno de los puntales del paternalismo industrial en España


Los integrantes de esta corriente eran una serie de ricos empresarios, que tomaron conciencia de que los obreros vivían como perros, por lo que decidieron introducir mejoras en sus condiciones de vida, sin que ello tuviera que implicar un aumento significativo de sus derechos. En ese sentido, López Bru fue un activo opositor del sindicalismo libre, pero eso no impidió que luchara por el bienestar de los mineros, o por lo que él consideraba que era su bienestar. En esa línea, su objetivo fue que sus empleados fueran personas piadosas, que se mantuvieran alejadas de los sindicatos radicales, y que, a cambio, residieran en viviendas dignas y pudieran disfrutar del uso de economatos, de escuelas, de sanatorios y hasta de centros de ocio. La puesta en marcha de su experimento la llevó a cabo en un lugar al que llamó Bustiello. Allí, López Bru promovió la creación de una comunidad perfecta de felices trabajadores.


Bustiello se construyó, desde la nada, en una vega deshabitada, que estaba junto al Río Aller y no muy lejos de los pozos mineros. Las obras dieron comienzo en 1890 y se acabaron en 1925. Lo primero que se levantó fue la iglesia, entre 1890 y 1894. Claudio López Bru era un ferviente católico, pero, en realidad, en este caso lo que pretendía era que Bustiello se convirtiese en sede de una parroquia, de manera que ejerciese de capital de la zona y se pudiera ostentar desde el poblado el control político de esta. A día de hoy, la Capilla del Sagrado Corazón se sigue usando. 


Después de la iglesia, se fueron erigiendo un casino (acabado en 1895), un sanatorio (1902), una escuela para niños (1906), otra para niñas (1921) y una botica (1924). No obstante, el eje del poblado, además de las dos casas para los ingenieros, lo constituyeron los chalés destinados a servir de morada a los obreros. Las viviendas estaban diseñadas con esmero, de una manera perfectamente ordenada. 


En total, yo conté unas 17 o 18 casas. Las mismas fueron sorteadas entre los mineros de Sociedad Hullera Española, pero solo podían optar a ellas los que hubieran tenido una trayectoria intachable en la empresa. Ni que decir tiene que, tras comenzar a utilizarlas, la conducta debía seguir siendo ejemplar. Las viviendas para los obreros se empezaron en 1898, pero los agraciados no las pudieron habitar hasta 1917. López Bru falleció en 1925, así que llegó a ver su proyecto a pleno rendimiento.

En la actualidad, en una de las casas que pertenecieron a los ingenieros (la Casa de Don Isidro), es donde se ha montado el Centro de Interpretación del Poblado Minero de Bustiello, Allí empezamos y acabamos la visita a Bustiello, que estuvo conducida por una guía llamada Fernanda.


La exposición del Centro de Interpretación la vimos al final. En ella, pudimos ahondar un poco en las características del poblado, desde un punto de vista histórico, patrimonial y artístico, pero, realmente, lo más importante ya nos lo había contado Fernanda durante la visita. La explicación había comenzado en la puerta del Centro, y después continuó, primero junto al Monumento al Marqués de Comillas, y luego dentro de la iglesia.



Tras visitar con detenimiento la Capilla del Sagrado Corazón, regresamos al Centro de Interpretación y subimos hasta la primera planta, donde está la exposición. Allí pudimos acceder, además, a una especie de balcón cerrado que tiene la vivienda, desde el cual se domina todo el poblado, dado que la Casa de Don Isidro se encuentra en un alto.

Es especialmente importante visitar Bustiello con un guía, porque, si no, todo se limita a dar un descontextualizado paseo por una zona en la que, hoy día, sigue viviendo gente. Esto, en parte, se debe al hecho de que, en 1967, Sociedad Hullera Española pasó a integrarse en HUNOSA, que es una empresa pública que se creó ese año, para garantizar la sostenibilidad de unas cuantas sociedades del norte de España, vinculadas a la extracción del carbón (HUNOSA es un acrónimo de Hulleras del Norte, S.A.). El tema es que una de las primeras medidas que tomaron los mandamases de HUNOSA fue venderle las casas de Bustiello a sus inquilinos, en 1970. Por eso, en la actualidad residen en ellas casi medio centenar de personas normales y corrientes.


Yo me imagino que aún vivirán allí herederos de las personas que habitaban las casas cuando aún eran propiedad de Sociedad Hullera Española, pero, de todas formas, a mediados del siglo XX ya no quedaba ni rastro de la utopía puesta en marcha por Claudio López Bru.

Como decía, la visita a Bustiello es fundamental hacerla acompañado de alguien que sepa lo que es aquello, pero eso no significa que no sea buena idea dar también una vuelta en plan independiente, ya que el tour guiado no se adentra en la zona de las viviendas, por ejemplo. Por ello, antes de irnos yo me di un paseo por mi cuenta. Primero, bordeé uno de los laterales de la iglesia, en la que el ladrillo rojizo es el protagonista. Las reminiscencias industriales del templo son evidentes.


Después, vi por fuera algunos de los demás edificios emblemáticos de Bustiello. El que se ve al fondo, en la foto superior, es la Escuela de Niños. En la actualidad, es un albergue juvenil, en el que me encantaría dormir, aunque ya no sea tan joven.

Aparte, al lado de la iglesia está el Casino, que se proyectó como lugar de ocio para los mineros. También fue sede del Círculo Obrero Católico, que era el único sindicato que toleraba el Marqués de Comillas (era, por tanto, un pseudo sindicato). El Casino contaba con un salón de actos, con aulas y con una biblioteca. En la planta superior se encontraba la sala de juntas y la vivienda del encargado. Tras la Guerra Civil, el edificio pasó a ser un cuartel, luego estuvo un tiempo cerrado, y, desde 2009, hay allí una residencia de ancianos.

Por último, me di una vuelta por las cuadriculadas calles de Bustiello. Aquello es como una versión, de principios del siglo XX, de alguna zona residencial de casitas de las afueras de cualquier pueblo de una cierta entidad. 


Sobre el terreno, comprobé a la perfección como las viviendas se esparcen por una explanada, que se encuentra hundida con respecto a las casas de los ingenieros, y también con respecto al Casino, a la Iglesia y al Monumento al Marqués de Comillas. No están así por casualidad, como ahora explicaré.


El caso es que la visita a Bustiello me pareció muy interesante. Al recorrerlo, me resultó sencillo comprender como planteó Claudio López Bru su singular experimento, con el que pretendía hacer ver que era compatible ser obrero, ser un ejemplar católico, y, a la vez, ser feliz. Yo no dudo de sus buenas intenciones, pero es evidente que su utopía se basó en crear una cárcel de oro, para una veintena de elegidos, que estuvieron dispuestos a agachar la cabeza y a ser totalmente fiscalizados a cambio de poder vivir con un poco de dignidad. Al final, los trabajadores compraban en el economato lo que se les decía, se divertían en un casino en el que no estaba permitido beber alcohol, donde solo se leía el periódico de una editorial propiedad del marqués, y en el que los libros eran del gusto del patrón. Por descontado, no podían ni pensar en dejar de ir a la iglesia siempre que fuera preceptivo, y cualquier movimiento para salir o entrar de Bustiello era controlado con facilidad por el cuerpo de seguridad privado, instaurado por López Bru para mantener el orden. No hay que olvidar que sacar los pies del plato implicaba la expulsión del rebelde y de su familia de ese lugar. De hecho, no es casualidad que el domicilio del capataz de todo aquello estuviera en la segunda planta del Casino. Tampoco, que las casas estuvieran situadas a los pies de las viviendas de los ingenieros, de la iglesia, y de los demás edificios oficiales. La cosa no pintaba tan bien, visto con perspectiva, pero no hay que olvidar que, fuera de los límites de esa supuesta arcadia, el resto de los mineros sobrevivía en unas condiciones infrahumanas.  

Comiendo en la Asturias profunda

En el centro de Asturias hay un valle, que va de sur a norte, y que ha sido creado por el discurrir del Río Caudal (este río nace en la confluencia del Río Lena y del Río Aller, que es el que pasa por Bustiello). El caso es que el Valle del Caudal corta una región muy montañosa, y recibe las aguas del Río Turón, que es el que baja de la zona escarpada que le queda al este. El propio Rio Turón ha formado, a su vez, el Valle del Turón, que está salpicado por algunos de los 370 núcleos de población que integran el concejo de Mieres


La clave de esa comarca es que no es especialmente turística. Antaño, sus vegas, horadadas por pequeños ríos, fueron un potente foco minero, lo que les restó encanto. El paisaje es precioso, pero se industrializó en parte, y, además, se quedó eclipsado por las bellezas naturales del parque nacional y de los cinco parque naturales que hay en Asturias. En ese territorio solo sobresalían las minas hasta hace poco. Por eso, su apertura al turismo es reciente, y, por eso también, es una zona tan interesante.

Uno de los núcleos de población de más entidad en el Valle del Turón es Urbiés. En esa localidad, viven unas 100 personas. 



Como se puede comprobar, Urbiés no es un pueblo demasiado bonito. Realmente, es un núcleo de población más bien funcional. Sin embargo, tiene dos cosas que merecen la pena. La primera es que se asoma al citado Valle del Turón, por lo que es un pueblo en cuesta, y eso hace que tenga varios lugares desde donde se ven unas vistas espectaculares.



La segunda cosa destacada de Urbiés es que se halla fuera de las rutas turísticas más transitadas, por lo que todavía puede uno toparse allí con un restaurante como Casa Nando, que parece que está en una casa por las buenas, y que tiene pinta de que da de almorzar a media comarca, dado lo lleno que se encontraba su gran comedor. 




Las puntuaciones de Casa Nando, tanto en Google como en Tripadvisor, rozan la perfección. Por eso, pensé que era un sitio magnífico para ir a comer. No obstante, antes llamé, para ver si admitían animales, dado que nosotros íbamos con la perrita de mi madre. Me dijeron que no, pero que nos hacía un hueco en el pequeño rellano que tiene el restaurante delante de su puerta. Me pareció ideal.

Luego, resulta que nos sirvieron comida para un regimiento. Se podría decir que el sitio no es barato, porque cada menú costó la friolera de 24 euros, pero realmente las raciones eran para dos, como mínimo. Visto así, el importe por persona no es tan alto. 


Lo que pasa es que, a pesar de su contundencia, los menús no se podían compartir, aunque sí habían previsto que se pudiera uno llevar la comida sobrante en tápers, por lo que nos pusimos las botas, y, además, mi madre, a la que le quedaban muchos días por delante en su casa de Llanes, se fue con viandas para toda la semana. En realidad, a nosotros el almuerzo no nos salió demasiado caro, porque le pudimos dar salida al excedente, pero es verdad que, para alguien que esté alojado en un hotel, el apaño puede no ser posible, y, en ese caso, el sistema no es bueno, porque se gasta uno bastante dinero, y, encima, los guisos se desperdician. Como digo, en esa zona los cosas no están enfocadas para dar servicio al turismo estándar.

El tema es que yo elegí pote de primero y bacalao a la vizcaína de segundo. También probé la fabada, los verdines y el cabrito. Nada me defraudó. La única pega de Casa Nando fue que nos la jugaron un poco al final. Resulta que los menús nos los cantaron, por lo que no consultamos la carta ni nos dijeron los precios (estos se detallaban en una pizarra en el interior, ciertamente), pero, sobre todo, lo que no vimos fue que los postres no estaban incluidos. Eso no lo ponía en ningún sitio, en cambio, es decir, que tendríamos que haber sido adivinos para haberlo sabido, o bien haber sido muy cuidadosos para haberlo preguntado. 

El caso es que no fuimos ni videntes ni precavidos, de manera que, cuando la camarera salió preguntando por los postres que queríamos, como si estuviera segura de que los íbamos a pedir, nosotros entendimos que era porque entraban en el menú. Habíamos comido tanto, que ninguno tenía ganas de dulces, pero esto ya lo sabían en Casa Nando y nos dieron a entender que los íbamos a pagar de igual modo. En vista de eso, le echamos valor y nos tomamos unos trozos de tarta. Cuando llegó la cuenta y vi que nos los iban a cobrar aparte, me jodió un pelín, la verdad, porque además no fueron baratos. Sin embargo, no quise empañar el buen rato en Urbiés, por lo que tampoco le di más vueltas. 

Mucho aún por descubrir

Hay muchísimo por descubrir en Mieres y en sus alrededores. Como he dicho, allí están poniendo en valor, de una forma muy activa, todo su patrimonio industrial, por lo que hay aún un considerable número de lugares relacionados con las minas que no quiero quedarme sin visitar.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado MIERES.
En 2019 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales visitadas en Asturias: 60% (hoy día 60%).
En 2019 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 34'4% (hoy día 36'8%).