22 de julio de 2016

PONFERRADA 2016

Ponferrada es una ciudad de 41.400 habitantes (67.000 en el municipio completo) que está apenas a 30 kilómetros de Villafranca del Bierzo. Cierto es que no soy de los que tienen alergia a hacer paradas intermedias cuando viajan de un lugar a otro, para mi los desplazamientos forman parte de los viajes y me gusta hacer altos en el camino si se tercia. Sin embargo, tampoco parece muy lógico que en el trayecto de Villafranca del Bierzo al este de Asturias uno pare a apenas 30 kilómetros del punto de origen. Nosotros lo hicimos porque, en este caso, en Ponferrada había un motivo de peso para hacer un alto: ver por dentro el Castillo de los Templarios.

En julio de 2013 ya estuve con María, Ana y Julia en Ponferrada cuando fui a correr la Media Maratón Ciudad de Ponferrada, que aquel año se celebró en formato nocturno bajo el apelativo de 21 Lunas... y Media.



Por diversas circunstancias mi actuación en la carrera fue un desastre: acabé en 1h43 tras hacer uno de los mayores esfuerzos de mi vida atlética para no echarme a andar en ningún momento. Sin embargo, ese fin de semana pude ver que Ponferrada es un lugar que se merece una visita.


En aquella ocasión llegamos a la ciudad después de comer y nos alojamos en el Hotel Aroi Bierzo, que está en la Plaza del Ayuntamiento. La carrera empezó a las 22'30 horas y la tarde estuvo mediatizada por ese hecho: intenté descansar un poco en el hotel, apenas lo conseguí y al final nos dimos un pequeño paseo por el centro. Gracias a este puse mis ojos por primera vez en los muros del impresionante Castillo de Los Templarios, desde cuyas puertas, de hecho, esa noche salió la carrera. Por desgracia, no pudimos verlo por dentro, ya que lo estaban cerrando cuando llegamos, así que la visita quedó pendiente para otra ocasión. Esa ocasión ha resultado ser esta.


Esta vez nuestro punto de partida en la visita a Ponferrada también fue la Plaza del Ayuntamiento, porque en su subsuelo hay un aparcamiento donde dejamos el coche. El centro estaba muy tranquilo, quizás porque era martes por la mañana, por lo que nos dimos un agradable paseo por él. En la Calle del Reloj pasamos por debajo de la magnífica Torre del Reloj, que ya me sorprendió la primera vez que la vi (la torre, construida en el siglo XVI, está ubicada sobre el Arco de las Eras, la única puerta de la muralla medieval que se conserva).


La diáfana Plaza de la Encina también estaba tranquila, con su Escultura a la Virgen de la Encina, y pese a que estaba abierta, no nos detuvimos en la Basílica de la Encina, ya que teníamos muy claro nuestro destino: el Castillo de los Templarios.



La figura de los Caballeros Templarios es, ya de por si, atractiva: "El Temple tiene buenos caballeros, que traen capas blancas con una cruz roja sencilla y una bandera o estandarte de colores que llaman Baucent y que va delante de ellos en las batallas. Esperan a los enemigos y sus primeros ataques. En ir son los primeros, en volver los últimos. O del todo derrotan a sus enemigos o todos mueren, siendo siempre los últimos en retirarse". La figura de los Monjes Templarios, valientes, arrojados y que hacían gala de una determinación un tanto demente, suele estar envuelta en un legendario halo de misterio bastante llamativo, pero, más allá de esa imagen un tanto mitificada, la Orden del Temple fue real y tuvo gran importancia en la Edad Media, hasta el punto de que su poder llegó a ser un peligro para los estados europeos de la época, que acabaron con la orden usando todas sus armas: se la desacreditó todo lo posible y se le quitaron todas sus posesiones, como paso previo a su disolución. Este Castillo imponente fue una de esas posesiones. El mismo estaba ubicado al borde del Camino de Santiago, junto al puente que se creó en el siglo XI para que los peregrinos pudieran atravesar el Río Sil (el Pons Ferrata) y que dio origen al primitivo asentamiento de la ciudad.


No obstante, lo primero que aprende uno al visitar el Castillo es que en época de los Templarios (siglo XIII) el mismo era sólo un pequeño poblado reforzado con muros de cal y canto. Pese a esto, el conjunto fortificado era uno de los enclaves templarios más significativos de Europa. Sin embargo, no fue hasta mediados del siglo XIV, cuando ya había sido disuelta la Orden del Temple hacía casi tres décadas, cuando se empezó a levantar un verdadero castillo en el extremo de la fortificación, el Castillo Viejo, el cual se ve al fondo en la primera foto:




Con posterioridad se fueron haciendo sucesivas obras que transformaron lo que quedaba del primitivo recinto templario. Así, se erigió, por ejemplo, el Palacio Nuevo, un lujoso palacio ubicado en el lado opuesto al Castillo Viejo.


Actualmente, con sus 8.000 metros cuadrados, el Castillo de los Templarios, que fue declarado Monumento Nacional en 1924, es el conjunto fortificado más imponente del norte de España. No obstante, pese a que se asocia al Temple para unirlo a ese halo misterioso que envuelve a esta orden y darle así más interés, la verdad es que en el recinto que vemos queda poco de la fortificación templaria, aunque Ponferrada siga sacándole un cierto partido a la importancia que la población tuvo para dicha orden (por ejemplo, celebran la Noche Templaria coincidiendo con la primera luna llena de verano, e incluso la media maratón que yo corrí se asoció a los Templarios, ya que la salida solo estuvo iluminada por la luz de unas antorchas que portaban unos actores disfrazados de integrantes de la Orden del Temple. La carrera salía, bajaba del centro y volvía a subir, atravesando el conjunto histórico de lado a lado y pasando por la Calle Gil Carrasco que bordea el Castillo. La misma estaba completamente a oscuras y solo la iluminaban, de nuevo, los Templarios con sus antorchas, los cuales hacían un pasillo a los corredores. La verdad es que fue un momento único).

Con respecto al Castillo, el mismo por fuera es uno de los más impresionantes que he visto. Por dentro no está mal, ni mucho menos, pero el Castillo, como he dicho, no es un único edificio, sino un recinto amurallado en cuyo interior se fueron añadiendo construcciones en diferentes épocas. Algunas de ellas se han restaurado visiblemente y siguen en uso. La parte del Castillo Viejo es la menos modificada y tiene una auténtica escalera de caracol muy chula en la Torre del Homenaje Viejo. Entre el Castillo Viejo y el Palacio Nuevo hay un espacio de tierra con hierba que no es demasiado atractivo y la parte del Palacio Nuevo sí es preciosa, pero está totalmente reformada y, aunque me consta que se han respetado las estructuras, materiales y proporciones del primitivo recinto, no resulta fácil pensar que aquello era así en la Edad Media.


Sin embargo, para mi, que tengo alma de bibliotecario, la parte de la Biblioteca Templaria y la exposición bibliográfica permanente Templum Libri, las cuales están, precisamente, dentro del Palacio Nuevo, son una gozada. En las vitrinas de dicha exposición se muestran un centenar de libros facsímiles entre los que se encuentran muchos manuscritos iluminados. Por su parte, la Biblioteca Templaria se encuadra en el Centro de Investigación y Estudios Históricos, que también tiene en el Palacio Nuevo su sede y que está centrado en las órdenes militares y en la propia Orden del Temple. En la Biblioteca también se exponen manuscritos y obras impresas, incluido un incunable, pero, más allá de eso, me encantó el ambiente bibliófilo que allí se respiraba.


No obstante, pese a que me dieron ganas de irme allí a estudiar y a que las reformas se han hecho con mucha clase, la verdad es quizás esperaba algo más del Castillo en su conjunto. En mi opinión, en el recinto hay poca información sobre la historia y la estructura de la construcción (quizás hubiera hecho falta la audioguía que nosotros no cogimos, aunque siempre se debe dejar claro lo básico sin ese recurso). Pese a esto, el balance es positivo: por fuera es de las construcciones más impresionantes que he visto en entornos urbanos, algunos rincones interesantes sí ofrece su interior y, desde luego, las vistas desde sus murallas hicieron que diera por bien empleados los 6 euros de la entrada (soy muy aficionado a las vistas de pájaro).




Para ir con niños también es una visita recomendable, ya que estos se pueden mover con cierta libertad por allí y hay bastantes elementos por el Castillo capaces de ir captando su atención.

La visita, en general, se disfruta, lo mismo que la estancia en Ponferrada. Su cuidado centro, situado en una elevación que se asoma al Río Sil, es bonito y está enmarcado por una zona moderna bastante ordenada, desarrollada y racional, que pude ver mejor la otra vez (corrí por ella bastantes kilómetros y me volví andando al centro desde la meta, que se ubicó en el Estadio Municipal de Atletismo Colomán Trabado).

No me importaría volver a Ponferrada a sacarle su jugo a otros atractivos que también ofrece. Sería una buena oportunidad para visitar de nuevo Peñalba de Santiago, una minúscula y difícilmente accesible pedanía ponferradina a la que fuí en 2001 (allí está la Iglesia de Santiago de Peñalba, una joya de la arquitectura mozárabe del siglo X).

Sin embargo, en esta ocasión, tras almorzar en la muy recomendable Pizzería la Competencia (está en la Calle del Reloj), ya no tuvimos más remedio que coger, sin más paradas, el camino a Asturias.



Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado PONFERRADA.
En 2001 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Provincia de León: 60% (hoy día, confirmada ya esta visita desde 2013, 80%).
En 2001 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 18'7% (hoy día, confirmada ya esta visita desde 2013, 31'7%).


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