29 de agosto de 2016

CHICLANA DE LA FRONTERA 2016

Este año empezamos las vacaciones pasando unos días de playa en la costa de Cádiz y las hemos acabado igual.


Aún me quedaban un par de días libres que no había gastado en Irlanda y los he destinado a unas vacaciones radicalmente opuestas a las irlandesas, en primer lugar porque hemos sustituido el frescor ya casi otoñal del norte de Irlanda por el calor aún totalmente veraniego de la costa del sur de España, pero también porque ha cambiado la parte de la familia con la que hemos estado: si a Irlanda fuimos con mis padres, mi hermana y mi cuñado, estos últimos días los hemos disfrutado con mi familia política al completo.

Sin embargo, la mayor diferencia ha sido que hemos pasado de un plan basado en el turismo on the road a otro basado en el playismo familiar más autóctono. Ambos planes han coincidido en que la base de los mismos ha sido estar con la familia, pero mientras el primero ha estado centrado en conocer lo mejor posible la tierra que hemos pisado, el segundo ha girado entorno a bañarnos en la piscina o en la playa (podía ser siempre el mismo trozo de la misma playa), comer y dormir. Evidentemente, para alguien aficionado a conocer mundo el segundo plan puede parecer un infierno, comparado con el primero. En efecto, si todas mis vacaciones tuvieran que estar centradas en vegetar en dos metros cuadrados me darían ganas de echarme a llorar, pero como no es así, tengo que reconocer que no me importa en absoluto pasar cuatro días al año en buena compañía, simplemente comiendo bien, durmiendo a pierna suelta y pasando más tiempo sentado que de pie.


Por otro lado, incluso en un plan de playismo sureño hay oportunidades para que la mente curiosa conozca lugares y los retenga en su retina. No son muchos, porque el verdadero plan playista no solo está centrado en un lugar muy concreto de una limitada zona costera, sino que no tiene el más mínimo interés por salirse del sota, caballo y rey. Nosotros cuatro en julio estuvimos unos días en Chipiona y combinamos sin problema las horas de playa con la exploración de parte del entorno que nos rodeaba, pero al ampliar la compañía eso puede ser, incluso, motivo de problemas, así que más vale ir con la idea de que lo que se conozca del lugar donde se está será casi por casualidad. No obstante, hay ciertas oportunidades para poner los sentidos en algunos sitios interesantes y esos momentos hay, sin duda, que aprovecharlos.

Durante los pasados cuatro días hemos estado en una casa con jardín ubicada en el término municipal de Chiclana de la Frontera, a medio camino entre su casco urbano (que está separado unos kilómetros de la costa) y el núcleo de La Barrosa, que es donde está la principal playa del municipio.




Todo el espacio que hay entre el centro de Chiclana y la zona costera está lleno de casas, así que casi no hay ya sensación de discontinuidad, pero sí se puede identificar donde empieza, al menos de manera simbólica, La Barrosa, que es el lugar donde hemos estado la mayor parte del tiempo que hemos pasado fuera de la casa.

Antes de seguir, tengo que decir que el destino nos ha traído a la zona costera que yo mejor conozco de todas las que pueda haber. Mis tíos, a principios de los 80, ya alquilaban para los meses de verano una casa en Chiclana, cuando casi todo el municipio, salvo el casco urbano, era un mar de pinos con unas pocas edificaciones. A esa casa fui yo varias veces. También mis padres, en aquella época, llegaron a alquilar en la zona una casa un mes entero.


En los años siguientes La Barrosa se convirtió en la zona de costa adonde íbamos a pasar días sueltos de playa, pese a que estaba más lejos de Sevilla que muchas otras partes del litoral. Aquello era tan bonito como lo es hoy, pero apenas había gente, por lo que merecía mucho la pena el paseo. Finalmente, en 1992 mis padres se compraron una casa allí y desde entonces ir por la zona se convirtió para mí en algo habitual, hasta el punto de que durante los cinco siguientes años pasé en La Barrosa al menos uno de los meses de verano. Luego, con los 20 años cumplidos, ya empecé a racanear a la hora de ir a esa casa, pero hasta 2006, año en que mis padres vendieron su propiedad, nunca dejé de pasar en ella, al menos, algún fin de semana suelto de vez en cuando.

En esos años La Barrosa cambió radicalmente, la recién construida, al principio, zona de Novo Sancti Petri, que está anexa, despegó definitivamente, con sus hoteles de lujo y su campo de golf, todo se masificó un poco y el lugar perdió parte de su encanto, lo que acabó provocando que mis padres vendieran la casa. Desde entonces mis visitas a Chiclana han sido puntuales, pero, quizás por tradición, no han faltado las idas ocasionales a la zona en los últimos años. Esta vez, sin embargo, la razón de acabar en La Barrosa no ha tenido que ver conmigo, sino que ha estado relacionada con la casualidad de que apareció allí un alojamiento que se ajustaba bien a lo que necesitábamos para pasar unos días.

Con este bagaje, es lógico que conozca Chiclana de la Frontera bastante bien. He visitado alguna vez su casco urbano, pero sobre todo conozco la parte de la costa, que está vertebrada en torno a las dos principales playas del municipio: la Playa de Sancti Petri y la Playa de La Barrosa. A ambas he tenido la suerte de ir de nuevo estos días.

A la primera de ellas fui con María en bicicleta el viernes por la tarde, cogiéndole un poco las vueltas a la familia, que no se movió de la piscina del chalet en toda la tarde.


Posteriormente, fuimos casi todos de nuevo el sábado por la tarde. El viernes María y yo nos limitamos a darnos un chapuzón y a volvernos, pero el sábado conseguimos que la mayoría de la familia nos acompañara a ver la preciosa puesta de sol que se disfruta desde esta playa, que da al oeste y que no se abre al mar abierto, como las otras playas del municipio, sino que da al Caño de Sancti Petri. Este, desde la arena, tiene un aspecto fluvial, de manera que cuando uno está en la playa parece que se está bañando en la desembocadura de un río. Sin embargo, es en realidad un caño, que se adentra hasta las Marismas de Sancti Petri y que por el otro lado da a la Bahía de Cádiz, creando en medio la isla donde está San Fernando, llamada Isla de León (el caño tiene dos salidas al mar, no es un río). El caso es que en la Playa de Sancti Petri echamos un rato muy agradable, disfrutando de la visión de la Punta del Boquerón, el extremo casi virgen de la Isla de León por el sur, y del Castillo de Sancti Petri, que se alza en el Islote de Sancti Petri, ubicado en mitad del mar, frente por frente al punto donde el Caño de Sancti Petri da al océano.


La Playa de Sancti Petri está separada de la Playa de La Barrosa por el Farallón de Laja Bermeja, aunque ambas playas quedan comunicadas cuando la marea está baja. En la Playa de Sancti Petri se distinguen dos tramos diferenciados: uno que va desde el Farallón hasta el espigón artificial existente en la desembocadura del Caño, y otro, que fue donde nosotros estuvimos, que va desde allí hasta el final de la playa, tierra adentro. En ese final hay un puerto deportivo, otro pesquero y no faltan instalaciones de empresas que se dedican a las actividades náuticas, ubicadas en los restos de lo que fue el poblado de Sancti Petri. De hecho, en esta playa hacía yo windsurf a menudo y he podido ver que se sigue realizando esta actividad. Pese a esto, nuestra estancia en la playa esta vez se limitó a elegir un buen sitio, en una zona alejada del poblado, y a disfrutar del tranquilo entorno, bastante virgen, durante el último rato de la tarde.



La Playa de la Barrosa es totalmente diferente a la de Sancti Petri. Su tremenda longitud hace que se pueda dividir en varias partes: la primera parte tiene paseo marítimo, la segunda tiene la primera linea de casas de La Barrosa más atrasada y la tercera da a Novo Sancti Petri, una zona de hoteles de lujo y urbanizaciones de casitas que quedan un poco retiradas, tras una franja de tierra virgen que le otorga a esa parte un aspecto más natural. De hecho, a la parte final de la playa lo que da es el Parque Periurbano de la Barrosa, conformado por una amplia franja natural llena de pinos que discurre paralela a la costa. El viernes por la mañana y el domingo fuimos a la zona del extremo oeste del Paseo Marítimo y el sábado por la mañana nos dirigimos al extremo opuesto, al que se accede a través del Parque Periurbano. En ambas partes había bastante gente, pero la amplitud de esta playa es capaz de absorber a una gran muchedumbre sin que uno se sienta agobiado.


La Playa de la Barrosa son casi 7 kilómetros de arena finísima e incluso con la marea alta sigue siendo ancha. Indudablemente ha cambiado, a principios de los 90 no había accesos habilitados en la parte de Novo Sancti Petri, salvo por un par de hoteles, y yo bajaba por el acantilado a la playa, que era en algunos tramos casi salvaje, pero, pese a los cambios, sigue siendo uno de los mejores arenales que he visto.

Más allá de las playas, como dije antes el contacto que hemos tenido con Chiclana, fuera de los muros de nuestra casa alquilada, se ha circunscrito al núcleo de La Barrosa.

En efecto, el jueves por la tarde-noche ya dimos una vuelta por su paseo marítimo, que me gusta porque es bastante amplio, y nos tomamos allí una cerveza en el Restaurante Kanaloa, pero fue el viernes por la mañana cuando tuve ocasión de curiosear por el enclave con calma: salí a correr, tiré en dirección a la costa y me lesioné justo al llegar a La Barrosa. Me fastidió, pero aún así decidí que en vez de volverme por donde había venido iba a regresar dando un pequeño rodeo (me dolía el soleo, pero podía andar con molestias sin estropearlo más). Por ello, me recorrí La Barrosa por su calle principal (llamada Carretera de La Barrosa), que está llena de comercios y restaurantes, tranquilos aún a esa hora, y, en un momento dado, me metí por la Calle Capilla, internándome en una zona de grandes chalets rodeados de pinos para buscar la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, más conocida como Capilla del Pino. La recordaba de hace veinte años y vaya si ha cambiado: entonces era un edificio rectangular de piedra con tejado de chapa, que estaba encajado en un hueco de la Calle Iglesia, y que parecía más una trabajada nave de un polígono industrial que una iglesia, y ahora es un edificio con unos acabados perfectos que mantiene su planta, pero que en la actualidad tiene un gran tejado de madera y pizarra que crea una especie de porche. Sus alrededores, hoy día, están vallados y totalmente remozados. No sólo la zona comercial se ha beneficiado de la llegada del turismo a La Barrosa, está claro.

Aparte, ese mismo viernes por la mañana, tras la sesión de playa, nos tomamos una cerveza y un aperitivo frente al mar en el Restaurante El Campanario. No estuvo ni bien ni mal, estuvimos casi solos en la terraza y no nos echaron más cuenta de la indispensable, pero nos tomamos a gusto la oferta de cerveza, tortillita de camarones y plato de gambas.


Mejor servida estuvo la comida del domingo, esta ya sí despachada a tutiplén: teníamos que dejar la casa a las doce del mediodía y eso hizo que, tras recoger, fuéramos a comer a La Barrosa, como paso previo a aprovechar el último rato de playa por la tarde. Volvimos a ir a la parte del principio del Paseo Marítimo y allí comimos en el Burguer-Bar Pepín, un lugar que por nombre y pinta probablemente sea uno de los restaurantes menos llamativos de la zona, pero que estaba bien lleno y no por casualidad: su especialidad son unas tremendas hamburguesas que tienen una pinta alucinante, pero nosotros nos decidimos por un menú mas tradicional en el contexto playero, a base de pescado frito y aliños, que estuvo muy bien, fresco el pescado y bien servidos los platos. Los camareros fueron, además, muy amables.


En definitiva han sido cuatro días de relax total, un colofón perfecto a unas vacaciones que este año han estado bastante aprovechadas.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado CHICLANA DE LA FRONTERA.
En 1993 (primera visita real), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Cádiz: 4'5% (hoy día 50%).
En 1993 (primera visita real), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1% (hoy día 18'9%).


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