16 de febrero de 2017

TOMARES 2017 (VISITA DE FEBRERO)

Hace un par de meses escribí un post sobre Tomares con motivo de la visita que hice a este pueblo en navidades. En aquella ocasión ya hablé de lo emotivo que es volver a los lugares donde uno ha pasado la infancia. Tomares me transporta a mi niñez y a mi adolescencia, y eso lo convierte en un lugar único en el que nunca me sobra un paseo.

Como ya dije, vuelvo de vez en cuando a Tomares a echar el rato, no me he ido a vivir muy lejos y allí residen aún algunos de mis mejores amigos. El sábado, sin embargo, fui a Tomares para algo más que para ver a mis amigos más íntimos. De hecho, asistí a una reunión bastante grande, gracias a la cual me quedó claro que cuando uno ha sido feliz de niño es una terapia muy saludable sacar de las profundidades del cerebro las sensaciones de nuestra infancia, esas que tenemos todos ahí, pero que normalmente están sepultadas debajo de miles de recuerdos posteriores. Para evocar esa inocencia infantil resulta muy efectivo recorrer los lugares donde se pasó la niñez. Pasar una tarde con los antiguos compañeros del colegio, como hice yo el sábado, también ayuda a que afloren esas tiernas emociones que son tan reconfortantes. Además, comprobar que, con sus diferentes circunstancias, tantos de los que empezaron a sacar la cabeza del nido en el mismo lugar y en el mismo momento que nosotros, son ahora felices, también contribuye a apuntalar los cimientos de lo que somos.

El caso es que yo estudié en uno de los tres colegios públicos que en los años 80 había en Tomares, en concreto en el Colegio Público Menéndez Pelayo. El mismo se inauguró en el curso 84-85 y un año después entré yo para hacer allí tercero de E.G.B. Ese curso y el siguiente solo hubo una línea en el centro, pero Tomares ya estaba en plena expansión y cuando pasé a quinto se abrió una segunda línea, manteniéndose la situación hasta que acabé octavo. En total, la generación del 77 no estuvo formada por más de 80 niños en total, incluyendo a los que se fueron uniendo a lo largo de los años, a los repetidores y a los que se marcharon sin acabar allí la primaria.


Hace unos cuatro meses se dieron una serie de circunstancias y se creó, en el transcurso de un fin de semana, un gran grupo de Whatsapp con todas las personas localizables que formamos parte de esa generación del 77 en el Colegio Público Menéndez Pelayo. Los que empezamos aquella mañana de sábado en el grupo se contaban con los dedos de una mano, pero el mismo estaba compuesto ya por casi medio centenar de personas antes de acabar el domingo. Todos vivimos aquel reencuentro, digital aún, con una excitación tremenda, está claro que la infancia en el Tomares de los años 80 fue feliz para un buen puñado de gente. Unas semanas después, cuando el grupo ya estaba asentado (algunos salieron sin decir nada, es imposible que todo el mundo esté para fiestas, otros fueron localizados pasado un tiempo), se dio el siguiente paso y se organizó la gran quedada. Se hicieron propuestas concretas de lugares y días, y con una facilidad que me sigue sorprendiendo, el 11 de febrero quedó fijada en Tomares una gran cita a la que se apuntaron 30 personas, algunas de las cuales viven bastante lejos de Sevilla. El lugar elegido para la reunión fue La Alquería de Santa Eufemia, un lugar de celebraciones que está en una antigua hacienda olivarera del siglo XVII, justo enfrente del Colegio.


En consecuencia, el pasado sábado, sin alejarnos más de 100 metros del cole donde estudiamos, 28 de esas 30 personas (hubo dos bajas de última hora por motivos familiares) disfrutamos de un afectuoso reencuentro de doce horas: fue una convergencia perfecta entre 28 cuarentones y cuarentonas que en los últimos 25 años han evolucionado de maneras totalmente diferentes, pero que en su vuelta a la infancia conectaron hasta el punto de pasar una jornada de las que dejan huella. Tomares fue testigo de ello.

La jornada comenzó a las 13.30 horas. Enfrente del edificio del Colegio hay un pequeño centro comercial y el bar que, en él, apunta directamente a la puerta del centro (la Cervecería Santa Eufemia), se convirtió en el lugar perfecto para fijar el punto al que ir llegando sin necesidad de esperar a la intemperie (el día salió lluvioso).


Desde el primer momento quedó claro que la cosa iba a fluir, ya que ni siquiera hubo que pasar el rato inicial de corte que hubiera sido de esperar, teniendo en cuenta que algunos llevábamos sin vernos más de media vida. El buen ambiente fue general desde el primer minuto.

En el bar nos fuimos reuniendo y al poco de llegar los últimos comenzamos con el acto simbólico del día: gracias a la iniciativa y al interés de uno de mis antiguos compis estábamos autorizados a entrar en el patio del Colegio para hacernos unas fotos. Lo que sucede es que el mismo ya no es realmente un colegio, por lo que el asunto tuvo, si cabe, una significación aún mayor. En efecto, el Colegio Público Menéndez Pelayo ya no existe. Ahora es un instituto. Para entender por qué se ha operado ese cambio hay que remontarse en el tiempo. Resulta que, unos años después de construirse el colegio, se hizo enfrente otro edificio, destinado a albergar un centro de formación profesional en el que se iban a impartir ciclos formativos de comunicación, imagen y sonido. Eso no supuso, en si mismo, un problema, pero por aquel entonces en Tomares no había posibilidad de estudiar B.U.P. y existía ya la imperiosa necesidad de que el pueblo contara con esa opción. Es por ello que, aparte de inaugurarse el nuevo centro de F.P. se creó también un instituto... que no tenía sede. Durante dos años, para impartir las clases de B.U.P. se usaron, por la tarde, las instalaciones de otro de los colegios públicos del pueblo, y al tercero se invadió el edificio de Formación Profesional, creándose un gran centro de educación secundaria que aún existe, llamado IES Néstor Almendros. Un tiempo después, con la reforma educativa, se reestructuró definitivamente el tema y el gran perjudicado fue mi antiguo cole: con la llegada de la E.S.O. y del Bachillerato el Instituto necesitaba más espacio y la solución fue dejar la Formación Profesional y el Bachillerato en el edificio de siempre y convertir el del Menéndez Pelayo en un centro de E.S.O. La enseñanza primaria se suprimió allí y, por tanto, el Colegio desapareció como tal. 

Pese a esto, las instalaciones están totalmente iguales, por fuera no han cambiado nada. José se puso en contacto con el director del Instituto y él, muy amablemente, le dio las llaves de la cancela para que pudiéramos entrar y hacernos las emotivas fotos.





Los pinos de la foto de arriba los plantamos los niños que estábamos en el Colegio en el año 88, si no recuerdo mal (hubo un pequeño pino para cada niño). El mio se murió poco después, pero quizás los que plantaron los que aún sobreviven tengan conciencia de que siguen allí sus árboles.




Tras el emocionante reencuentro con el escenario en el que pasamos tantas horas de nuestra infancia (¡de niño se pasa mucho tiempo en el colegio!), llegó el momento de la sociabilización pura y dura: a las 15:00 horas cruzamos la calle y nos acomodamos en La Alquería de Santa Eufemia. Hay que decir que el sitio estuvo muy bien elegido, porque éramos 28 y corríamos el riesgo de ser ubicados en un salón demasiado grande o desangelado. Por fortuna, La Alquería tenía un espacio independiente, en el que habían encendido una chimenea y todo, y en el que pudimos comer muy a gusto (fue una comida tipo cocktail, lo que nos dio mucha movilidad). Yo probé todo lo que me pusieron por delante, pero solo recuerdo el Tataki de Atún, el Sorbito de Vichyssoise Templada (que, o metías la lengua en el vasito en plan grotesco o casi ni lo probabas), las Mini Brochetas de Criollo y, como no, las dos cazuelitas (una de arroz caldoso y la otra de carrillada). Tampoco faltaron los pastelitos y el café. Comimos bien.

La tarde pasó volada. Tras la comida pasamos a otra estancia en donde estaba situada la barra de bebidas, y allí continuamos haciendo lo mismo: charlar, reír y, al final, ya con unas copillas de más, incluso bailar. Cuando nos dimos cuenta el maitre del catering, que no quitó la cara de palo en toda la tarde, nos estaba invitando amablemente a que nos fuéramos. Eran casi las 20'30 horas, hacía más de una hora que la barra libre había expirado (pese a lo cual, algunos seguían consumiendo) y el hombre debió ver que o nos pegaba el toque o nos daban allí las dos de la mañana.

En ese momento hubo ya alguna baja, pero el grueso de la reunión cerró el círculo y volvió al centro comercial en el que había comenzado la tarde. Esta vez, sin embargo, para esponjar bien lo que habíamos bebido, nos metimos en la Freiduría Puerto Tomares, donde el buen ambiente siguió siendo la nota predominante: por la naturalidad, allí parecía que estábamos acostumbrados a salir juntos cada viernes y cada sábado. En la freiduría yo mucho no comí, la verdad, me distraje charlando y el pescado frito desapareció cuando yo apenas me había tomado dos calamares. No me preocupó demasiado, para que engañarnos. No obstante, parece que todo estuvo bueno y no pareció caro.


Tras llenar el estómago (algunos más que otros), llegó el momento de la última etapa: fue entrañable acabar la jornada en el Café Cohiba, un pub que, como es normal, no frecuentaba en mis años de colegio (creo que aún no existía), pero que lleva ahí el tiempo suficiente como para haya estado en él unas cuantas veces, ya de mayorcito.


Allí nos tomamos una última copa los supervivientes (unas doce o trece personas), antes de despedirnos pasada la una de la mañana.

En definitiva, fue un día que no olvidaré. Ahí estuvieron Sergio, Raúl, AlexRikliaHelenaEdu, ManoloRaimonNievesFiviJosé, PachiMarinaAntonio, IvánCarolinaPepe Mari, FernandoPatriSusana, Charly, Javi, Sara, Berta, Conchi, María José y Bea. Realmente a algunos hacía 25 años que no los veía. Con otros mantuve un cierto contacto durante los cinco años que estuve aún viviendo en Tomares, tras acabar el colegio (vivíamos muchos por la misma zona). Finalmente, hay dos que siguen siendo amigos míos, no digo de diario, porque ni de coña nos vemos todos los días, pero sí mantenemos un contacto habitual desde siempre y procuramos vernos con toda la frecuencia que la vida adulta nos permite.


Lo bueno es que el contacto con todos se mantendrá gracias al grupo de Whatsapp, lo que posibilitará nuevas quedadas o miniquedadas ocasionales, y estoy seguro de que a algunos incluso los veré con más frecuencia (tras la quedada ya somos cuatro los que estamos apuntados a un trail en Guillena en abril, el mundo de las carreras une mucho...).

Para acabar, temía que un fiestón de doce horas, bien regado de cerveza y de lo que no es cerveza, pusiera en riesgo todo lo que me he venido currando el Maratón de Sevilla desde hace meses. Afortunadamente, me fui a la camita algo doblado, pero pasados unos días ya puedo decir que los efectos tóxicos de la quedada no van a influir ni lo más mínimo en el resultado del maratón del próximo domingo.


Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado TOMARES.
En 1983 (primera visita), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Sevilla: 1'9% (hoy día 61%).
En 1983 (primera visita), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 0'2% (hoy día 18'9%).


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