7 de mayo de 2017

MADRID 2017 (VISITA DE MAYO)

El próximo miércoles hará un año que inauguré este blog, después de pasar un fin de semana en Albacete. Cuando empecé no sabía si tendría continuidad mi idea de escribir online sobre los sitios que voy viendo, y sobre las carreras y triatlones en los que voy participando, pero hasta ahora la cosa ha prosperado. El Año Uno se ha saldado con un total de 53 posts, incluido este. La semana próxima comienza el Año Dos, en el que espero seguir escribiendo con las mismas ganas que hasta ahora: mientras me siga gustando narrar cosas y releer lo que escribo, tanto como conocer sitios y correr, este blog seguirá existiendo.

Hasta ahora solo hay dos sitios sobre los que he escrito más de una vez. Son Tomares y Madrid. El pasado fin de semana hicimos la tercera visita de los últimos doce meses a la capital del reino, de manera que esta va a acabar el curso como la ciudad con más apariciones en En Ole Väsynyt.

Como expliqué en agosto, en Madrid siempre he tenido familia y eso me ha hecho ir allí en muchas ocasiones con un objetivo totalmente ajeno al turismo. Sin embargo, ni en la citada visita veraniega ni en la posterior que hicimos en noviembre tuve la oportunidad de ir a estar un rato con la familia, por lo que esta primavera sí era pertinente organizar un viaje exprés para remediar ese hecho.

En cualquier caso, con independencia de las visitas familiares, Madrid es una ciudad que siempre se merece unas horas, por lo que estrujamos a tope la estancia y dedicamos al turismo la mañana del domingo y la del lunes 1 de mayo. Desde hace tiempo tenía muchas ganas de ir al Museo Nacional del Prado con las niñas, por lo que destinamos la mañana dominical a visitarlo. El lunes lo tuvimos más complicado, porque al ser fiesta nacional parecía que todo iba a estar cerrado, pero resultó, finalmente, que era el día perfecto para ir a ver la Catedral de la Almudena.

Con respecto al Museo del Prado, esta pinacoteca es una de las más importantes del mundo y me apetecía que Ana y Julia la descubrieran por primera vez siendo pequeñas. El pasado verano, en el día que pasamos en Madrid camino de Irlanda hicimos el amago de ir, pero nos lo encontramos cerrado y nos llevamos un pequeño chasco. Quedó pendiente volver a intentarlo y esta ocasión ha resultado ser muy propicia para hacerlo. Por si acaso, llevábamos las entradas compradas por Internet, y, ajustando el plan, nos vimos accediendo al Museo poco antes de las doce de la mañana.


Mi objetivo principal era ir a ver Las Meninas, porque este cuadro las niñas ya lo conocen de haberlo visto en libros y porque es una de mis obras favoritas. Sin embargo, en el Museo del Prado en cada sala se encuentra uno con una obra maestra de esas que conoce cualquiera que se haya interesado por el arte simplemente en plan divulgativo. En efecto, el hecho de ir reconociendo continuamente cuadros hace muy entretenida cada visita al Prado (yo había ido en 2007 y 2010 las dos últimas veces). En mi caso, siempre intento ver obras nuevas, aunque al final acaba uno deteniéndose también frente a algunos clásicos: en esta ocasión vimos de nuevo, por ejemplo, La Familia de Carlos IV de Goya, pero también profundizamos un poco más en este autor y nos paramos delante de famosos cuadros como La Maja DesnudaLa Maja Vestida, La Gallina Ciega o El 3 de Mayo en Madrid. Aparte, vimos otras obras de Velázquez y Rubens, por ejemplo.


Las niñas vieron los cuadros con otros ojos, lógicamente, pero en la hora larga que pasamos allí disfrutaron bastante. El Prado tiene mucho que ver y en nuestras circunstancias mi idea era la de siempre: ver pocos cuadros, pero verlos bien. Tras esa hora y pico nos despedimos hasta la próxima vez.

Al día siguiente teníamos la mañana libre para profundizar un poco más en las maravillas de Madrid, pero, como he dicho antes, nos encontramos con la gran dificultad de que era lunes y festivo. Todo parecía estar chapado en la ciudad. Había, sin embargo, una cosa que sí estaba abierta y que era una cuenta pendiente para mi: la Catedral de Santa María la Real de la Almudena. En Madrid hay, a priori, decenas de cosas más interesantes que su catedral, que es bastante moderna y no tiene, en mi opinión, un aspecto exterior especialmente atractivo.


Es, sin embargo, un edificio importante que se merece una visita en algún momento de la vida, y yo no había encontrado aún la oportunidad de dedicarle un rato. El lunes por la mañana estaba abierto (era lo único) y resultó ser la ocasión ideal. Su interior me pareció muy llamativo, es muy monumental, como corresponde a la catedral de una capital como Madrid, pero tiene un toque moderno que, a falta de historia en mayúsculas (se empezó a construir en 1883 y no se consagró hasta 1993), le confiere al menos una cierta originalidad.



Aparte de todo, esta catedral tiene para mí un elemento que la hace única, y es que las puertas de bronce de la fachada que da a la Calle Bailén (por donde se entra normalmente), son obra de Luis Sanguino, un primo hermano de mi abuela (en efecto, mi familia tiene su Ghiberti particular).



Antes de entrar en la Catedral aprovechamos para darnos una vuelta por la Plaza de Oriente, que fue un símbolo del franquismo hace años, ya que era allí donde se organizaban las manifestaciones de ensalzamiento a Francisco Franco durante la dictadura, pero que hoy día ha vuelto a destacar más por, entre otras cosas, la Estatua de Felipe IV que tiene en el centro, obra de Pietro Tacca. La misma está considerada como la primera estatua ecuestre del mundo sustentada solo por las patas traseras de un caballo (fue todo un reto para el escultor lograr que la estatua se apoyara solo en dos patas sin partirse). 


En esa plaza, además, se inició en 1808 el levantamiento del 2 de mayo que dio origen a la Guerra de la Independencia, por lo que es igualmente famosa por esa circunstancia. Yo nunca había paseado por ella con tanta calma, así que también para eso sirvió la mañana.


Tras la visita a La Almudena llegó el momento de almorzar. Parecía complicado comer en una de las zonas más turísticas de una ciudad como Madrid y salir indemne, pero lo hicimos bien y acabamos en el Café Bar Arrieta, un lugar que leímos que era frecuentado por los vecinos del barrio. En efecto, es un pequeño restaurante sin ínfulas en el que comimos muy bien y donde el trato fue agradable (es un lugar de comida casera a buen precio)


Mayores pretensiones estéticas tiene La Botillería del Café de Oriente, donde también estuvimos por la mañana, pero allí solo tomamos café antes de ir a la Catedral. Este restaurante da a la Plaza de Oriente y tengo entendido que no es una trampa para turistas, pese al aspecto que tiene y al lugar donde está, pero es el típico sitio donde probablemente no entraría a comer salvo que me acompañara algún madrileño que garantizara que no es un sacadinero para extranjeros y para incautos de provincias.


Para dormir, en esta ocasión volvimos a elegir el Hotel VP El Madroño, al igual que en agosto y que en otras ocasiones anteriores. Este aparthotel sigue siendo una opción estupenda para pasar la noche en Madrid: las habitaciones están muy cuidadas y limpias, al igual que todas las instalaciones, su desayuno bufé está genial y el personal es siempre especialmente amable. Además, está muy bien situado en pleno Distrito de Salamanca


Para acabar, voy a dedicarle esta vez unas palabras al lugar donde empiezan y acaban el 90% de nuestras visitas a Madrid: la Estación de Atocha. Las estaciones de trenes y de autobuses suelen ser sitios un tanto sórdidos, en realidad son lugares de paso donde confluyen temporalmente los viajeros que vienen y van, pero igualmente pululan por allí los que llegan y no tienen adonde ir o los que quieren irse, pero no saben como hacerlo. También hay mucha gente que no tiene más remedio que esperar en ellas y todos sabemos que el aburrimiento no suele traer nada bueno. Son sitios, además, donde abundan los descuideros. En definitiva, son lugares donde no siempre tiene uno ganas de echar un rato. La Estación de Atocha, sin embargo, nunca me ha dado esa sensación, pese a que es el núcleo básico de transportes de una ciudad como Madrid. El jardín botánico que tiene en el vestíbulo, la luminosidad de su zona principal, así como la tranquilidad que se respira en sus bares y en los puestecillos que siempre hay montados por allí, invitan a considerar esa estación como un valor más de Madrid, no solo como un lugar de tránsito que uno está deseando abandonar. Me llama la atención que hasta 1992 los andenes y vías estaban donde hoy están las plantas, es seguro que yo llegué allí con el tren alguna vez antes de esa fecha. Ahora esa zona ejerce de gran vestíbulo de entrada a las dos nuevas estaciones, que se encuentran muy bien integradas con él, y se ha convertido en un gran invernadero en el que hay 7.200 plantas de 260 especies diferentes, además de algún que otro animalillo.



En agosto volveremos a Madrid cuando vayamos camino de Países Bajos. Afortunadamente, uno nunca se va de Madrid por demasiado tiempo.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado MADRID.
En 1988 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en la Comunidad de Madrid: 7'7% (hoy día 19'2%).
En 1988 (primera visita consciente), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 4'4% (hoy día 32'2%).

Reto Viajero PRINCIPALES CIUDADES DEL MUNDO
Visitado MADRID.
En 1988 (primera visita consciente), % de Principales Ciudades del Mundo que están en Europa que ya estaban visitadas: 2'7% (hoy día 37'8%).
En 1988 (primera visita consciente), % de Principales Ciudades del Mundo que ya estaban visitadas: 1% (hoy día 16'%).


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