9 de agosto de 2017

LLANES 2017

En los años en los que llevo pasando unos días veraniegos en Llanes (desde 1997 solo he faltado a la cita en 2004 y en 2008) nunca había estado tanto tiempo allí y nunca me había movido menos por Asturias. La parte positiva de eso es que este año nos hemos pateado a fondo la capital llanisca y hemos hecho bastantes cosas novedosas por el concejo.


Dentro de esos planes novedosos que hemos podido hacer en este 2017 por el concejo de Llanes los más llamativos han estado relacionados con el entorno campestre: en primer lugar, intentamos dos veces subir al Picu Castiellu, partiendo de La Galguera, y, en segundo lugar, entre ambas intentonas otro día recorrimos la parte del Sendero Europeo E-9 que sale de Llanes hacia el oeste.

El Picu Castiellu es un mazacote de roca que llevo años viendo desde las ventanas de la casa de mis padres en La Galguera. El mismo sobresale claramente de la Sierra del Cuera, que va paralela a la costa durante unos 30 kilómetros, atraviesa el concejo de Llanes de punta a punta y, a pesar de lo cerca que está del mar (solo dista de él unos 5 o 6 kilómetros), se eleva más de 1.300 metros en su punto máximo.


El Picu Castiellu, con sus 385 metros, siempre ha estado ahí, frente a la casa, y desde hace tiempo se que es posible subir a su cima sin una dificultad extrema, pero nunca lo había intentado. Este año en los diez días que hemos estado en Llanes hicimos dos intentos por llegar a la cima, pero no lo conseguimos en ninguno de ellos. En realidad, la primera vez se nos hizo tarde muy pronto y nos quedamos a medio camino, pero el segundo ataque sí fue más serio. Ese segundo día salimos más temprano y nos quedamos muy cerca del objetivo, de hecho llegamos a la cima de otro pico que está detrás del Castiellu y que es, incluso, más alto (mide 417 metros), aunque no resalte tanto.




La subida no es tan fácil como parece desde abajo, hay que ir eligiendo el recorrido para ir salvando los desniveles, y, aunque al principio el camino es más ancho, a partir de un determinado punto se va campo a través por senderitos hechos por animales o se avanza directamente por encima de los helechos que llenan la ladera.



 

En cualquier caso, la subida no entraña peligro real. Aún así, no hollamos la cima del Picu Castiellu, aunque para llegar a ella, tras alcanzar la cumbre del pico vecino, solo teníamos que bajar un poco, atravesar el collado y subir el último tramo rocoso.


Sin embargo, nos dimos la vuelta sin recorrer el último trozo de travesía, porque ese trayecto restante nos iba a llevar 30 o 40 minutos más e íbamos con el tiempo muy justo para estar de vuelta a mediodía, pese a haber salido temprano. Además, María había perdido ya bastantes reflejos por el esfuerzo y, encima, se estaba poniendo negro (de hecho, nos empezó a llover llegando a casa). Por todo ello decidimos regresar tras hacer cima en el pico de al lado. El año que viene, a la tercera, hollaremos el Castiellu, eso seguro.


Aparte de esta excursión, también dedicamos a andar por el campo la mañana del 6 de agosto. Ese día dejamos a las niñas aún durmiendo y nos fuimos hasta el extremo del Paseo de San Pedro de Llanes con la idea de recorrerlo entero y de hacer lo que no habíamos hecho nunca aún: seguir más allá de su final. En efecto, el Paseo de San Pedro no acaba de forma abrupta, sino que en un determinado momento pasa a convertirse en una ruta senderista, ya que en Llanes empieza una de las etapas homologadas del Sendero Europeo E-9, llamado Camino Costero Europeo, que recorre más de 5.000 kilómetros bordeando la costa atlántica desde Narva-Jõesuu en Estonia, hasta el Cabo San Vicente portugués. En España solo se encuentran homologados varios tramos, pero el 60% de los que pasan por Asturias están acondicionados y, en concreto, todo el litoral del concejo de Llanes está perfectamente preparado y señalizado. Nosotros recorrimos el cachito de 3'3 kilómetros que va del Paseo de San Pedro hasta la Playa de Poo. Sería bonito recorrer en varias veces el trozo completo que va desde Bustio, el primer pueblo asturiano por el este, hasta la Playa de Guadamía, que es donde acaba el concejo de Llanes, recorriendo así todo el litoral de los dos municipios costeros más orientales del Principado (en total son 68'6 kilómetros).

De momento, nos conformamos con los 3'3 que recorrimos este año. De años anteriores ya sabíamos que el Paseo de San Pedro es espectacular, porque va por encima de los acantilados mostrando unas vistas impresionantes, pero este año hemos visto que el tramo de costa que continúa más allá no le va a la zaga en belleza.


A partir de la Punta de Jarri o de la Torre (justo donde estamos María y yo en la foto de abajo), la arreglada hierba del Paseo pasa a convertirse en un camino que permite contemplar estampas preciosas de la costa llanisca. En esta ocasión en la Playa de Poo nos dimos la vuelta, pero en años venideros seguiremos explorando la ruta.




Como he dicho, este año hemos andado por el campo más que nunca, pero no por ello hemos dejado de ir a la playa siempre que hemos podido. Por desgracia, no hemos tenido demasiada suerte con la climatología, pero en los dos días en los que el cielo estuvo totalmente despejado no dejamos pasar la oportunidad de tostarnos un poco al sol. El primero de esos días fuimos a la Playa de San Antolín, una de las más bonitas de los alrededores (esta playa está aislada de cualquier población) y el segundo nos bañamos en la playa urbana de Llanes, la Playa del Sablón. No es muy grande y esa mañana había en ella mucha gente, pero nunca había estado en su arena y me apetecía pisarla, no solo asomarme desde arriba. Como playa, en realidad no destaca demasiado, pero tiene su atractivo bañarse a los pies del Paseo de San Pedro, viendo a lo lejos Los Cubos de la Memoria y a la espalda la Muralla.


También estuvimos una tarde en la Playa de Cué o de Antilles, a pesar de que ese día estaba menos soleado (esta playa es un enclave natural que merece ser visto de todas formas). Cué es una aldea del concejo de Llanes que está pegada al mar, no muy lejos de la capital llanisca, pero a pesar de estar junto a la costa se encuentra en una parte un poco elevada del litoral, por lo que su playa está abierta entre acantilados. Para llegar a ella hay que bajar hasta el agua desde una buena altura y, en cualquier caso, abajo no se encuentra uno demasiada arena, de hecho la playa desaparece con la marea alta (así estaba cuando fuimos nosotros).



En cualquier caso, el sitio es espectacular (al bajar la marea, gran parte de la zona que aparece en la foto de arriba se vacía de agua y la playa queda más amplia).

Además, la bajada desde lo alto del acantilado está habilitada y aunque se aparca arriba, se desciende por una rampa empinada, pero adaptada. Abajo hay una explanada de hierba con un chiringuito (El Topu) y desde ella se accede a la playa por una escalera.


Nosotros fuimos a la Playa de Cué con la intención de bañarnos, pese a que la tarde no estaba muy soleada, pero al llegar allí ninguno, salvo Julia, pudo meterse del todo, el agua estaba demasiado fría. Sin embargo, lo bueno de que no hiciera una gran tarde de playa fue que el chiringuito estaba muy tranquilo, así que antes de irnos nos detuvimos en él a tomarnos una cerveza y a contemplar durante un rato, con gusto, el precioso entorno.


Por otro lado, como dije también al principio este año no nos hemos alejado demasiado de Llanes, por lo que los días lluviosos, que han sido unos cuantos, los hemos gastado en planes urbanos, fundamentalmente en la capital del concejo, aunque también he paseado por La Galguera, como no, y por su aldea vecina, Soberrón. Ambas localidades se parecen bastante, son núcleos residenciales con un carácter bastante rural que destacan por su tranquilidad, aunque la mayoría de sus casas son modernas. En La Galguera el lugar más destacado es el antiguo Lavadero, que está restaurado.


La vecina aldea de Soberrón es casi igual, pero tiene una particularidad: sí tiene iglesia, aunque nunca he entrado en ella.



Aparte de los paseos por La Galguera y del paseo que nos dimos hasta Soberrón, el resto de nuestra actividad urbana se centró en el pueblo de Llanes. Las cosas que hicimos allí yo las dividiría en tres bloques: el de las actividades funcionales, el de las visitas turísticas y el de las visitas a bares y restaurantes.

En primer lugar, no han faltado las visitas funcionales de todos los años. De ellas, este verano han destacado negativamente las visitas médicas, ya que por desgracia tuvimos que ir con Ana dos veces al médico y otra al fisioterapeuta (aparte de un problema de oído, sufrió un esguince grande el día 31 de julio y hubo que reaccionar rápido para minimizar el problema).

En el segundo bloque de actividades estarían las visitas turísticas. Todos los años vamos a Llanes y siempre intento ver cosas nuevas, o al menos profundizar en algo que ya conozca. En ese sentido, en este 2017 lo más destacado ha sido, probablemente, que entré de nuevo en el Torreón de Llanes, una torre circular defensiva de origen medieval que forma parte de la Muralla.


En el Torreón de Llanes antes estaba la Oficina de Turismo, pero desde hace tiempo la fortificación se encontraba vacía. Este año, por casualidad, vi que se había vuelto a abrir y que allí estaba programado un ciclo de cuentacuentos para niños. Esa actividad me pareció que podía ser atractiva para Ana y Julia, así que fuimos el día 5 de agosto y nos encontramos conque entrar no era fácil, porque el aforo era muy limitado y la cantidad de gente interesada era mucha. Sin embargo, decidimos echarle paciencia y, tras hacer cola durante una hora, pudimos conseguir sitio.


La torre por dentro está muy arreglada y ha sido dividida en varios pisos por medio de una estructura metálica. El cuentacuentos me gustó bastante y a las niñas les resultó muy entretenido. La chica que contaba los cuentos hizo un buen trabajo, porque modulaba muy bien la voz y supo combinar su lado sargento con su lado dulce. Saber combinar esas dos caras es indispensable para desarrollar bien estas actividades, porque no es fácil controlar durante media hora a una veintena de niños ajenos y mantenerlos a todos en silencio (siempre hay un par de niños a los que dan ganas de meter en un armario junto con sus padres). En cualquier caso, con independencia de lo bien que estuvo la actividad, también me gustó que pude volver a entrar en la torre, uno de los lugares más destacados de Llanes.

Más allá de esto, la otra novedad turística de este 2017 fue que nos montamos en el Tren Turístico de Llanes. En efecto, los días 1 y 2 de agosto mi cuñada y su familia, que estaban de vacaciones por el norte con la autocaravana, estuvieron en Llanes y pasamos con ellos las dos jornadas. En principio, la idea era visitar el pueblo un día y hacer alguna excursión el otro, pero el tiempo no acompañó y, dado que ellos tampoco tienen demasiada necesidad de profundizar en lo que visitan, pues la excursión no la llegamos a realizar y las dos jornadas en Llanes nos las tomamos con muchísima calma. Realmente, tuvimos mala suerte, porque el 1 de agosto fue el día en el que hizo peor tiempo en todas las vacaciones, no paraba de llover y eso condicionó los planes. Además, Ana se había hecho el esguince la noche antes y nuestra libertad de movimiento era reducida. Por eso, la idea de coger el tren no nos pareció mala, aunque el mismo tiene algunas pegas, porque no se pueden abrir las ventanas y es pequeño (con las ventanas abiertas se ganaría en visibilidad y, además, las estrecheces se notarían menos...). Pese a esto, el recorrido de 30 minutos fue bastante completo y, en un día lluvioso, el viajecito resultó ser una actividad perfecta.


En cualquier caso, el meollo del plan turístico de este año estuvo centrado en pasear por las calles del centro: pasamos en multitud de ocasiones por la Calle Mayor, la Calle Posada Herrera o la Plaza de Cristo Rey, que es donde está la principal iglesia de Llanes. Otro recorrido habitual fue el que bordea la Muralla y, tras pasar junto al Torreón de Llanes, conduce a la Calle Castillo, el epicentro comercial llanisco. El centro del pueblo destaca por sus casitas blancas y cuidadas, así como por sus calles empedradas, que en verano están realmente animadas, por lo que un simple paseo por él ya merece la pena.

También es muy bonita la Plaza de Santa Ana.


Además, este año volvimos a pasar un buen rato en el Parque Posada Herrera, que, realmente, más que un parque es una gran plaza presidida por el Monumento a Posada Herrera, un llanisco que fue presidente del Consejo de Ministros a finales del siglo XVIII. En esa plaza hay una buena zona de juegos infantiles donde pasé bastantes ratos cuando las niñas eran más pequeñas. Sin embargo, hacía tres o cuatro años que no volvía. Este año, el segundo día que estuvieron mis sobrinas en Llanes volvimos a pasar allí más de una hora.

Pese a todo, el bloque de actividad más explotado fue, como no, el tercero que comenté antes, el de las paraditas en los bares. Debido a la visita de mi cuñada y a la cantidad de días que hemos pasado en el entorno de Llanes este año hemos ido al centro a comer o a tomar algo más que nunca. No faltaron, por supuesto, las visitas a nuestros dos sitios favoritos, la Sidrería El Bodegón y la Sidería La Casona (aquí estuvimos tres veces, la primera de ellas el día de la lluvia).


En ambos sitios nos comimos un gigantesco cachopo (compartido entre varios, si no es imposible), pero además en El Bodegón no dejamos de probar las parrochas, que las ponen muy ricas, y en La Casona el día lluvioso pedimos tortos con huevos y picadillo (este plato es una bomba que hay que probar alguna vez). Estas dos sidrerías dan a la Plaza de la Magdalena, además de a la Calle Mayor, y suelen estar llenas, pero, por lo bien que se come y por lo a gusto que se está tanto cenando como almorzando, merece la pena esperar.

Aparte, como una muestra más de que este año no hemos parado de darnos gustazos por Llanes, hemos ido dos veces a comer al Restaurante El Sucón, el lugar donde se come la mejor fabada del mundo (está en el concejo, pero se encuentra algo metido en el interior). El hacer doblete en este restaurante ha sido toda una novedad, porque en todas mis visitas a Llanes he ido alguna vez a comer allí, pero nunca había estado dos veces en cuatro días. En efecto, este año no faltó en El Sucón la tradicional comilona familiar, pero, además, por la visita de un primo de mi madre y su familia, el último día me vi allí de nuevo, dispuesto a darlo todo otra vez. En esa segunda visita innovamos un poco más que de costumbre con el menú (siempre pedimos fabada y cabritu) y comprobé que el pote y las costillas que sirven también están para chuparse los dedos. Otra cosa que destaca en El Sucón, aparte de lo agradable que es su terraza, son los postres: el arroz con leche me encanta, pero allí la verdad es que lo que no se puede dejar de pedir es la tarta de queso.

Este año también ha sido una novedad ir tres veces al Café Bitácora, que es otro punto de referencia para nosotros y al que, por contra, el año pasado no fuimos. Esta cafetería no es nada del otro mundo, nos gusta más por motivos sentimentales que por otra cosa, pero no deja de tener un velador agradable y resguardado que da a la Calle de las Barqueras. Tomar unos churros allí es otra tradición de cada verano y este 2017 fuimos dos veces (la tercera vez solo nos tomamos un café).


De todas formas, probablemente los momentos culinarios más agradables de nuestra semana llanisca tuvieron lugar en el Bar Restaurante La Playa San Antolín de Bedón, adonde fuimos a comer el día del cumpleaños de mi madre. Este restaurante es un chiringuito que a ella le encanta (yo lo conocía de haber estado allí un par de veces en 2015), no es un lugar muy glamouroso, pero fue una maravilla almorzar cerca del mar en una playa tan preciosa, la comida estuvo bastante bien (yo me pedí un plato de paella y los menús no son muy caros) y el personal fue especialmente simpático.



Allí, al borde del mar, celebramos el cumple de mi madre de una manera sencilla, pero muy sentida. Lo cierto es que este año volvimos a coincidir con mi hermana Inés en Llanes un par de días y eso posibilitó que echáramos dos días muy familiares y pudiéramos celebrar el cumpleaños de la mamma como está mandado.

Por último, el relato de la visita a Llanes de este año lo voy a acabar hablando de la Muestra de Quesos del Oriente de Asturias que montan en la Plaza de Santa Ana y que este año cumplía su XXX edición, nada menos.



Yo ya estuve en la muestra del año 2011, se celebra el primer domingo de agosto y en esta ocasión resultó ser un poco chasco. Hace años, por lo visto, además de vender, los stands servían panecillos con sus quesos a un módico precio. En 2011 ya todos no lo hacían, pero recuerdo haber encontrado algunos sin problema. Por ello, este año fuimos a la muestra con la intención de comprar, pero también con la idea de almorzar allí, y nos encontramos conque la práctica de vender pequeños bocadillos de queso ya no se estila, la caseta en la que se vende cerveza y sidra la siguen poniendo, pero ya no se puede masticar nada, más allá de los pequeños trocitos de los diferentes quesos que te dan gratis en los stands para que los pruebes. En consecuencia, hubo que buscarse otro lugar donde comer (acabamos en La Casona). Pese a esto, probé un queso típico de Vidiago (una de las aldeas de Llanes) que es muy suave y cremoso, y también nos llevamos un buen trozo de queso de Cabrales, que, a pesar de ser muy fuerte, entusiasmó a las niñas. Realmente, la Muestra de Quesos merece la pena, aunque ya no se pueda comer allí.

En definitiva, un año más no faltamos a nuestra cita veraniega en Llanes. Otras veces hemos ido menos tiempo, pero en este 2017 estuvimos diez días, nada menos (las niñas una semana más). La verdad es que no paramos, como ha quedado patente en este post, aunque nos movimos poco de Llanes y eso provocó la engañosa sensación de que hicimos menos cosas que otros veranos. Realmente, cuando veníamos con las niñas más pequeñas sí nos movíamos menos, pero en los últimos dos años, aprovechando que Ana y Julia ya han crecido un poco, hemos empezado a hacer de todo y me he mal acostumbrado. En cualquier caso, no siempre puede uno alejarse tanto, seguramente el verano que viene volveremos a movernos por Asturias con más soltura, pero a Llanes no solo venimos con afán turístico, sino que también venimos con ánimo de estar con la familia y eso se nota a la hora de hacer los planes. Lo bueno de las circunstancias que se dieron este año es que me fui con la sensación de que hicimos más vida llanisca que nunca, y eso me gusta.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado LLANES.
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Asturias: 13'3% (hoy día 53'3%).
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 11'8% (hoy día 32'2%).


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