6 de marzo de 2018

MÉRIDA 2018

Barcelona y Madrid son en la actualidad las dos grandes ciudades de España y si echamos la vista atrás podríamos señalar a Sevilla como la metrópoli española más importante durante la Edad Moderna, a Córdoba o a Granada como los núcleos urbanos más florecientes de Al-Andalus, e incluso a Toledo como la ciudad hispanovisigoda por excelencia, pero antes de todo eso existió en la Península Ibérica una población que destacó poderosamente por encima de todas las demás, del mismo modo en que lo hicieron con posterioridad todas las ciudades que he citado. Esa población fue Mérida (llamada entonces Augusta Emerita), la urbe más grande de la Hispania romana y la única que superó los 20.000 habitantes. Mérida en época de los romanos estuvo en el Top Ten de las ciudades más importantes del Imperio y, por tanto, del mundo occidental, pero con el tiempo su estatus fue menguando y entró en el siglo XX como un modesto pueblo que no llegaba a las 10.000 almas. Sin embargo, el siglo pasado vio como Mérida se fue industrializando poco a poco, lo que hizo que su población comenzara a crecer, lenta pero firmemente, hasta alcanzar los 40.000 habitantes a finales de los años 70. Por otro lado, el desarrollo paralelo de la mentalidad actual, que aboga por poner en valor las huellas del pasado, le devolvió su lugar en la historia, hecho refrendado en 1983 por su designación como capital de Extremadura.

Este devenir histórico tan desigual hace que Mérida sea un lugar peculiar. En la actualidad cuenta con casi 60.000 habitantes y no es una ciudad bonita en general, no tiene un centro histórico que en conjunto destaque por su vistosidad ni cuenta con edificios que estén en uso y que llamen la atención por su belleza o por su valor estético, con la notable excepción del Museo Nacional de Arte Romano, por supuesto. Sin embargo, sus restos romanos, que están por todos lados, son los más importantes de España y la convierten en un auténtico museo gigante, hasta el punto de que los mismos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993.

Yo ya había estado en Mérida tres veces, en circunstancias muy diversas: en 1995 fui con una excursión del instituto, un año después estuve con mis padres y en 2016, yendo de Asturias a Sevilla, entramos en la ciudad para que Julia viera de cerca el Acueducto de los Milagros, aprovechando que ese curso había estudiado a los romanos en el colegio.



Esta ha sido, por tanto, mi cuarta visita a Mérida y la excusa para volver ha tenido que ver, como no, con una carrera: llevaba un montón de años queriendo disputar la Media Maratón de Mérida y no lo había podido hacer aún. Este 2018 decidí tachar esa cuenta pendiente de mi lista y he organizado una pequeña excursión a la capital extremeña con la idea de correr, pero también con ánimo de ver la ciudad de una manera menos distraída que en 1995 y 1996 (en 2016 me fijé más en lo que vi, pero en esa ocasión nos movimos solo por la zona que bordea el Río Guadiana por su margen este y no fuimos hasta la parte más céntrica de Mérida).

El caso es que el pasado sábado salimos bastante temprano de casa con la idea de llegar a Mérida pronto y poder aprovechar bien el día. Nuestro primer destino fue el Museo Nacional de Arte Romano, al que queríamos llegar a las 11'30 de la mañana para que las niñas participaran en un cuentacuentos al que las habíamos apuntado.


La actividad resultó ser todo un éxito y durante media hora Ana y Julia estuvieron muy entretenidas escuchando historias mitológicas romanas contadas como si fueran cuentos (la mitología clásica se presta mucho a esa adaptación). Durante ese rato yo estuve viendo bien el museo y luego volvimos con ellas a tiro hecho a ver los principales restos.

A pesar de que en mis visitas a Mérida siendo adolescente anduve, como dije antes, un tanto distraído, me acordaba del edificio del Museo, obra de Rafael Moneo, en ambas ocasiones entré en él y las dos veces me impresionó lo suficiente como para recordarlo perfectamente. En esta ocasión he vuelto a comprobar que es una maravilla.



De entre sus fondos me llamaron la atención, sobre todo, los mosaicos y la célebre cabeza de Augusto, encontrada en su día al desenterrar el Teatro Romano.




Sin embargo, lo que más me gustó fue ver las lápidas, que me transportaron al año en el que estudié epigrafía en la universidad y tuve que hacer un trabajo sobre escritura romana en el cual incluí epígrafes de varias piezas que están presentes en este museo.



En general, el Museo Nacional de Arte Romano está repleto de restos recuperados del subsuelo emeritense que merecen la pena (monedas, juegos, utensilios de belleza,...). También es interesante darse una vuelta por los sótanos del edificio, donde se han integrado a la perfección los vestigios que afloraron al construir el mismo en 1986.


Tras echar casi dos horas en el Museo, poco antes de las 13'30 llegó el momento de cambiar de tercio y de buscar un lugar donde comer, aprovechando que nos habían hecho una recomendación expresa: María tuvo hace unos años un jefe que es emeritense y con el que conserva una buena relación, lo que hizo que le pudiera preguntar por un lugar donde almorzar. Gracias a eso pudimos obviar el acoso al que nos sometieron los relaciones públicas de los restaurantes de la Calle José Ramón Mélida, que es la del Museo.


No me gusta nada, sinceramente, que me aborden cuando paseo por las ciudades para que coma en un lugar o en otro, para mí esa actitud de turismo rancio basta para que no entre en ese restaurante, y en Mérida, en los alrededores del Museo Nacional de Arte Romano, esa circunstancia fue una constante, hacía tiempo que no veía una cosa igual. Por fortuna, nosotros nos alejamos de esa zona, lo que nos permitió ver a tope de actividad la Calle Santa Eulalia, que resultó ser la principal vía comercial del centro emeritense, y también comer en un lugar donde no nos dieron la vara para ofrecernos un menú para turistas. Ese lugar fue La Bodeguilla.


El sitio me gustó, era amplio, estaba recién reformado y los menús estuvieron a la altura (su presentación en la carta estuvo simpática y, además, alcanzaron el notable en lo que a calidad-precio se refiere).


Por la tarde llegó la segunda etapa de nuestra jornada emeritense. A lo largo de la semana la lluvia amenazó con chafarnos el día y, de hecho, por la mañana llegó a caer algo de agua mientras estábamos en el Museo, pero afortunadamente el chaparrón gordo se retrasó a última hora de la tarde y eso posibilitó que pudiéramos ir a ver el Teatro y el Anfiteatro sin ningún problema. Ambos son, sin duda, los monumentos más impresionantes de la ciudad y se ven de manera conjunta, ya que están dentro del mismo recinto vallado, aunque yo en este post voy a hablar solo del Anfiteatro y dedicaré un artículo independiente al Teatro Romano, cuya visita era para mí un objetivo en sí mismo.

El Anfiteatro es impresionante y me recordó automáticamente al de Itálica, que es más grande, aunque menos antiguo, pero no por el hecho de estar bastante familiarizado con el coliseo italicense me resultó menos llamativo el de Mérida.


Extrañamente no lo recordaba de las otras visitas, pero en esta ocasión lo recorrimos tranquilamente, deambulando tanto por las gradas como por las galerías, y bajando después a la arena.





Aparte del Anfiteatro y del Teatro, que también lo recorrimos con calma, las otros dos construcciones que vimos bien fueron el Templo de Diana, que es muy peculiar, y el Puente Romano. El Templo de Diana es el único edificio religioso romano que se conserva en Mérida en buen estado y, por lo visto, desde 1972 se sabe que no estuvo dedicado a la diosa Diana, sino al culto imperial, pero después de ser conocido durante 300 años como Templo de Diana no se le ha cambiado el nombre.


El Templo tiene en su interior un palacio que data del siglo XVI. El mismo sería considerado una aberración si se hubiera construido hoy día, pero al llevar ahí tanto tiempo no solo ha contribuido a darle un toque original al conjunto, sino que, desde el punto de vista eminentemente práctico, ha contribuido a que el Templo haya llegado bien conservado hasta nuestros días.


Por su parte, el Puente Romano fue lo último que pudimos ver, ya anocheciendo, de manera fugaz, porque cuando llegamos a él empezó a llover y tuvimos que emprender el camino de vuelta al apartamento.

Al día siguiente, sin embargo, la Media Maratón de Mérida empezaba junto al extremo del Puente que está más alejado del centro, por lo que lo vimos desde el otro lado con más sosiego. Además, tuve la ocasión de atraversarlo corriendo dos veces durante el transcurso de la carrera y, por último, antes de irme de Mérida pude recorrerlo andando, ya que regresé en autobús a Sevilla después de correr y la Estación también está en el lado del Río Guadiana opuesto al centro (María se fue con las niñas al poco de empezar yo a correr, ya que Julia tenía que estar a mediodía en Sevilla).


El Puente es muy bonito, aunque el intenso uso que se le ha dado, así como las crecidas del río, han hecho que se haya remodelado mucho. El primer tramo, que es el que aparece en la fotografía inferior, es, precisamente, el que mantiene más elementos originales romanos.


En definitiva, Mérida es una ciudad en la que uno no se sumerge en un ambiente pintoresco, ya que incluso la zona donde están las ruinas más espectaculares tiene un cierto aire de barriada del extrarradio, y las construcciones más recientes son funcionales, sin más. Pese a esto, sí tiene lugares no romanos que puntualmente son interesantes, como la Plaza de España, donde estuve recogiendo el dorsal el sábado por la tarde y adonde fui también después de la carrera el mismo domingo.


En cualquier caso, como habrá quedado claro, los puntos fuertes de Mérida son las ruinas y ahí alcanza la excelencia. Los más de 230.000 visitantes que recibe cada año atestiguan que la ciudad merece la pena. Afortunadamente, es un lugar que me queda bastante a mano.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado MÉRIDA.
En 1995 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales visitadas en la Provincia de Badajoz: 20% (hoy día 80%).
En 1995 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 9'6% (hoy día 32'5%).


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