En nuestra estancia asturiana de este año regresé a Ribadesella para visitar de nuevo de una manera menos distraída la Cueva de Tito Bustillo, considerada una de las cinco cuevas con pinturas paleolíticas más importantes que se conocen.
La Cueva de Tito Bustillo se encuentra en un extremo del casco urbano de Ribadesella, pero dada la particular distribución que tiene el pueblo es fácilmente accesible a pie desde el centro de este.
Yo ya había visitado la Cueva en 1997, cuando aún era posible llegar y comprar entradas para el mismo día, incluso en temporada alta, pero tenía completamente olvidados sus detalles y, asimismo, tenía muchas ganas de verla con las niñas. Pese a esto, como ahora, por la alta demanda, hay que reservar con mucha antelación, lo había ido dejando, además de que Julia hasta el presente año no podía entrar por la edad. Sin embargo, para este verano mi madre compró las entradas hace cuatro o cinco meses, por lo que teníamos la visita asegurada el día 3 de agosto.
Como he dicho, las cosas han cambiado en los últimos 20 años, ahora ser previsor es la única forma de ver la Cueva, pero esta no ha sido la única novedad, ya que también se ha construido un centro de interpretación de la caverna muy cerca del acceso tradicional a la misma, y se enseña desde hace seis años otra cavidad vecina, la Cuevona de Ardines, que es menos famosa, ya que no tiene pinturas rupestres, pero que también es espectacular.
El mes de julio ha sido complicado para nosotros y la excursión a Tito Bustillo estuvo en serio peligro durante un tiempo, pero finalmente el pasado día 3 estuvimos a la hora señalada en la puerta de la Cueva dispuestos a entrar en ella y, como premio extra, preparados también para ver la Cuevona de Ardines, esta visita no la teníamos programada, pero puede realizarse sin reservas previas, entre otras cosas porque el número de visitantes no está tan restringido (nuestro grupo para la Cuevona estuvo compuesto de unas 30 personas, mientras que para ver Tito Bustillo solo fuimos 14).
Toda la zona del Macizo de Ardines en la que están las cuevas estuvo habitada en el Paleolítico gracias a la existencia allí de un buen número de grutas que forman parte del sistema de galerías excavadas por el Río San Miguel.
Como he dicho, en la Cuevona de Ardines no hay pinturas rupestres, sino que era una cueva de despiece, por lo que los hombres prehistóricos solo la usaban para preparar las piezas que cazaban en la parte que recibía luz natural. Más allá, al resto de la galería, excavada y modelada por el río, no iban, o al menos no han quedado allí vestigios de su presencia. La visita a la Cuevona, por tanto, no tiene que ver con la Prehistoria, sino que en ella solo se admiran prodigios geológicos. Pese a esto, se encuentra integrada en el sistema cavernario de Tito Bustillo (de hecho, está justo arriba y estaban comunicadas, pero un derrumbe ocurrido hace miles de años cerró esa vía y las independizo, en la imagen superior la Cuevona está dibujada en morado y la Cueva de Tito Bustillo en verde, aunque el primer color apenas se ve al tener al verde superpuesto).
Para mostrarnos la Cuevona nos acompañó un guía llamado Aurelio Capín, que ha resultado ser hijo del primer guía que enseñó la Cueva de Tito Bustillo en los 70 y que fue responsable, incluso, del descubrimiento de algunas pinturas. Capín, experimentado cicerone ya también, nos dio un montón de explicaciones de gran interés, pero sobre todo fue muy ameno. Nos contó, por ejemplo, que su vinculación con la Cuevona se remonta a su niñez, cuando se colaba en ella con sus amigos, algo increíble si tenemos en cuenta que sin luces debía está oscura como boca de lobo y que no tenía en aquella época el suelo arreglado. En la actualidad, para verla han construido una escalera de 300 escalones y luego, ya dentro, una tarima de madera que hace muy cómoda y segura la visita.
El recorrido por la cueva es interesante, pero lo realmente excepcional está al final, en la sala principal, adonde se llega como de repente. Cuando yo accedí a esa sala, tras doblar un recodo, no me la esperaba y me dejó con la boca abierta: mide unos 80 metros de diámetro y forma un cono cuyo vértice tiene un agujero natural a unos 40 metros de altura que deja pasar la luz exterior e ilumina todo el espacio. La sala es espectacular de por sí, pero la belleza se ve incrementada por ese lucernario. Capín y otros niños iban allí porque la cavidad, a diferencia de Tito Bustillo, era conocida desde antiguo. Lo mejor, además, es que en esa sala, gracias a la cúpula natural y a la forma de las paredes, la acústica es perfecta. De hecho, todos los meses de agosto se celebran allí conciertos de música clásica.
Entrar en la Cuevona de Ardines fue un regalo que no esperaba, pero cuando salimos de ella aún nos quedaba el premio gordo de la jornada, la visita a Tito Bustillo.
El recorrido por Tito Bustillo volvió a guiarlo Aurelio, que de nuevo nos deleitó con una serie de explicaciones en las que quedó patente que, por su dilatada experiencia, es todo un experto en cuevas y en arte paleolítico. Esta visita a tiene la particularidad de que se hace al revés, es decir, se entra por un túnel artificial abierto en la montaña en 1970, el cual conduce a lo que en la Prehistoria era el fondo de la gruta.
Hoy día la abertura paleolítica en donde vivió una numerosa comunidad humana está taponada, ya que la enorme visera de 17 metros que hacía que la caverna fuera un lugar magnífico para vivir se vino abajo hace miles de años. Las pinturas estuvieron por ello en un entorno casi sellado hasta que en 1968 unos casi adolescentes, aficionados a la espeleología, pertenecientes al Grupo de Montaña Torreblanca de Oviedo, se metieron por un agujero conocido como Pozu l'Ramu y las encontraron. En ese grupo estaba Celestino Tito Bustillo, un joven de 17 años que tuvo el infortunio de morir tan solo tres semanas después en un accidente de escalada. Como homenaje póstumo, la Cueva fue bautizada con su nombre.
Para organizar visitas turísticas, dado que el acceso original estaba derruido y que entrar por la estrecha chimenea por la que se colaron los del Grupo Torreblanca no era una opción para la gran mayoría de las personas, se hizo el túnel que hoy día se usa. En la actualidad, hacer semejante obra sería impensable, pero a principios de los años 70 la mentalidad era otra y, en cierto modo, aún nos aprovechamos de ella. El túnel tiene 165 metros y cuenta con varias puertas para asegurar el aislamiento de la cueva. Lo que sucede es que dicho túnel conduce, como he dicho, a lo que era el fondo de la gruta en el Paleolítico. Por ello, una vez dentro se recorre un trecho de unos 700 metros por la llamada Galería Larga, en busca del principal grupo de pinturas que se pueden ver. El recorrido no es exigente, pero la temperatura baja mucho y el suelo no está tan preparado como en la Cuevona de Ardines, por lo que hay que andar con algo de ojo. Aurelio Capín nos contó que antes la visita se centraba mucho más en las maravillas geológicas de la caverna, por lo que la explicación artística se reducía mucho. Ahora se va casi a tiro hecho hasta el llamado Panel Principal, y eso es lo que hicimos nosotros. Sí pudimos ver el lugar donde estaba la abertura por la que descendieron Tito Bustillo y sus nueve compañeros, pero la mayor parte del tiempo lo pasamos frente al mencionado Panel Principal, una pared de casi 30 metros de extensión con grabados, dibujos de animales y signos abstractos que se superponen unos a otros, conformando un lienzo que tiene 30.000 años y que se usó durante 200 siglos. Su decoración es envolvente, ya que ocupa la pared y un pedazo del techo. Allí vimos la cabeza de caballo, que es quizás el santo y seña de Tito Bustillo, y que es lo que a mí más me gustó. Gracias a las indicaciones de Aurelio pudimos también contemplar perfectamente los renos y los grandes caballos, algunos pintados de violeta, un color que está creado gracias a un pigmento característico de esta cueva. Realmente, hay cosas que no se verían sin la ayuda del guía, pero que se perciben con total claridad una vez que él, con la ayuda de un puntero de luz, señala sobre la pared el recorrido de las líneas.
A los lados de la Galería Larga se abren pequeñas salas, oquedades y galerías de menor tamaño que no se pueden ver, entre otras cosas porque algunas son de muy difícil acceso, pero que contienen las demás pinturas de la Cueva. Aparte, a lo largo de miles de años se fueron configurando en la caverna formaciones calcáreas que son de gran belleza y que también se pueden ir admirando mientras se avanza.
Además de la Cuevona de Ardines y de la Cueva de Tito Bustillo el triplete de atracciones riosellanas relacionadas con la Prehistoria se completa con el Centro de Arte Rupestre Tito Bustillo, que hace 21 años no existía (se inauguró en marzo de 2011). En efecto, a unos 300 metros del edificio original de entrada a las cuevas han construido otro más moderno que alberga un magnífico centro interpretativo que tiene un gran interés, porque reproduce las pinturas que no pueden verse en vivo.
En nuestro caso, el Centro no pudimos verlo el mismo día 3, ya que se nos hizo tarde. Yo pensé que había perdido la oportunidad, porque la entrada solo era válida para esa jornada, pero poco después me enteré de que los miércoles la visita a la exposición es gratuita y por ello esperamos al día 8 para volver. La primera prueba de que el sitio está muy conseguido fue que Ana y Julia entraron en él hechas dos terremotos y, a pesar de esto, dentro estuvieron una hora calmadas y entretenidas recorriendo las seis salas permanentes del centro de interpretación y la exposición temporal que estaba montada.
De todas las salas hubo dos que me gustaron por encima de las demás: la Sala 1, en la que hay mucha información relativa a los jóvenes que descubrieron las pinturas (me resultó muy interesante un vídeo en el que salían algunos de ellos en la actualidad, 50 años después, hablando acerca del descubrimiento), y también la Sala 5, en la que estaban representadas con mucha fidelidad todas las pinturas que no se pueden ver in situ por estar en lugares inaccesibles para el gran público (destacan las del Camarín de las Vulvas y las de la Galería Antropomorfa. En esta última están las representaciones artísticas más antiguas de toda la Cueva, pertenecientes al comienzo del Paleolítico Superior, una época en la que representar la figura humana era muy raro). El centro de interpretación resultó ser un magnífico complemento a la visita real.
La visita a Ribadesella en esta ocasión se limitó a lo relativo a las cuevas, aunque como fuimos dos veces pudimos observar un interesante contraste en el pueblo: el primer día era la víspera del Descenso Internacional del Sella y por ello se respiraba la calma que precede a la tempestad. Nosotros fuimos por la mañana del viernes, por lo que todos los jóvenes que ya se habían asentado en el pueblo, en una zona de acampada que estaba precisamente frente al Centro de Arte Rupestre, aún se mostraban tranquilos.
Por lo que oí que decía un trabajador del Ayuntamiento, la "marabunta" estaba previsto que empezara a llegar por la tarde y es a lo largo de la noche cuando el ambiente se disloca. Sin embargo, el segundo día que fuimos a Ribadesella ya era miércoles y el pueblo había recuperado su ritmo habitual. La zona de acampada había vuelto a convertirse en una cuidada pradera verde y las hordas juveniles ya hacía días que se habían dispersado.
Por otro lado, debido al desembarco excepcional de gente que provoca el Descenso, paradojicamente el primero de los días pudimos aparcar muy cerca del Centro de Arte Rupestre, gracias a que habían habilitado un trozo de acera para los coches de sus visitantes, con permiso de la policía local. El segundo día, sin embargo, tuvimos que buscar aparcamiento más lejos, pero gracias a eso pudimos recorrer andando el trecho que hay entre el extremo occidental del Puente de Ribadesella y el edificio de la Cueva. Se trata de un paseo muy agradable, llamado Avenida de la Cueva de Tito Bustillo, que bordea la ría y que es una delicia por sus vistas.
No muy lejos de donde aparcamos tomamos también una especie de comida-merienda en el Café José, el bar donde desayunamos hace dos años el día que subimos a los Lagos de Covadonga.
En aquella ocasión lo que desayunamos fue normal, pero en este caso lo que tomamos fue de lo más sui generis, porque veníamos de comer unos bocadillos tras haber estado un par de horas andando por los alrededores de Gamonedo de Onís, y aunque lo que tocaba para nosotros era merendar, aún era realmente la hora de almorzar, por lo que cada uno tiró por donde le pareció: yo me tomé un café solo y medio sándwich vegetal, María el otro medio sándwich con un café con leche, Ana un muffin y Julia un granizado de limón. Luego María y las niñas se tomaron un helado cada una.
En definitiva, Ribadesella es uno de los pueblos con una ubicación más espectacular que conozco. Vista desde el aire la curva que hace el Río Sella para desembocar en el mar es una preciosidad. Su centro, que esta vez no pisamos, tiene un cierto encanto y la Cueva de Tito Bustillo es la guinda del pastel. En conjunto, por tanto, Ribadesella es un pueblo imprescindible al que este verano tuve el placer de volver una vez más.
Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
La Cueva de Tito Bustillo se encuentra en un extremo del casco urbano de Ribadesella, pero dada la particular distribución que tiene el pueblo es fácilmente accesible a pie desde el centro de este.
Yo ya había visitado la Cueva en 1997, cuando aún era posible llegar y comprar entradas para el mismo día, incluso en temporada alta, pero tenía completamente olvidados sus detalles y, asimismo, tenía muchas ganas de verla con las niñas. Pese a esto, como ahora, por la alta demanda, hay que reservar con mucha antelación, lo había ido dejando, además de que Julia hasta el presente año no podía entrar por la edad. Sin embargo, para este verano mi madre compró las entradas hace cuatro o cinco meses, por lo que teníamos la visita asegurada el día 3 de agosto.
Como he dicho, las cosas han cambiado en los últimos 20 años, ahora ser previsor es la única forma de ver la Cueva, pero esta no ha sido la única novedad, ya que también se ha construido un centro de interpretación de la caverna muy cerca del acceso tradicional a la misma, y se enseña desde hace seis años otra cavidad vecina, la Cuevona de Ardines, que es menos famosa, ya que no tiene pinturas rupestres, pero que también es espectacular.
El mes de julio ha sido complicado para nosotros y la excursión a Tito Bustillo estuvo en serio peligro durante un tiempo, pero finalmente el pasado día 3 estuvimos a la hora señalada en la puerta de la Cueva dispuestos a entrar en ella y, como premio extra, preparados también para ver la Cuevona de Ardines, esta visita no la teníamos programada, pero puede realizarse sin reservas previas, entre otras cosas porque el número de visitantes no está tan restringido (nuestro grupo para la Cuevona estuvo compuesto de unas 30 personas, mientras que para ver Tito Bustillo solo fuimos 14).
Toda la zona del Macizo de Ardines en la que están las cuevas estuvo habitada en el Paleolítico gracias a la existencia allí de un buen número de grutas que forman parte del sistema de galerías excavadas por el Río San Miguel.
Como he dicho, en la Cuevona de Ardines no hay pinturas rupestres, sino que era una cueva de despiece, por lo que los hombres prehistóricos solo la usaban para preparar las piezas que cazaban en la parte que recibía luz natural. Más allá, al resto de la galería, excavada y modelada por el río, no iban, o al menos no han quedado allí vestigios de su presencia. La visita a la Cuevona, por tanto, no tiene que ver con la Prehistoria, sino que en ella solo se admiran prodigios geológicos. Pese a esto, se encuentra integrada en el sistema cavernario de Tito Bustillo (de hecho, está justo arriba y estaban comunicadas, pero un derrumbe ocurrido hace miles de años cerró esa vía y las independizo, en la imagen superior la Cuevona está dibujada en morado y la Cueva de Tito Bustillo en verde, aunque el primer color apenas se ve al tener al verde superpuesto).
Para mostrarnos la Cuevona nos acompañó un guía llamado Aurelio Capín, que ha resultado ser hijo del primer guía que enseñó la Cueva de Tito Bustillo en los 70 y que fue responsable, incluso, del descubrimiento de algunas pinturas. Capín, experimentado cicerone ya también, nos dio un montón de explicaciones de gran interés, pero sobre todo fue muy ameno. Nos contó, por ejemplo, que su vinculación con la Cuevona se remonta a su niñez, cuando se colaba en ella con sus amigos, algo increíble si tenemos en cuenta que sin luces debía está oscura como boca de lobo y que no tenía en aquella época el suelo arreglado. En la actualidad, para verla han construido una escalera de 300 escalones y luego, ya dentro, una tarima de madera que hace muy cómoda y segura la visita.
El recorrido por la cueva es interesante, pero lo realmente excepcional está al final, en la sala principal, adonde se llega como de repente. Cuando yo accedí a esa sala, tras doblar un recodo, no me la esperaba y me dejó con la boca abierta: mide unos 80 metros de diámetro y forma un cono cuyo vértice tiene un agujero natural a unos 40 metros de altura que deja pasar la luz exterior e ilumina todo el espacio. La sala es espectacular de por sí, pero la belleza se ve incrementada por ese lucernario. Capín y otros niños iban allí porque la cavidad, a diferencia de Tito Bustillo, era conocida desde antiguo. Lo mejor, además, es que en esa sala, gracias a la cúpula natural y a la forma de las paredes, la acústica es perfecta. De hecho, todos los meses de agosto se celebran allí conciertos de música clásica.
Entrar en la Cuevona de Ardines fue un regalo que no esperaba, pero cuando salimos de ella aún nos quedaba el premio gordo de la jornada, la visita a Tito Bustillo.
El recorrido por Tito Bustillo volvió a guiarlo Aurelio, que de nuevo nos deleitó con una serie de explicaciones en las que quedó patente que, por su dilatada experiencia, es todo un experto en cuevas y en arte paleolítico. Esta visita a tiene la particularidad de que se hace al revés, es decir, se entra por un túnel artificial abierto en la montaña en 1970, el cual conduce a lo que en la Prehistoria era el fondo de la gruta.
Hoy día la abertura paleolítica en donde vivió una numerosa comunidad humana está taponada, ya que la enorme visera de 17 metros que hacía que la caverna fuera un lugar magnífico para vivir se vino abajo hace miles de años. Las pinturas estuvieron por ello en un entorno casi sellado hasta que en 1968 unos casi adolescentes, aficionados a la espeleología, pertenecientes al Grupo de Montaña Torreblanca de Oviedo, se metieron por un agujero conocido como Pozu l'Ramu y las encontraron. En ese grupo estaba Celestino Tito Bustillo, un joven de 17 años que tuvo el infortunio de morir tan solo tres semanas después en un accidente de escalada. Como homenaje póstumo, la Cueva fue bautizada con su nombre.
Para organizar visitas turísticas, dado que el acceso original estaba derruido y que entrar por la estrecha chimenea por la que se colaron los del Grupo Torreblanca no era una opción para la gran mayoría de las personas, se hizo el túnel que hoy día se usa. En la actualidad, hacer semejante obra sería impensable, pero a principios de los años 70 la mentalidad era otra y, en cierto modo, aún nos aprovechamos de ella. El túnel tiene 165 metros y cuenta con varias puertas para asegurar el aislamiento de la cueva. Lo que sucede es que dicho túnel conduce, como he dicho, a lo que era el fondo de la gruta en el Paleolítico. Por ello, una vez dentro se recorre un trecho de unos 700 metros por la llamada Galería Larga, en busca del principal grupo de pinturas que se pueden ver. El recorrido no es exigente, pero la temperatura baja mucho y el suelo no está tan preparado como en la Cuevona de Ardines, por lo que hay que andar con algo de ojo. Aurelio Capín nos contó que antes la visita se centraba mucho más en las maravillas geológicas de la caverna, por lo que la explicación artística se reducía mucho. Ahora se va casi a tiro hecho hasta el llamado Panel Principal, y eso es lo que hicimos nosotros. Sí pudimos ver el lugar donde estaba la abertura por la que descendieron Tito Bustillo y sus nueve compañeros, pero la mayor parte del tiempo lo pasamos frente al mencionado Panel Principal, una pared de casi 30 metros de extensión con grabados, dibujos de animales y signos abstractos que se superponen unos a otros, conformando un lienzo que tiene 30.000 años y que se usó durante 200 siglos. Su decoración es envolvente, ya que ocupa la pared y un pedazo del techo. Allí vimos la cabeza de caballo, que es quizás el santo y seña de Tito Bustillo, y que es lo que a mí más me gustó. Gracias a las indicaciones de Aurelio pudimos también contemplar perfectamente los renos y los grandes caballos, algunos pintados de violeta, un color que está creado gracias a un pigmento característico de esta cueva. Realmente, hay cosas que no se verían sin la ayuda del guía, pero que se perciben con total claridad una vez que él, con la ayuda de un puntero de luz, señala sobre la pared el recorrido de las líneas.
A los lados de la Galería Larga se abren pequeñas salas, oquedades y galerías de menor tamaño que no se pueden ver, entre otras cosas porque algunas son de muy difícil acceso, pero que contienen las demás pinturas de la Cueva. Aparte, a lo largo de miles de años se fueron configurando en la caverna formaciones calcáreas que son de gran belleza y que también se pueden ir admirando mientras se avanza.
Además de la Cuevona de Ardines y de la Cueva de Tito Bustillo el triplete de atracciones riosellanas relacionadas con la Prehistoria se completa con el Centro de Arte Rupestre Tito Bustillo, que hace 21 años no existía (se inauguró en marzo de 2011). En efecto, a unos 300 metros del edificio original de entrada a las cuevas han construido otro más moderno que alberga un magnífico centro interpretativo que tiene un gran interés, porque reproduce las pinturas que no pueden verse en vivo.
En nuestro caso, el Centro no pudimos verlo el mismo día 3, ya que se nos hizo tarde. Yo pensé que había perdido la oportunidad, porque la entrada solo era válida para esa jornada, pero poco después me enteré de que los miércoles la visita a la exposición es gratuita y por ello esperamos al día 8 para volver. La primera prueba de que el sitio está muy conseguido fue que Ana y Julia entraron en él hechas dos terremotos y, a pesar de esto, dentro estuvieron una hora calmadas y entretenidas recorriendo las seis salas permanentes del centro de interpretación y la exposición temporal que estaba montada.
De todas las salas hubo dos que me gustaron por encima de las demás: la Sala 1, en la que hay mucha información relativa a los jóvenes que descubrieron las pinturas (me resultó muy interesante un vídeo en el que salían algunos de ellos en la actualidad, 50 años después, hablando acerca del descubrimiento), y también la Sala 5, en la que estaban representadas con mucha fidelidad todas las pinturas que no se pueden ver in situ por estar en lugares inaccesibles para el gran público (destacan las del Camarín de las Vulvas y las de la Galería Antropomorfa. En esta última están las representaciones artísticas más antiguas de toda la Cueva, pertenecientes al comienzo del Paleolítico Superior, una época en la que representar la figura humana era muy raro). El centro de interpretación resultó ser un magnífico complemento a la visita real.
La visita a Ribadesella en esta ocasión se limitó a lo relativo a las cuevas, aunque como fuimos dos veces pudimos observar un interesante contraste en el pueblo: el primer día era la víspera del Descenso Internacional del Sella y por ello se respiraba la calma que precede a la tempestad. Nosotros fuimos por la mañana del viernes, por lo que todos los jóvenes que ya se habían asentado en el pueblo, en una zona de acampada que estaba precisamente frente al Centro de Arte Rupestre, aún se mostraban tranquilos.
Por lo que oí que decía un trabajador del Ayuntamiento, la "marabunta" estaba previsto que empezara a llegar por la tarde y es a lo largo de la noche cuando el ambiente se disloca. Sin embargo, el segundo día que fuimos a Ribadesella ya era miércoles y el pueblo había recuperado su ritmo habitual. La zona de acampada había vuelto a convertirse en una cuidada pradera verde y las hordas juveniles ya hacía días que se habían dispersado.
Por otro lado, debido al desembarco excepcional de gente que provoca el Descenso, paradojicamente el primero de los días pudimos aparcar muy cerca del Centro de Arte Rupestre, gracias a que habían habilitado un trozo de acera para los coches de sus visitantes, con permiso de la policía local. El segundo día, sin embargo, tuvimos que buscar aparcamiento más lejos, pero gracias a eso pudimos recorrer andando el trecho que hay entre el extremo occidental del Puente de Ribadesella y el edificio de la Cueva. Se trata de un paseo muy agradable, llamado Avenida de la Cueva de Tito Bustillo, que bordea la ría y que es una delicia por sus vistas.
No muy lejos de donde aparcamos tomamos también una especie de comida-merienda en el Café José, el bar donde desayunamos hace dos años el día que subimos a los Lagos de Covadonga.
En aquella ocasión lo que desayunamos fue normal, pero en este caso lo que tomamos fue de lo más sui generis, porque veníamos de comer unos bocadillos tras haber estado un par de horas andando por los alrededores de Gamonedo de Onís, y aunque lo que tocaba para nosotros era merendar, aún era realmente la hora de almorzar, por lo que cada uno tiró por donde le pareció: yo me tomé un café solo y medio sándwich vegetal, María el otro medio sándwich con un café con leche, Ana un muffin y Julia un granizado de limón. Luego María y las niñas se tomaron un helado cada una.
En definitiva, Ribadesella es uno de los pueblos con una ubicación más espectacular que conozco. Vista desde el aire la curva que hace el Río Sella para desembocar en el mar es una preciosidad. Su centro, que esta vez no pisamos, tiene un cierto encanto y la Cueva de Tito Bustillo es la guinda del pastel. En conjunto, por tanto, Ribadesella es un pueblo imprescindible al que este verano tuve el placer de volver una vez más.
Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado RIBADESELLA
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Asturias: 6'7% (hoy día, confirmada ya esta visita desde 2009, 53'3%).
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 11'6% (hoy día, confirmada ya esta visita desde 2009, 33'1%).
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Asturias: 6'7% (hoy día, confirmada ya esta visita desde 2009, 53'3%).
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 11'6% (hoy día, confirmada ya esta visita desde 2009, 33'1%).
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