12 de marzo de 2019

ALMONTE 2019 (VISITA DE MARZO)

En septiembre de 2016 le dediqué un post a Matalascañas, uno de los tres entes poblacionales que integran el municipio onubense de Almonte. En aquella ocasión ya hablé de su particular idiosincrasia y también de que, a pesar de que es un núcleo urbanizado bastante poco atractivo, tiene a su alrededor uno de los entornos más bonitos que uno se pueda encontrar, ya que por dos de sus lados linda con el Parque Nacional de Doñana y por el tercero da a la parte de Doñana que es Parque Natural, mientras que por el cuarto lado se abre por completo al Océano Atlántico. En Matalascañas abundan los feos pisos, pero a su alrededor todo es mar, playa, pinos y dunas hasta donde se pierde la vista.


En efecto, es su posición la que hace que las playas de Matalascañas sean una delicia. Su paseo marítimo es el típico del litoral español, pero el trozo de costa al que se asoma, denominado Playa de Matalascañas, es notable, y todos los kilómetros de fina arena que se extienden a ambos lados de la población son casi vírgenes, como se puede ver en la foto que he puesto arriba. Andando por la orilla en 2016 nosotros nos movimos ligeramente hacia el oeste y echamos un estupendo día en un entorno casi paradisíaco. El pasado domingo, sin embargo, íbamos en grupo y optamos por quedarnos cerca del Paseo Marítimo para poder comer en él (esta vez nuestro plan no era almorzar bocadillos, precisamente). En 2016 ese Paseo no llegué a pisarlo, yo ya lo conocía, pero en este blog no había hablado de él. Esta visita me ha dado la oportunidad de recorrer su parte más occidental y en el futuro intentaré ir de nuevo al extremo opuesto para hacer lo mismo empezando por el lado oriental.


El caso es que el otro día, pese a que estamos a principios de marzo, no desaprovechamos la oportunidad de echar dos buenos ratos de playa, el primero antes de comer y el segundo después. Yo solo me metí en el agua por la mañana, la misma estaba gélida, pero no quise desaprovechar la oportunidad de inaugurar la temporada de baño. María y las niñas llegaron incluso a repetir por la tarde, aunque eso es algo que a mí ya me pareció excesivo. En cualquier caso, la Torre de la Higuera, que marca el límite de la Playa de Matalascañas, fue testigo de que el día fue perfecto.


La Torre de la Higuera era una de las once torres almenara que vigilaban la costa de Huelva en el siglo XVI para prevenir los ataques piratas. Hoy día está tan desgastada que es conocida como El Tapón, y marca simbólicamente el punto donde acaba la playa urbana y comienza la que colinda con el Parque Natural de Doñana.


Unos kilómetros más allá también conozco lo que queda de la siguiente fortificación defensiva, la Torre del Loro, que en origen era llamada Torre del Río de Oro (defendía la desembocadura al mar de un riachuelo importante para el abastecimiento de agua dulce de la región, llamado Río de Oro. Con el tiempo la torre pasó a llamarse del Oro y de ahí la derivación a Torre del Loro).


A la espalda de esa torre se abre un paraje natural de belleza incomparable que por desgracia se quemó en junio de 2017. Yo no he ido a esa zona desde entonces, pero sí se que el Camping Doñana, en el que he estado tres veces (la última en septiembre de 2016) y que ardió por completo, ahora está de nuevo a pleno rendimiento. Quiero pensar, por ello, que en los últimos 20 meses el entorno ha empezado a regenerarse y que es cuestión de tiempo que vuelva a estar como yo lo recuerdo.

Con respecto a la jornada del pasado domingo, como he dicho la novedad de esa visita fue que almorzamos en el Paseo Marítimo de Matalascañas. Pasamos la jornada con un grupo de cinco amigos y eso hizo que no nos complicáramos la vida demasiado para buscar un lugar donde comer. De hecho, tras subir de la playa nos quedamos en el segundo local del Paseo. Este mide 4'5 kilómetros, por lo que es innumerable la cantidad de negocios de restauración que tiene, pero nadie nos había recomendado ninguno y nos quedamos bien cerca, en el restaurante del toldo negro de la foto inferior.


Parece que, por las críticas que he leído a posteriori en Internet, nos habría ido algo mejor si hubiéramos comido en otro lugar. Nosotros, sin embargo, elegimos al azar el Restaurante El Flamenco, que parece que no lleva demasiado tiempo abierto con el nombre actual, pero que en apenas ocho meses ha recibido doce valoraciones en Google, nueve de las cuales lo califican como un sitio nefasto (lo puntúan con una estrella de cinco, el mínimo). Curiosamente no está aún en Tripadvisor, al menos en esa web se libra de los zurriagazos de la gente.

Yo la verdad es que no lo vi tan mal, aunque es verdad que fue caro para lo que comimos. Al llegar nos pedimos un plato de gambas que empezó a engrosar la cuenta, luego cayeron algunos entrantes, pero lo que disparó el precio fue el arroz. Normalmente uno sabe que cuando se va a comer arroz a los restaurantes no se debe pedir una ración por persona, porque te plantan por delante unas paelleras que luego no hay quien las trasiegue. Nosotros, aún así, pedimos arroz como si no hubiera mañana, yo al principio pensé que íbamos a salir de allí rodando, pero para mi sorpresa los entrantes los liquidamos casi sin darnos cuenta y los platos de arroz nos parecieron escasitos, pese a que valía 13 euros cada ración. Aún así, yo me hubiera dado por satisfecho, no se puede decir que me hubiera quedado con hambre, pero al fondo de la mesa cayó otra ronda de paellas que subieron todavía más la cuenta, ya de por sí dislocada. El caso es que por lo que pagamos uno puede pegarse un homenaje en un lugar bastante más lustroso que el Restaurante El Flamenco, cierto es que su terraza era agradable, pero creo que en Matalascañas se pueden encontrar buenos sitios donde es posible comer mirando al océano por menos de 40 euros por barba. Pese a esto, yo no considero que el restaurante sea nefasto, ignoro si sobrevivirá al verano, pero por curiosidad miraré en septiembre a ver si su nota ha subido un poco.

Con respecto al Paseo Marítimo, en esta época del año estaba delicioso, me hubiera gustado darme una buena caminata por él, pero esta vez no pude alejarme mucho de donde estábamos (nunca me lo he andado todo del tirón, pero en varias veces yo creo que sí me lo he recorrido entero).



Esta vez también anduvimos por la calle que conforma el lado oeste de Matalascañas, que es el que da al Parque Dunar Doñana y, más allá, al Parque Natural de Doñana. En la amplia acera de esa calle es donde estaba la zona de marcha cuando yo iba a Matalascañas de adolescente. Ahora sigue habiendo bastantes bares en esa zona, de hecho al llegar, antes de bajar a la arena, nos tomamos unas cañas en la terraza de uno de ellos, llamado Pub L'Enfant.


En resumen, echamos una jornada invernal en Matalascañas que fue una gozada, en días como este yo disfruto de la playa mucho más que en verano.

En un futuro, espero que no muy lejano, regresaré a Matalascañas, puesto que tengo ganas de moverme de nuevo por su zona central, la que está más cerca del campo de golf. A ella fui alguna vez hace años, a un apartamento que tenían los padres de mi amigo Fran. También quiero volver al Chiringuito El Navegante, donde comimos en 2010 (quizás en esta ocasión debimos ir allí, ese chiringuito es precisamente el que está en el extremo del Paseo Marítimo opuesto al de esta vez). Tengo motivos de sobra, por tanto, para que no pase mucho tiempo antes de la próxima visita a Matalascañas.



Reto Viajero MUNICIPIOS DE ANDALUCÍA
Visitado ALMONTE.
En 1994 (primera visita incompleta), % de Municipios ya visitados en la Provincia de Huelva: 2'5% (hoy día 29'1%).
En 1994 (primera visita incompleta), % de Municipios de Andalucía ya visitados: 1'5% (hoy día 19'9%).


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si quieres comentar algo, estaré encantado de leerlo