19 de julio de 2019

PALACIO REAL DE LA GRANJA DE SAN ILDEFONSO Y SUS JARDINES 2019

En España, Patrimonio Nacional es un organismo público que es responsable de los bienes del Estado que proceden del legado de la Corona. Hace unos siglos la línea que separaba el patrimonio real y el estatal era difusa, pero hoy día está más claro cuales son las posesiones del rey y cuales pertenecen a España. Así, todo lo que gestiona Patrimonio Nacional ya es claramente propiedad del Estado español, no de la Casa Real, pero la principal función de ese acervo es servir de apoyo al monarca en el desempeño de sus labores, por lo que son bienes singulares que se tienen que gestionar por un organismo con personalidad jurídica propia. Por decirlo de otra forma, los edificios considerados Patrimonio Nacional se usan por el rey en sus actos oficiales, aunque su dueño sea el Estado. Otra cosa es que se utilicen poco y que el resto del tiempo, dado su carácter histórico, estén puestos a disposición de los ciudadanos para que estos puedan visitarlos.

En total, Patrimonio Nacional como institución gestiona 19 palacios, monasterios, conventos y edificaciones anexas, que se agrupan en ocho enclaves declarados como Real Sitio. Los mismos albergan más de 154.000 piezas de primordial importancia que también forman parte del patrimonio español, e incluyen 22.000 hectáreas de espacios naturales. De esos 19 inmuebles, cuando creé mis listas de imprescindibles entraron en alguna de estas el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, el Palacio Real de Aranjuez, el Palacio Real de Madrid y el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso. Mi visita de esta semana a este último, que es el único de los cuatro que no está en la Comunidad de Madrid, fue la base para el primero de los post que dedicaré a esas grandes construcciones.


Resulta curioso como a veces intento repetidamente planear una visita y, al final, la misma se chafa una y otra vez. En otras ocasiones, por contra, aparece sobre la marcha, como caída del cielo, la inesperada oportunidad de conocer un enclave presente en mis listas que todavía no me había propuesto tachar. Ejemplos de estas dos circunstancias los encuentro, sin ir más lejos, en dos de los cuatro lugares declarados como Real Sitio a los que he hecho referencia en el párrafo anterior, ya que, en efecto, estuve en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en 1985, cuando era un crío, y desde hace unos años quiero volver a verlo con ojos de adulto, pero aún no he conseguido cuadrar una escapada, pese a que he valorado con frecuencia la posibilidad de ir. Frente a esto, el caso opuesto ha sido el de la visita de esta semana al Palacio Real de La Granja de San Ildefonso. Nunca aún me había planteado ir a conocerlo, pero el pasado lunes me vi viajando en coche, sin comerlo ni beberlo, dispuesto a pasar tres noches en el Parador de La Granja, un emplazamiento que no solo está muy cerca del Palacio, sino que además está íntimamente ligado a él.


He de decir, antes de seguir con el post, que el punto de partida de mi estancia en el municipio de Real Sitio de San Ildefonso no ha sido motivo de alegría. De hecho, la mejor noticia hubiera sido no haber viajado este mes de julio al centro de la Península Ibérica, o al menos haber cambiado el motivo, que ha estado relacionado con la enfermedad contra la que mi padre lleva luchando muchos meses. En efecto, el pasado verano ya la mencioné en algunos post, principalmente en el de Alcorcón, que es donde está siendo tratado. El año ha sido largo y duro. En enero, en el post dedicado a Oropesa volví a hacer mención al tratamiento, que terminó en teoría el pasado mes de marzo. Por desgracia, a finales de junio supimos que la enfermedad no había sido vencida aún y, en plan deja vu, este mes de julio mi padre ha tenido que regresar a Alcorcón. El viernes de la semana pasada le operaron de nuevo allí, con la cosa de que todo fue tan bien, que le dieron el alta este lunes con una celeridad sorprendente. Tanto, que yo había organizado mi semana para estar allí con él en la clínica y cuando llegué a Madrid ya estaba fuera de la misma. Lo que sucede es que tiene que volver a ella mañana viernes para la primera revisión, por lo que esto no ha acabado, pero el lunes pasado tras confirmarse su alta vimos que teníamos tres días libres por delante y eso implicaba que había que pasar tres jornadas en un hotel con mi padre convaleciente. Fue ese el momento en el que mis padres decidieron que querían salir de Alcorcón y buscar algún lugar donde estar en paz, sin irse muy lejos. Ellos ya conocían el Parador de la Granja de otras veces y como está a poco más de una hora de camino decidieron tirar para allá. Por lo que a mí respecta, apenas unos minutos después de llegar a Alcorcón estaba montado en su coche camino de Real Sitio de San Ildefonso. Allí he pasado tres días en los que la convalecencia de mi padre ha sido el eje, pero él a lo único que aspiraba era a reposar tranquilo en un entorno agradable, por lo que mi madre y yo hemos podido ir al Palacio una mañana dejándolo a buen recaudo en el hotel. También hemos dado unos buenos paseos por sus jardines anexos las tres tardes, como parte de la terapia que mi madre, como cuidadora, necesitaba sin duda.

En definitiva, se puede decir que he visto el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso y sus jardines con un detenimiento extremo.


Por poner un poco en contexto el Palacio, diré que este se erigió por expreso deseo de Felipe V, que no había sido educado para ser rey de nada, pero que se encontró heredando la Corona española en 1700, un mes antes de cumplir los 17 años (era el tercero en la línea sucesoria francesa, por lo que no aspiraba a reinar en Francia, pero contaba aún menos con hacerlo en España. La compleja situación política internacional, sin embargo, se alió en su contra). Parece ser que a Felipe V su condición de jefe de Estado nunca le entusiasmó demasiado, lo que explica por qué en 1720 compró unos terrenos en lo que hoy es Real Sitio de San Ildefonso y mandó levantar allí, alejado de Madrid, un palacio que estuvo acabado en 1724. Fue entonces cuando ejecutó su plan, abdicó en su hijo de 17 años y se retiró a su mansión, desde la cual podía salir a cazar siempre que quisiese (le encantaba la caza y eligió ese lugar para poder practicar su hobby con facilidad). Parece ser que por aquel entonces Felipe V ya sufría una fuerte depresión que pretendió contrarrestar renunciando a la Corona. Por desgracia, su retiro dorado duró poco, ya que su hijo Luis I murió a los siete meses de heredar el título. El sucesor entonces hubiera debido ser el otro hijo varón de Felipe V, Fernando, pero este era solo un niño y su madrastra, Isabel de Farnesio, impidió su nombramiento, de manera que Felipe no tuvo más remedio que volver a la palestra. Ya no hubo más abdicaciones. Felipe V y su depresión se subieron de nuevo al trono y ya no se bajaron de él. Pese a esto, el monarca no renunció a su palacio y lo convirtió en su residencia estival. Resulta paradójico que Felipe V, que se encontró la Corona un poco de rebote y nunca la quiso, sea el monarca que más tiempo ha ejercido en España (45 años y tres días). Murió con 62 años y se cuenta que su estado psicológico durante la segunda etapa de su reinado fue una calamidad, siendo Isabel de Farnesio la que tiró del carro durante ese periodo. En todo ese tiempo, en cualquier caso, el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso fue un bálsamo para Felipe V. Al pasear por sus bosques y jardines no resulta difícil imaginar por qué.


Con respecto al Palacio en sí, el mismo está conformado realmente por varios edificios anejos que están unidos en un conjunto con forma de U. El frontal lo ocupa el palacio propiamente dicho y justo en su mitad sobresale la Real Colegiata de la Santísima Trinidad. Si nos ponemos de frente a esas dos edificaciones quedarán a nuestros lados los dos brazos que configuran la U. En el de la izquierda está la dependencia conocida como Antigua Casa de las Damas, que actualmente acoge el Museo de Tapices. Es este el brazo más corto. En el de la derecha, por su parte, hay otra ala que conecta con el edificio principal, conocida como Casa de los Oficios. Esta no la vimos en la visita y aparece cortada en la maqueta de la foto inferior.


Yo he visitado ya en mi vida, afortunadamente, varios edificios del estilo del Palacio Real de La Granja, y se por ello que este tipo de inmuebles se ven mejor con un guía. Si se va por libre los detalles se escapan, no son museos en los que haya carteles y, por tanto, si uno va a su aire no acaba de entender lo que ve ni lo pone en contexto... y en estos palacios conocer el contexto es básico, si no todo se termina reduciendo a una sucesión de salas llenas de estucos, esculturas y muebles, que se van atravesando sin entender nada. Las audioguías, por otro lado, siempre me han parecido un poco soporíferas, a veces son útiles si no son demasiado prolijas, y en este caso, además, las han cambiado por una app y una tablet, pero yo sigo opinando que donde esté el trato humano que se quiten todos los cacharros del mundo. Es por esto que me preocupé de que mi madre y yo nos pudiéramos unir a un tour guiado. Tuvimos que pagar un pequeño suplemento, pero sin duda mereció la pena.

El recorrido turístico comenzó en la parte del Museo de Tapices, que parece ser un espacio diferenciado, pero que desde dentro se ve sin que parezca que es algo aparte del resto del Palacio. Nunca he sido yo demasiado aficionado a los tapices como obras de arte. Sin menospreciar en absoluto su valía, nunca me han transmitido gran cosa... hasta ahora. Quizás es que no había visto los adecuados, ya que lo cierto es que los de La Granja son una pasada, algunos miden más de 60 metros cuadrados y parecen la versión de la Edad Moderna de ¿Dónde está Wally?, aunque en este caso lo que se representa tiene un significado muy concreto. En el Museo de Tapices la labor de la guía (en nuestro caso era una chica muy amena) fue especialmente útil, ya que en aquel soberbio galimatías de figuras bordadas nos desentrañó el significado de algunas escenas.

Por desgracia, en el interior del Palacio no se pueden sacar fotos, por lo que no puedo ilustrar mis explicaciones con imágenes. De hecho, solo pude hacerme este testimonial selfie, con el sol de cara, en el Patio de Coches, el que está abierto al norte, justo antes de adentrarnos en el edificio para comenzar la visita.


El recorrido, además del Museo de Tapices incluyó un repaso completo a otras 24 dependencias del Palacio. En ellas me llamaron la atención varias cosas: la primera fue que los reyes compartían dormitorio en el piso superior, aunque tenían antecámaras diferentes (digamos que salían a la alcoba donde dormían desde habitaciones distintas). La cama estaba (y está) situada justo en el eje central del Palacio, delante de un gran ventanal que da a la parte principal del enorme jardín de estilo francés que Felipe V también mandó diseñar delante de la mansión. No debía estar mal abrir los ojos en ese sitio.



En ese mismo piso también estaban las demás estancias que eran usadas en la vida diaria: el comedor de gala, el que utilizaban para comer normalmente, los vestidores, el oratorio, un aposento con una cama de repuesto,... La segunda cosa que me llamó la atención en la visita fue que las puertas de todas las habitaciones están alineadas, de manera que se puede ir de la primera a la última sala de la parte frontal del Palacio sin abandonar una imaginaria línea recta (si las puertas están abiertas, claro). Esto es así hasta el punto de que en la planta baja se creó un largo corredor, que igualmente puede subdividirse mediante puertas, diseñado para dar paseos por él cuando la climatología no permitiera salir al jardín (hay que tener en cuenta que en principio Felipe V pensaba pasar los inviernos en el Palacio).


Las dependencias están en general muy decoradas, en las de la planta baja la suntuosidad es máxima y en una de las salas hay incluso una gran fuente con agua corriente. Por lo demás, no hay muchos muebles en las estancias, en aquella época tenían un gusto bastante abigarrado, pero no lo demostraban amontonando muebles como hacemos hoy día, sino llenándolo todo de adornos, jeribeques, frescos y espejos. También hay muchas lámparas, relojes y estatuas, pero ya digo que los chismes en proporción no sobrecargan tanto las habitaciones como en la actualidad.

Esta parte noble del Palacio es la que se ve en la visita. Este es muy grande y es de suponer que había cocinas y otros lugares donde se alojaba el servicio, pero eso no se muestra.

Sí se recorren, en cambio, ya que son de capital importancia en el conjunto, tanto la Real Colegiata de la Santísima Trinidad, como los Jardines. Nosotros a la iglesia volvimos por la tarde, después de haber visitado por la mañana el Palacio, para poder verla con más calma. La misma no es muy grande, pero es importante porque en ella está enterrado Felipe V. Este hecho es llamativo, ya que todos los reyes de España desde Carlos I hasta Alfonso XIII (salvo Fernando VI) yacen en el Monasterio de El Escorial, pero Felipe V pidió expresamente ser enterrado en su querido Palacio de La Granja. Desde fuera la Colegiata, pese a que se ve que es un edificio religioso, no destaca demasiado y también está llena de ventanas.


Por otro lado, los Jardines son tan espectaculares que incluso le restan protagonismo al propio Palacio. Miden 146 hectáreas (el Retiro mide 118, por ejemplo) y tienen de todo: un amplio sector diseñado al estilo francés, zonas de bosque, palacetes, un enorme lago y hasta un laberinto hecho con setos.

No obstante, su principal particularidad es que en su planteamiento se aprovecharon las pendientes naturales del terreno para conseguir que de las fuentes monumentales que decoran el parque brote el agua con una fuerza que eleva algunos chorros hasta los 40 metros. Las fuentes son, precisamente, la mayor atracción de los Jardines. Por desgracia, la cantidad de agua que gastan hace que no funcionen todos los días del año y sus horarios cambian según la época. Normalmente se ponen en marcha en abril, a unas horas y unos días de la semana determinados, y se dejan de encender a finales de agosto, aunque en ocasiones se alarga el periodo si el invierno y la primavera han sido estaciones lluviosas. Por contra, otras veces los grifos se cierran definitivamente bastante antes. Además, el agua brota de todos los surtidores al mismo tiempo solo tres días al año, los demás se alternan. 2019, en cualquier caso, ha venido seco y las fuentes se dejaron de poner en funcionamiento en junio. Es por esto que yo ya asumí, desde que puse un pie en Real Sitio de San Ildefonso, que no las iba a ver en todo su esplendor. Fue una pena, aunque como entrar en los Jardines no cuesta dinero cuando las fuentes están apagadas, nosotros fuimos a pasear por ellos las tres tardes que estuvimos en La Granja. Gracias a eso los vimos de maravilla.


Las fuentes son espectaculares, pero resulta difícil decir con exactitud cuantas son, ya que algunas forman conjuntos, pero en ocasiones se enumeran por separado (en algunos sitios se dice que son 21, en otros 26,...). Su depósito, conocido como El Mar, es el lago al que antes hacía referencia. Está en lo más alto de los Jardines, por lo que hace falta darse un buen paseo para llegar hasta él. El estanque es grande, pero se vaciaría en trece horas si se encendieran todos los surtidores a la vez (originalmente el truco era poner a funcionar cada fuente solo cuando el rey se acercaba). Más allá, hacia el este el bosque continúa sin que, en apariencia, el recinto tenga un final, aunque me imagino que en algún lugar habrá una valla. Nosotros no pasamos de la ribera más cercana al Palacio.


Desde allí, si se va en dirección al extremo norte de los Jardines, tras atravesar una zona boscosa se llega al Laberinto, que es enorme, pero que está un poco descuidado y en muchas partes muestra la valla que separa las calles, así como las puertas de escape. Quizás en otra época del año la vegetación esté más frondosa e impacte más.


De todas formas, yo no quería perderme, así que me adentré con cuidado y pude volver a salir sin mayores problemas.


Con respecto a las fuentes, el primer día vimos dos de las que están mejor definidas. Son la Fuente de la Fama y Los Baños de Diana. Según se acerca uno al Palacio desde el pueblo ese par es el que queda a su derecha. Esa parte del los Jardines es llana.


El segundo día nos pusimos bajo el eje del Palacio, justo debajo de la habitación real, y comenzamos a ascender por la ladera. Abajo vimos la Fuente de Anfítrite, mientras subíamos bordeamos la Cascada Nueva y arriba contemplamos la Fuente de las Tres Gracias. Este conjunto es el que veían los reyes desde la cama.



Luego continuamos subiendo y vimos la Fuente de Andrómeda, que está en la parte superior de otra cascada, llamada Cascada Vieja, más grande aún que la considerada nueva y que acaba bajando paralela a esta, convertida ya en La Ría, una lengua de agua que llega hasta un lateral del mismo Palacio.


Ese día no subimos más, sino que me fui en dirección al extremo lateral de los Jardines para ver el Laberinto. Luego volví hacia la parte central y bajamos bordeando la Cascada Vieja, vimos la Fuente de los Dragones de Media Luna que pertenece a esta y, a continuación, llegamos a la Carrera de Caballos, un conjunto de tres fontanas que son diferentes, pero que funcionan a la vez. Son, de arriba a abajo, la Fuente de Apolo, la Fuente del Mascarón y la Fuente de Neptuno (en la foto inferior). Las tres quedan entre la Cascada Nueva y La Ría.


Más abajo, frente al ala norte del Palacio observamos la Fuente del Abanico y a su izquierda, en el lado opuesto a las del primer día, vimos la Fuente de la Selva. Más allá, entre los árboles, se presumía la esquina noroeste de los Jardines.


El tercer día sí llegamos hasta El Mar, pero no subimos hasta él bordeando las cascadas, sino que ascendimos por el lado sur de los Jardines, que era el que nos faltaba. Gracias a eso vi la Fuente de las Ocho Calles, que son realmente ocho surtidores distintos que están dispuestos alrededor de una gran plaza circular que tiene una Estatua de Mercurio en el centro.


Por ultimo, al volver a bajar casi por el mismo sitio vi la Fuente de los Dragones Altos, antes de desembocar otra vez a la parte plana de los Jardines.


Aunque parezca mentira, no fui capaz de ver todas las fuentes, los Jardines tienen el tamaño de unos 200 campos de fútbol y a la cinco que estaban más al sur no tuve cojones de llegar. También hay otros cuantos elementos que están ubicados en lugares algo remotos. De ellos tampoco he hablado, porque no llegué a echarles un ojo. Si hay próxima visita iré a tiro hecho a hacerlo.


No quiero dejar de hablar, antes de acabar, del hecho de que el origen de Real Sitio de San Ildefonso como población está íntimamente ligado a la construcción del Palacio. En ella hay, por tanto, otros edificios que nacieron a la vez que la residencia real, o bien que surgieron en épocas posteriores como complemento a la misma. De todos ellos destaca el que Carlos III hizo levantar para sus hijos y para la servidumbre de estos (por eso se llama Palacio de los Infantes). Carlos III fue el tercer hijo de Felipe V que llegó a vida adulta. Sus dos hermanos mayores llegaron a reinar, pero Luis I, como ya he dicho, no duró ni ocho meses, y Fernando VI, pese a que fue rey trece años, murió sin descendencia. Carlos III le sucedió y, dado que también le cogió gustillo a pasar los veranos donde su padre, mandó construir el inmueble que hoy día alberga el Parador de La Granja en el que nos alojamos.


El Parador, por tanto, no forma parte del Palacio Real de La Granja, pero dado que estuvimos en él alojados tres noches no está de más ponerlo en contexto con respecto al gran edificio.

Para terminar, quiero destacar, aunque ya no esté ni siquiera relacionado con el Palacio, que en el pueblo almorzamos en Casa Zaca, uno de los mejores restaurantes en los que he estado, no solo por la comida, sino también por su historia y por lo amables que fueron. Fuimos un primer día y nos gustó tanto que repetimos al siguiente.

En general, esta visita tuvo un trasfondo agridulce, como he explicado al principio, pero todos pusimos empeño en ponerle buena cara al mal tiempo y espero que eso es lo que haya quedado reflejado en el presente post.


Reto Viajero MONUMENTOS DESTACADOS DE ESPAÑA
Visitado PALACIO REAL DE LA GRANJA DE SAN ILDEFONSO Y SUS JARDINES.
% de Monumentos Destacados de España ya visitados en Castilla y León: 58'8%.
% de Monumentos Destacados de España ya visitados: 41%.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si quieres comentar algo, estaré encantado de leerlo