Para llegar a Potes desde la costa es indispensable atravesar el Desfiladero de la Hermida. El mismo resulta espectacular por lo intrincado que es, pero debido a esta característica la carretera que lo recorre es bastante complicada, por lo que ir hasta Potes solo para comer es una atrevida decisión. Yo el año pasado ya estuve allí, y dado que el pueblo tiene innegables atractivos sumamos a la comida una relajada tarde de visita que justificó con creces el paseo. Este año nuestra idea para hacer más larga nuestra estancia en Liebana era dormir en Fuente Dé e ir a comer al día siguiente a Potes con la familia al completo, pero por circunstancias tuvimos que renunciar a la primera parte de ese plan. Pese a esto, no anulamos la reserva que habíamos hecho para la comida y decidimos ir de Llanes a Potes solo a almorzar. Para alargar un rato la estancia, una vez allí pensé que era una buena ocasión para complementar la visita del pasado año. Por ello, además de darnos un buen homenaje culinario dimos un paseo el pueblo y aproveché para entrar en la Iglesia Nueva de San Vicente, que fue probablemente lo único que en 2018 se me había quedado en el tintero.
Con respecto a esto ultimo, el verano pasado me quedé sin ver la iglesia por dejar la visita para la tarde, perdí la oportunidad de entrar cuando la vi abierta y cuando quise hacerlo ya estaba chapada. Por eso esta vez fui con María y las niñas a verla antes de ir al restaurante.
La Iglesia Nueva de San Vicente está muy cerca de la llamada Iglesia Vieja de San Vicente, que ahora está desacralizada. Esta última se quedó pequeña y estaba en muy mal estado, por lo que se construyó al lado la nueva, que estuvo terminada en 1893.
El edificio antiguo perteneció al Obispado de León hasta 1956, año en el que lo entregó al Ayuntamiento. Este lo subastó y eso hizo que lo que quedaba de la iglesia acabara convertido en almacén hasta hace no mucho. En la actualidad el edificio pertenece al Gobierno de Cantabria, que lo adquirió y lo rehabilitó en 2006, tras ser declarado Bien de Interés Cultural en 2000. Durante mucho tiempo, por tanto, no se pudo ver, pero en la actualidad alberga la Oficina de Turismo y el Centro de Estudios Lebaniegos Desiderio Gómez Señas. Yo lo visité el año pasado.
En la Iglesia Nueva de San Vicente, por su parte, he entrado en esta ocasión. Desde fuera destaca por sus notables dimensiones y por su gran volumen (se construyó para que fuera la gran iglesia de toda la comarca). Su interior es bastante austero.
Pese a que realizamos esta visita, no se puede ocultar que a Potes habíamos ido a comer. El lugar elegido para hacerlo fue El Cenador del Capitán. Fue allí donde nos juntamos con mi hermana y mi cuñado, así como con mis padres. El restaurante es todo un lujo, en primer lugar por lo bien que se come allí, pero también porque está en el corazón de Potes, en la planta superior de una casona ubicada en el centro de la población.
En la segunda planta de ese edificio se ubica desde julio de 2017 La Casa del Oso en Liébana, una exposición permanente que no vimos, dedicada a los osos cantábricos. Los carteles destinados a anunciar esa muestra nos hicieron dudar al principio de que estuviéramos en el lugar correcto. Además, el rótulo que hay sobre la puerta hace que parezca que el restaurante se llama La Casa del Capitán, lo que hizo crecer la confusión (La Casa del Capitán realmente es el nombre de la casona).
Pese a las dudas iniciales, tras entrar en la casona y subir las escaleras comprobamos que, en efecto, estábamos en el lugar apropiado. El restaurante en sí está situado en una especie de amplia buhardilla decorada con decenas de utensilios que se encuentran dispuestos por doquier de una forma cuidadamente caótica.
El lugar tiene mucho encanto y aunque nosotros no tuvimos la suerte de sentarnos junto al gran ventanal que tiene el comedor, al ir al baño sí pasé por delante de este y pude ver que las vistas de Potes son preciosas desde allí.
La comida, por otro lado, fue sensacional. Yo al principio fui un cobarde y pedí chuletillas de cordero, pero hubo valientes que pidieron cocido lebaniego, y dada la brutal cantidad que pusieron no me quedé sin mi ración (digamos que al final comí el doble).
Mi padre está convaleciente de una importante operación, pero eso no fue óbice para que le echara valor y fuera a comer a Potes, aunque se fue con mi madre tras los postres. Los demás decidimos quedarnos para intentar bajar la copiosa comida y gracias a ello dimos un paseo por la parte más pintoresca del pueblo.
Al igual que hicimos María y yo en 2018, en esta ocasión volvimos a bajar al nivel del río y metimos los pies en las frías aguas del Quiviesa. Ese es el lugar perfecto para reposar un poco tras una buena comilona en Potes, allí las niñas se entretuvieron un rato con el agua y los adultos pudimos hacer sentados parte de la digestión.
Yo, no obstante, aproveché también el rato para darme un paseo por el Barrio de la Solana, que es la zona del centro del pueblo que queda al sur del Puente de San Cayetano.
El Barrio de la Solana es un pequeño laberinto de callejuelas que conservan muy bien el sabor de antaño y que, sorprendentemente, no están llenas de gente.
Por allí ya anduve con María el año pasado y me gustó mucho lo tranquila que es esa parte, en contraste con la algarabía que hay en la zona de la travesía y junto al río.
En esta ocasión en vez de ir hacia el corazón del barrio, como la otra vez, lo bordeé buscando el extremo sur del pueblo, al que llegué tras recorrer la Calle Llano y el principio de la Calle El Tullo. Por ese lado las callejuelas empedradas siguen siendo muy pintorescas hasta que al final se sale al campo.
En definitiva, la vuelta a Potes un año después me permitió ver cosas nuevas de esta bonita población y también conocí un restaurante más que recomendable. Fue un magnífico comienzo a nuestras tradicionales vacaciones estivales en el norte de España.
Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado POTES.
En 1998 (primera visita incompleta), % de Poblaciones Esenciales visitadas en Cantabria: 67'7% (hoy día, confirmada ya esta visita desde 2018, 100%).
La Iglesia Nueva de San Vicente está muy cerca de la llamada Iglesia Vieja de San Vicente, que ahora está desacralizada. Esta última se quedó pequeña y estaba en muy mal estado, por lo que se construyó al lado la nueva, que estuvo terminada en 1893.
El edificio antiguo perteneció al Obispado de León hasta 1956, año en el que lo entregó al Ayuntamiento. Este lo subastó y eso hizo que lo que quedaba de la iglesia acabara convertido en almacén hasta hace no mucho. En la actualidad el edificio pertenece al Gobierno de Cantabria, que lo adquirió y lo rehabilitó en 2006, tras ser declarado Bien de Interés Cultural en 2000. Durante mucho tiempo, por tanto, no se pudo ver, pero en la actualidad alberga la Oficina de Turismo y el Centro de Estudios Lebaniegos Desiderio Gómez Señas. Yo lo visité el año pasado.
En la Iglesia Nueva de San Vicente, por su parte, he entrado en esta ocasión. Desde fuera destaca por sus notables dimensiones y por su gran volumen (se construyó para que fuera la gran iglesia de toda la comarca). Su interior es bastante austero.
Pese a que realizamos esta visita, no se puede ocultar que a Potes habíamos ido a comer. El lugar elegido para hacerlo fue El Cenador del Capitán. Fue allí donde nos juntamos con mi hermana y mi cuñado, así como con mis padres. El restaurante es todo un lujo, en primer lugar por lo bien que se come allí, pero también porque está en el corazón de Potes, en la planta superior de una casona ubicada en el centro de la población.
En la segunda planta de ese edificio se ubica desde julio de 2017 La Casa del Oso en Liébana, una exposición permanente que no vimos, dedicada a los osos cantábricos. Los carteles destinados a anunciar esa muestra nos hicieron dudar al principio de que estuviéramos en el lugar correcto. Además, el rótulo que hay sobre la puerta hace que parezca que el restaurante se llama La Casa del Capitán, lo que hizo crecer la confusión (La Casa del Capitán realmente es el nombre de la casona).
Pese a las dudas iniciales, tras entrar en la casona y subir las escaleras comprobamos que, en efecto, estábamos en el lugar apropiado. El restaurante en sí está situado en una especie de amplia buhardilla decorada con decenas de utensilios que se encuentran dispuestos por doquier de una forma cuidadamente caótica.
El lugar tiene mucho encanto y aunque nosotros no tuvimos la suerte de sentarnos junto al gran ventanal que tiene el comedor, al ir al baño sí pasé por delante de este y pude ver que las vistas de Potes son preciosas desde allí.
La comida, por otro lado, fue sensacional. Yo al principio fui un cobarde y pedí chuletillas de cordero, pero hubo valientes que pidieron cocido lebaniego, y dada la brutal cantidad que pusieron no me quedé sin mi ración (digamos que al final comí el doble).
Mi padre está convaleciente de una importante operación, pero eso no fue óbice para que le echara valor y fuera a comer a Potes, aunque se fue con mi madre tras los postres. Los demás decidimos quedarnos para intentar bajar la copiosa comida y gracias a ello dimos un paseo por la parte más pintoresca del pueblo.
Al igual que hicimos María y yo en 2018, en esta ocasión volvimos a bajar al nivel del río y metimos los pies en las frías aguas del Quiviesa. Ese es el lugar perfecto para reposar un poco tras una buena comilona en Potes, allí las niñas se entretuvieron un rato con el agua y los adultos pudimos hacer sentados parte de la digestión.
Yo, no obstante, aproveché también el rato para darme un paseo por el Barrio de la Solana, que es la zona del centro del pueblo que queda al sur del Puente de San Cayetano.
El Barrio de la Solana es un pequeño laberinto de callejuelas que conservan muy bien el sabor de antaño y que, sorprendentemente, no están llenas de gente.
Por allí ya anduve con María el año pasado y me gustó mucho lo tranquila que es esa parte, en contraste con la algarabía que hay en la zona de la travesía y junto al río.
En esta ocasión en vez de ir hacia el corazón del barrio, como la otra vez, lo bordeé buscando el extremo sur del pueblo, al que llegué tras recorrer la Calle Llano y el principio de la Calle El Tullo. Por ese lado las callejuelas empedradas siguen siendo muy pintorescas hasta que al final se sale al campo.
En definitiva, la vuelta a Potes un año después me permitió ver cosas nuevas de esta bonita población y también conocí un restaurante más que recomendable. Fue un magnífico comienzo a nuestras tradicionales vacaciones estivales en el norte de España.
Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado POTES.
En 1998 (primera visita incompleta), % de Poblaciones Esenciales visitadas en Cantabria: 67'7% (hoy día, confirmada ya esta visita desde 2018, 100%).
En 1998 (primera visita incompleta), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 14% (hoy día, confirmada ya esta visita desde 2018, 34'2%).
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