24 de febrero de 2022

LLANES 2022 (VISITA DE FEBRERO)

Llevo yendo a Llanes al menos una vez al año desde 1997. Tan solo falté a la cita en 2004 y en 2008. La gran mayoría de esas visitas han sido en julio o agosto. Solamente en 2009 y en 2010, además de ir en verano, también estuve en Semana Santa, en el mes de abril. Sin embargo, nunca había estado en Llanes en temporada baja... hasta ahora.


Llanes es un municipio que cuenta con unos 14.000 habitantes, de los cuales viven en su capital del orden de 5.300. En verano, la población del concejo se multiplica por cinco y casi alcanza las 70.000 almas. Por tanto, al ir en temporada alta lo que uno ve está muy determinado por ese hecho. En el casco urbano de la capital concejil es donde más se nota el incremento poblacional. En julio y agosto sus calles son un auténtico hervidero de gente. A mí me encanta la animación del pueblo, pero desde que fui allí por primera vez tenía el propósito de contemplar aquello como es realmente, sin hordas de foráneos por doquier. Por desgracia, ha ido pasando el tiempo y no he encontrado el momento de ir fuera de los meses estivales. Me queda demasiado lejos de casa. Sin embargo, este año, por fin los astros se han alineado, y no solo he hallado la excusa para ir a Llanes en invierno, sino que además he podido ir.

El caso es que aún tenía unos días de vacaciones pendientes que no había gastado. No obstante, María está estudiando a muerte para un examen que tendrá en pocos meses, y las niñas se encuentran en pleno curso escolar. En consecuencia, me veía gastando las jornadas de asueto en plan hogareño, pero hace poco a mis padres les avisaron de que la caldera que tienen en su casa llanisca se había estropeado. Ellos en 2006 se construyeron esa segunda vivienda en La Galguera, una pequeña pedanía de Llanes. Aunque la suelen usar en verano, durante muchos años fueron allí también en otras estaciones, pero desde que mi padre empezó con los problemas de salud en 2018 no habían estado en disposición de hacer ninguna escapada fuera de temporada. Este invierno mi padre tampoco está para cruzar España y mi madre se veía yendo sola al norte a solucionar el tema de la caldera. Ante ese hecho, se me ocurrió gastar mis días libres en ir con ella. De ese modo, podía echarle una mano y, por añadidura, ver Llanes en febrero, tal y como llevo deseando desde hace tanto tiempo.

Tengo que aclarar que, a pesar de tener una casa en La Galguera, en esta ocasión no nos hemos alojado en ella. La misma tenía la caldera rota y llevaba cerrada varios meses. Mi madre, además, necesitaba verdadero descanso, por lo que decidimos irnos a un hotel. En concreto, fuimos al Parador Gil Blas de Santillana del Mar, por lo que hablaré de ese pueblo en otro post. Con respecto a Llanes, fuimos allí desde Santillana dos días. En el primero de ellos fue a casa el técnico de la caldera a revisarla, y en el segundo regresó con las piezas que hacían falta para dejarla reparada. Una de esas veces, tras cumplir con el técnico, no dejamos pasar la oportunidad de movernos un poco por el concejo. Para empezar, dimos un buen paseo por el casco urbano de Llanes. Por fin logré ver vacías sus calles.


Cierto es que, además de contemplar las calles desiertas, también vi un montón de negocios cerrados. En apariencia, febrero es el mes que aprovechan muchos bares y restaurantes para bajar la cancela y que el personal descanse. Pese a esto, Llanes no me dio una sensación decadente. No fue parecido a ir a una localidad de playa en invierno. No en vano, la capital municipal tiene más de 5.000 habitantes estables y todo lo necesario para su vida estaba operativo. Lo que estaba cerrado era el excedente, que vive de dar servicio al turismo.

Con respecto al verano, la primera diferencia que noté al llegar a Llanes fue que pude aparcar por las buenas junto a la Playa del Sablón. Luego, mi madre y yo nos internamos caminando en el centro llanisco, pasando por la Plaza de Cristo Rey, la Calle Posada Argüelles, la Calle Posada Herrera y la Calle Manuel Cué. En esta última calle hay muchos restaurantes y, dado que era la hora de comer, fuimos a buscar uno en concreto, que nos encontramos cerrado. En vista de eso, pasamos al Plan B y tiramos hacia la Plaza de la Magdalena, donde pone sus mesas la Sidrería El Bodegón


En este restaurante no hacen reservas, por lo que resulta bastante difícil almorzar o cenar en él durante los meses de verano. Sin embargo, a veces lo hemos conseguido, por lo que ya he hablado de él en otros posts, dado que es de los mejores sitios de Llanes para comer. En esta ocasión llegamos y pillamos mesa sobre la marcha. No hubo problema alguno.

Después de darnos un pequeño homenaje nos acercamos al Café Bitácora a tomar café. Fue entonces cuando pude recorrer sin gente la Calle Mayor. La misma estaba como se ve en la foto que he puesto arriba. Verla así fue inaudito para mí. 

También me deleité con la tranquilidad de la Calle Mercaderes, de la Calle El Muelle y de la Plaza de Santa Ana.


Disfruté mucho del relajado paseo. Aparte, el plan de la tarde estuvo marcado por un hecho, y fue que al asomarnos al mar en la Playa del Sablón vimos que estaba muy revuelto, a pesar del magnífico día que hacía. Yo no recordaba haberlo visto nunca golpeando con tanta fuerza las rocas.


Por ello, se nos ocurrió que podía ser un buen día para ir a ver algunos de los bufones que están repartidos por la costa llanisca. La vertiente costera de Llanes está repleta de altos acantilados de roca caliza. En los mismos, el agua de lluvia ha formado, con el paso de los milenios, pequeños agujeros que llegan hasta el nivel del mar. A la vez, el fuerte golpeo de las olas contra la pared vertical del acantilado ha ido corroyendo la roca, hasta el punto en el que se han unido los conductos verticales con las cuevas horizontales. No obstante, la acción erosiva del oleaje no ha acabado ahí, sino que ha seguido provocado un paulatino agrandamiento de esos conductos. 


Debido al empuje de las olas cuando la marea está alta, en la actualidad, en determinados momentos en los que el mar está muy agitado, el agua penetra tanto por los conductos creados, que sube y llega hasta el suelo de la parte superior del acantilado, formando chorros pulverizados que se elevan varios metros. Dichos chorros son los bufones.



La mayoría de los días, pese a que se aprecia muy bien el agujero en el suelo y se escucha un bramido saliendo de él, el agua no está lo suficientemente embravecida como para ser capaz de recorrer el conducto entero y formar el bufón. Sin embargo, esta vez coincidió que estaba en Llanes, que había marea alta y que el mar estaba lo suficientemente revuelto como para provocar el fenómeno. Yo había oído hablar de él y había visto los agujeros en el suelo, pero pensé que nunca iba a ser capaz de estar presente alguna de las pocas veces al año en que los bufones están activos. Me equivoqué.


En concreto, nosotros vimos los Bufones de Pría, que son uno de los grupos de bufones que están diseminados por la costa llanisca. De los campos de bufones que hay en Llanes, tres han sido declarados Monumento Natural. El de Pría es uno de ellos. Está formado por un buen número de agujeros que, cuando se dan las condiciones apropiadas, expulsan, unos más alto y otros menos, los mencionados chorros de agua pulverizada. Cuando están en auge, se forma en toda la zona como una neblina de mini gotitas de agua en suspensión, que también crea un efecto chulo.


Para llegar a los Bufones de Pría dejamos el coche en Llames, que es la localidad llanisca que está más al noroeste del término municipal.



Yo ya había estado en Llames, porque en 2015 fui a la Playa de Guadamía, que está junto a la localidad y muy cerca de los bufones. Para mí, ese arenal es de las más bonitos de Llanes y tengo pendiente volver, para hablar de él en un post con más detenimiento. Esta vez solo lo vi desde arriba.


Adonde sí fuimos fue a la Playa de San Antolín. En ella nos detuvimos un buen rato, para admirar su belleza sin gente.


A esta playa voy todos los veranos en algún momento, y a pesar de su popularidad, no es imposible verla tranquila los días en los que el tiempo no acompaña. En ese sentido, Asturias no es como Andalucía, de manera que, aunque el concejo esté a rebosar, si en julio o agosto sale una jornada nublada las playas no se llenan. Sin embargo, nunca había visto la Playa de San Antolín tan desierta. Realmente, hacía sol, por lo que pude contemplarla en todo su esplendor, pero vacía. Fue precioso.


En verano volveré a Llanes una vez más, y disfrutaré de nuevo de su animación, pero ya lo haré con la alegría de haber visto como respira el concejo en temporada baja.


Reto Viajero POBLACIONES ESENCIALES DE ESPAÑA
Visitado LLANES.
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales ya visitadas en Asturias: 13'3% (hoy día 60%).
En 1997 (primera visita), % de Poblaciones Esenciales de España ya visitadas: 11'8% (hoy día 35'7%).


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