30 de abril de 2022

MARATÓN DE MADRID 2022

Este post lo voy a empezar con una foto que es todo un spoiler.


Efectivamente. Acabé por quinta vez el Maratón de Madrid y el resultado de esta última participación no me pudo dejar más satisfecho. No voy a desvelar todavía el resultado final de la carrera. Antes, me voy a enrollar un poco, que es lo que me divierte.

Como digo, cinco han sido las veces que he cruzado la meta del Maratón de Madrid. En las dos primeras ocasiones, acaecidas en 2003 y en 2005, todavía se le podía llamar MAPOMA. Por aquel entonces, la prueba reina de la capital de España se denominaba oficialmente Maratón Popular de Madrid, por lo que era común designarla con el acrónimo comentado.


Después, regresé a Madrid a correr su maratón en 2007 y en 2010. En esos años, la prueba ya era denominada Maratón de Madrid, a secas. El adjetivo popular lo habían quitado del nombre, intentando, supongo, darle a la carrera una cierto aire de profesionalidad y de elitismo.


Desde entonces, yo no había vuelto. No obstante, en 2012 me enteré de que la cita había empezado a llamarse Rock 'n' Roll Madrid Maratón. La misma siempre había estado organizada por la Asociación Deportiva Mapoma, pero, desde ese 2012, la empresa estadounidense World Triathlon Corporation pasó a tener algo que decir en la puesta en marcha de la carrera. Esa sociedad, aparte de organizar los triatlones Ironman, había creado otra marca, denominada Rock 'n' Roll Marathon, con la que se dedicaba a participar en el desarrollo de maratones por todo el mundo, los cuales eran bautizados con el apelativo rockero. Por tanto, la implicación de World Triathlon Corporation en el Maratón de Madrid trajo consigo el cambio de nombre de este. Más recientemente, esta compañía ha variado un poco la mencionada marca, y ahora llama a sus eventos Rock 'n' Roll Running Series.


Para acabar de complicar el tema de la denominación de la carrera, en 2015 EDP empezó a patrocinarla, por lo que también empezó a formar parte del nombre, que fue hasta 2020 EDP Rock 'n' Roll Madrid Maratón, y desde 2021 EDP Rock 'n' Roll Running Series Madrid distancia Maratón (ahí es nada). Este 2022 se ha llamado casi igual. La diferencia ha sido que la aseguradora Zurich ha sustituido a EDP como principal patrocinador del evento, por lo que el galimatías de la designación ha sido definitivo (EDP es una empresa de producción de energía eléctrica y Zurich es una compañía aseguradora, pero además es una ciudad, por lo que lo de Zurich Rock 'n' Roll Running Series Madrid distancia Maratón ya no hay por donde cogerlo. Menos mal que, para entendernos, el común de los mortales denominamos a la prueba Maratón de Madrid o, todo lo más, Rock 'n' roll Madrid Maratón).

El caso es que mi idilio con la cita maratoniana madrileña, se llame como se llame, viene de lejos. Como he dicho, la acabé en 2003, 2005, 2007 y 2010. Además, me retiré en el kilómetro 5 de la edición de 2004. Desde hace doce años no había vuelto. Nunca dije que no fuera a regresar más, aunque no hay duda de que las probabilidades eran escasas, en primer lugar porque es un maratón muy duro, y en segundo porque las circunstancias han cambiado para mí, desde 2010. Ahora me cuesta, tanto o más, ir al Maratón de Madrid, que ir a muchos otros. Lo cierto es que, durante un tiempo, lo tuve fácil para organizar escapadas a la capital, dado que, entre verano de 2003 y finales de 2006, mi hermana Inés vivió allí. Por consiguiente, para disputar el MAPOMA en 2004 y 2005 apenas tuve que preocuparme por la logística, ni por el presupuesto. Esas dos veces me metí en su casa casi sin preguntar. Con respecto a 2003, ese año, el que era su novio en aquella época vivía en Villaviciosa de Odón, por lo que tampoco tuve que comerme el coco. Yo lo conocía bien y la confianza da asco, por lo que me instalé en su salón dos noches y santas pascuas. Cuatro años después, en 2007, mi hermana estaba de vuelta en Sevilla, pero conservaba frescas muchas amistades madrileñas. No recuerdo como surgió el tema, pero en aquella ocasión dormí en casa de su amigo Carmelo. Por último, en 2010 era yo el que tenía a un amigo de confianza viviendo a dos pasos del Parque del Retiro. Él iba a participar también en la carrera y me encalomé en su casa, sin que pasara nada. Desde entonces, no obstante, las facilidades para plantarme en Madrid para correr han desparecido. En parte, por eso, desde 2010 no había tenido demasiadas intenciones de volver al maratón del oso y el madroño... hasta ahora. Está claro que no había cerrado la puerta por completo. Este 2022, tras el bache de la pandemia, no andaba muy motivado con la idea de pelear mi maratón número 21. Sin embargo, tras las Navidades se me encendió la llamita, y en vez de intentar apagarla, decidí echarle gasolina. Para el Maratón de Sevilla no llegaba, pero ¿y volver a Madrid? Mecachis. Se me vino la idea a la mente, como un fogonazo, y ya no logré sacármela de la cabeza. Parecía el momento de quitarme el sabor agridulce que me habían dejado las ediciones de 2007 y 2010. El de 2007 fue uno de los peores maratones de mi vida (paré el crono en 4h02:51), y el de 2010 lo culminé en 3h43:09, mecho mejor, pero me golpeé más fuerte que nunca contra el muro, y terminé totalmente desfondado. Esas dos eran mis ultimas experiencias en el Maratón de Madrid, y me había quedado con el regustillo amargo de ese infernal maratón de 2007, y de los últimos kilómetros de la cita de 2010. Por ello, cuando decidí regresar, este 2022, lo hice tras haberme comprometido a darlo todo para correr en condiciones. Finalmente, he acabado en 3h39:07. Ni siquiera ha sido mi mejor marca en Madrid, pero, aun así, he corrido de maravilla. Ha sido uno de los maratones mejor competidos de mi vida, como ahora desgranaré. 


Antes de entrar en detalles, voy a hablar con brevedad de mis anteriores maratones en Madrid. He estado tentado de contar más extensamente como fueron. La verdad es que todos tienen sus historias y sus anécdotas. Sin embargo, no quiero extenderme demasiado. Cada una de las cuatro participaciones que llegaron a buen puerto, y la que no lo hizo, darían para un largo post cada una. No puede ser. Por ello, solo voy a escribir un resumen sobre mis experiencias pasadas, sin extenderme más. 

El primer Maratón de Madrid que corrí, en 2003, ya dio que hablar, porque perdí un cuarto de hora en un wáter. Años después, me pasó lo mismo en Berlín, pero en Madrid la situación fue mucho más extrema. Para empezar, descansé menos de la cuenta los dos días antes, pero es que, además, iba estreñido, me alimenté de pena... y hasta ahí puedo contar, sin ponerme escatológico (fue mi segundo maratón y acabé, finalmente, en 4h12:53. Esa marca sigue siendo la peor de mi historial). 

En la cita de 2004 me tuve que retirar por una lesión de rodilla en el kilómetro 5. Nunca sabré lo que me pasó, porque no había tenido ningún tipo de problema, entrenando en las semanas anteriores. En la carrera tampoco eché a correr como un caballo desbocado. Más bien al contrario, en esa ocasión me puse mal en la salida y empecé al trote cochinero. En el kilómetro 2 noté molestias en la rodilla izquierda, en el 3 se habían convertido en fuertes punzadas, en el 4 ya no podía con el dolor que sentía, y, aun así, llegué hasta el 5, forzando en plan salvaje, con la esperanza de que el fisio que había allí pudiera hacer algo. El chico lo intentó, pero no era mago, y mi dolor al trotar era insoportable. Esa mañana creo que fui el primer atleta que abandonó. No obstante, al año siguiente regresé. Lo hice después de la citada retirada de 2004, en Madrid, y de la que sufrí en Sevilla en febrero de 2005. En maratones, solo me he quedado por el camino dos veces, pero fueron seguidas, y tuvieron lugar cuando todavía no tenía demasiada experiencia. Tras esos dos fracasos, llegué a pensar que no volvería a poder culminar con éxito una prueba de 42 kilómetros. Aun así, me tiré al ruedo de nuevo, en Madrid en 2005, pasando por encima de mis miedos, y completé el que, hasta ese momento, era el mejor maratón de mi vida. Acabé en 3h38:19. Ese día lo recuerdo con mucha emoción.

El de la edición de 2007 he dicho que fue de los peores maratones de mi vida. No fue el peor, porque el de 2012 de Sevilla lo corrí tres semanas después de haber padecido una gripe, y ese día las pasé más putas, pero el Maratón de Madrid de 2007 se lleva la medalla de plata, en la categoría de calvarios de 42.195 metros. No obstante, en este caso me lo merecí, dado que me fui a Madrid a correr, después de llevar tres días dando vueltas por España en plan alocado. En ese viaje intenté cuidarme, pero llegué a la capital el sábado, a última hora, me pasó mi amiga Ruth el dorsal, que ella me había recogido, y me acabé acostando hecho puré, bastante pasada la medianoche. A la mañana siguiente tenía cuerpo de turista, no de maratoniano. Todo mi organismo era un galimatías, desde los pies al estómago. No tenía resaca, pero la cabeza era lo único que no me dolía. En circunstancias normales, trotar un rato en esa condiciones ya hubiera tenido mérito, y yo corrí 42 kilómetros. Lo que más me jode es que terminé en 4h02:41, que no está muy mal, la verdad, para como estaba de hecho mierda. Eso significa que no me hallaba en mala forma, realmente había entrenado, y habría podido lograr una buena marca, pero no supe decir que no, junté dos planes que no son compatibles, y eso me hizo desperdiciar una buena oportunidad de hacer un buen papel en Madrid. Eso sí, ese día, y el del maratón de la gripe, comprobé hasta donde soy capaz de llegar por amor propio, tirando de cabeza y de fuerza de voluntad. 

Con respecto a la mala experiencia de 2010, la cosa fue totalmente distinta. Ese año ya había corrido el Maratón de Valencia en febrero, en 3h32, pero mi amigo Peña se apuntó al de Madrid, y dado que estaba viviendo a tres pasos de la salida, y a dos de la meta, me comió el coco para que me fuera a correrlo yo también, utilizando su casa de piso franco. Ese día, durante mucho rato fui bien, de hecho pasé la media en 1h45:32, yendo muy cómodo. Pese a esto, salió una jornada muy calurosa, y se ve que no me había recuperado del todo de la paliza que me había pegado en Valencia, por lo que el tío del mazo me terminó golpeando salvajemente, con el agravante de que, en Madrid, el final del recorrido es asesino, como detallaré luego. En consecuencia, apretando los dientes me vi haciendo kilómetros, desde el 36, a 6:01, 6:06, 6:48,... El problema para mí no fue tanto la marca, como la sensación de acabar arrastrándome.

Por todo lo comentado, cuando se me pasó por la cabeza, en enero, la posibilidad de ir a Madrid, a su maratón, tuve que reconocer que nunca había desaparecido de mi interior el deseo de volver, para borrar el regusto amargo de mis dos últimas participaciones en él. Sin embargo, si me echaba de nuevo al ruedo en ese maratón, tenía que asegurarme de cumplir, para no acabar con tres experiencias negativas, en vez de con dos. Nunca me había decidido a aceptar ese compromiso, por lo que no había vuelto.... hasta este año. En 2022, se alinearon los astros y sentí que era el momento. Por suerte, puedo decir que he conseguido el objetivo. Por ello, ya sí que dudo que vaya a regresar a Madrid a correr su prueba de 42 kilómetros. Ahora mismo, mi recuerdo ha pasado a ser plenamente cojonudo, y mi mejor marca madrileña es muy difícil que la supere. Quiero conocer otros maratones, y creo que el capitalino lo he dejado en el lugar que se merece.

Aparte, tengo que decir que este maratón, con independencia de lo entrañable que ha sido, debido al entorno, me ha hecho vivir el mayor baño de masas de mi vida. Ese premio se lo debo al Real Betis Balompié y a su camiseta, aunque parezca mentira. Lo cierto es que soy bético, y tuve la mala suerte de que mi equipo se clasificó para la final de la Copa del Rey, 17 años después, y el partido lo programaron el día antes del maratón. Yo, la noche de la finalísima ya tenía que estar en Madrid, y eso me fastidió, como conté en el post anterior. No me voy a repetir sobre eso. Ahora solo voy a añadir que, antes del encuentro, prometí que si el Betis ganaba el título de campeón de España, yo correría vestido de verdiblanco, con el 17 de Rosa Márquez a la espalda. No soy mucho de esos folclores, una vez corrí un maratón con una camiseta heavy de Children of Bodom, pero en todos los demás he usado siempre indumentarias de lo más discreto. La duda ahora es si volver a correr sin la elástica del Betis... porque nunca en mi vida me habían animado tanto.


Por lo que pude comprobar, el Betis es un equipo que cae muy bien en Madrid. Además, tiene en sus filas a Joaquín, que es toda una figura mediática. Aparte, está haciendo una temporada sensacional y, por último, la final la habíamos ganado, de manera agónica, unas pocas horas antes. Por todo eso, o por la razón que sea, lo cierto es que me pudieron animar, a mí en concreto, a lo largo de la carrera, unas 200 veces. Me dieron la enhorabuena compis que me adelantaron y gente a la que yo pasé, también me jalearon muchos voluntarios, me gritaron desde la primera fila, me animaron desde lejos, en grupo, con un megáfono, tocando las palmas,... Hasta un policía local me dijo algo relacionado con el Betis, cuando pasé a su lado. Fue tremendo. El momento de la salida y de la entrada a la Casa de Campo, donde había un pasillo humano enorme, así como el tramo anterior al de la recta de meta, que igualmente estaba muy lleno de personas, fueron sencillamente espectaculares para mí. 

Desde un punto de vista puramente deportivo, la carrera también me fue genial. En Madrid, llegar a la salida no plantea los mismos problemas que en otros lugares, como Sevilla o San Sebastián, gracias al metro. En los dos maratones que corrí en 2019, en esos dos sitios, lo de conseguir llegar a tiempo fue un poco estresante. En cambio, en Madrid todo cuadró a la perfección, de manera que me vi accediendo a mi cajón media hora antes del pistoletazo inicial. Eso hizo que me pudiera colocar casi en primera fila, ya que, aunque no estaba en el cajón de los pros, estos salieron con cinco minutos de antelación, y, para cuando nos llegó el turno a los mortales, los del segundo cajón habíamos podido avanzar. Yo me había quedado prácticamente debajo del arco de salida.

Antes de hablar de cómo me fue la carrera, es menester dedicarle unas palabras al perfil del Maratón de Madrid. La principal cita atlética de la capital de España carga con el lastre de su sinuoso trazado. Eso ha hecho que la hayan superado, en cuanto a cantidad de participantes, Barcelona, Valencia y Sevilla. Además, ni por asomo puede competir en ese aspecto con los grandes maratones de otras ciudades europeas. La razón es que su recorrido es demoledor. No obstante, visto sobre el plano, el de esta edición moló mucho.


Otra cosa es ver su perfil altimétrico. El mismo siempre ha sido bastante jodido, y en esta ocasión, pese a que el circuito ya no acabó en el Parque del Retiro, no lo fue menos.


A lo largo de los años, el recorrido del Maratón de Madrid lo han ido cambiando, con la idea de ir buscando trazados lo más llevaderos posibles. En este caso, la salida se dio en el Paseo de Recoletos, y los primeros 4 kilómetros nos lo pegamos corriendo cuesta arriba por el Paseo de la Castellana. Luego, es verdad que tendimos a bajar, yendo por la Calle Bravo Murillo, pero lo malo fue que todas esas pequeñas tachuelillas que se ven en el perfil, hasta el kilómetro 26, fueron rampas de las que desgastan, aunque la mayoría fueran tendidas. Toda esa parte, que discurrió por los distritos de Salamanca y de Chamberí, estuvo conformada por largas rectas, que tenían un cierto desnivel. Correr cuesta arriba obliga a exigirle más al corazón y a los pulmones, pero hacerlo cuesta abajo no es tan bueno como parece, dado que castiga las piernas más de lo normal. Por tanto, en los kilómetros entre el 10 y el 21 estuvo la clave del Maratón de Madrid. Si me hubiera dejado llevar en ese tramo, cuando aún tenía fuerzas, el final hubiera sido una escabechina, porque el tema de los repechos se vio acrecentado, si cabe, en los últimos 16 kilómetros, que fueron en los que marchaba más cascado. En efecto, tras abandonar Chamberí, entramos en la Casa de Campo en el kilómetro 27, y corrimos 3 kilómetros cuesta arriba, sin descanso. Luego, los siguientes 6 fueron cuesta abajo, los 4 hasta salir de la Casa de Campo y los 2 siguientes. En esos 9 kilómetros observé como la gente empezaba a caer de madura. No obstante, la puntilla vino después, porque, desde el kilómetro 36 a la meta, ya no paramos de subir. Fue tremendo. A mí se me ocurrió que podían cambiar el sentido del circuito, para empezar y acabar cuesta abajo, pero no se si eso arreglaría gran cosa. Madrid es así.

Dado ese panorama, yo iba muy mentalizado para no cometer errores. La clave era correr por sensaciones, no intentando seguir ritmos preestablecidos. Para ello, tapé mi cronómetro y no lo miré ni una vez, hasta que no pasé por el punto kilométrico 37. Hasta entonces, no tuve ni la más remota idea del tiempo que llevaba. Gracias a eso, me desentendí de piques conmigo mismo. Si miro el reloj, me cuesta no apretar cuando me veo bien. Sin echarle cuenta, todo dependió de como me fui sintiendo. Esa táctica hizo, por ejemplo, que los 4 kilómetros iniciales, que fueron cuesta arriba, como ya he comentado, los hiciera sucesivamente en 5:02, 5:10, 5:09 y 5:02. Al pasar por cada punto kilométrico le di al botón del crono, para que se quedara registrado el parcial, pero la pantalla la llevé tapada completamente por el manguito elástico. Se de buena tinta que, de haber ido mirando el reloj, hubiera apretado, lleno de motivación, para superar el punto 4 en menos de 20 minutos. A hacerlo en 20:23 fui guardando unas fuerzas, que después resultaron fundamentales. 

El caso es que los primeros kilómetros en ascenso se sucedieron sin percances. Como se puede comprobar en las siguientes fotos, estos fueron multitudinarios, pero yo fui muy cómodo, corriendo a mi ritmo y protegido por la muchedumbre.



Una vez que llegamos al final del Paseo de la Castellana y dimos la vuelta, los siguientes kilómetros fueron cuesta abajo. Ahí sí empecé a correr a menos de 5:00 minutos el mil. 


Sin saberlo, en el kilómetro 10 me planté en 49:58. Ahí empezaron mis peores minutos de toda la prueba, porque se me juntó todo. En primer lugar, me empezó a doler el pubis. Eso fue lo peor. Lo cierto es que la zona púbica a mí me da la lata, en ocasiones, cuando me paso entrenando o cuando hago sobreesfuerzos. Como ya tengo mucha experiencia, en los últimos tiempos he aprendido a entrenar lo suficiente, pero también a saber escuchar a mi cuerpo para no colarme. Sin embargo, cuando llega el momento de comerse el coco, las supuestas molestias en el pubis son las que me suelen quitar el sueño. Me sucede en ocasiones, las semanas antes de algunas carreras señaladas, y me pasó corriendo el Maratón de Madrid. Ahora sé que aquello no fue más que el típico miedo escénico, que tantas veces me ha dado, cuando la cosa ha empezado a ponerse seria en los maratones, pasado el kilómetro 10. No obstante, es innegable que, durante ese rato, sentí dolor, y mucho. Eso se unió a la entrada en el Distrito Salamanca y al comienzo de sus largas cuestas inmisericordes. 


Hubo un instante, en el kilómetro 12 o 13, en el que llegué a pensar que no podría seguir mucho tiempo con el dolor que llevaba en el pubis. De hecho, como íbamos junto a los participantes de la media maratón, y estos se tenían que separar de nosotros en el kilómetro 16, valoré la opción de retirarme de manera digna, siguiendo la estela de los mediomaratonianos cuando tomaran su camino, para poder llegar a la zona de meta antes de tiempo sin que se notara mucho. Evidentemente no lo hice. En algún punto, entre el kilómetro 13 y el 16, las molestias se estabilizaron, y después se acabaron diluyendo en la sensación de piernas trabajadas que uno empieza a llevar cuando ya ha corrido 1/3 de un maratón. No me volví a acordar del pubis, pero durante un rato me hizo sufrir momentos de auténtica zozobra.

Acabo de comentar, de pasada, que corrimos junto a los participantes de la media maratón de las Rock 'n' Roll Running Series. Lo de juntar las pruebas de 42 kilómetros con las de 21 se está generalizando, y creo que va en perjuicio de los maratones. En algunos casos, veo lógico ese matrimonio de conveniencia. En Ciudad Real, por ejemplo, hacen un esfuerzo encomiable por sacar adelante el Quixote Maratón, en una ciudad pequeña. Montar allí una media un día, y un maratón otro, es inasumible, y además, el maratón lo corren menos de 300 personas, por lo que veo casi necesario que se planifiquen, simultáneamente, varias carreras, para llegar a los 1.000 participantes en total, y que la cita no sea deficitaria. Poner en funcionamiento la infraestructura de un maratón, solo para 300 corredores, no es sostenible. En Madrid, sin embargo, el maratón lo disputan más de 5.000 runners y, si bien ese número es inferior al de los grandes eventos del calendario maratoniano, lo cierto es que no es necesario, para nada, organizar a la vez una media. Madrid ya es sede de una prueba de 21 kilómetros en marzo. Lo de celebrar otra en abril solo tiene el objetivo de juntar a mucha gente, para que queden bien las fotos de las multitudes, y para sacar más pasta, pero es negativo para los maratonianos.

Yo noté más el impacto de tener corredores adelantándome por todos lados, precisamente cuando peor andaba. En el kilómetro 16, las dos carreras se separaron, pero durante el rato anterior los mediomaratonianos iban ya oliendo la meta y apretando, y yo no marchaba bien y me quedaban más de 25 kilómetros por delante. En esas circunstancias, se hace un esfuerzo, para que la rápida inercia que te rodea no te afecte, pero considero que, en casos como el del Maratón de Madrid, es una jodienda obligar a los maratonianos a aislarse del entorno, cosa que, por otro lado, no es nada sencillo. Estoy seguro de que un buen número de las catástrofes que se dieron en la Casa de Campo, y después, tuvieron que ver con la sobrexcitación de los primeros kilómetros, debido al jaleo de correr a más velocidad de la cuenta, por ir entre personas que tienen su meta en el kilómetro 21. Al final, por sumar a toda costa, juntando las dos distancias, el maratón pierde prestigio, ya que se diluye el aura mítica de la prueba reina en un galimatias de gente, corriendo a diferentes ritmos. Y que conste que a mí las medias me encantan. He acabado más de 40, tomándomelas en serio al 100%, pero una media maratón y un maratón son dos desafíos que hay que afrontar con talantes distintos, y mezclarlos no es bueno.

Dicho esto, lo cierto es que los trazados de la media y del maratón se separaron en el kilómetro 16, por lo que, a partir de ahí, esa excusa ya no valía para justificar problemas con el ritmo. De todas formas, en ese punto yo dejé de penar. De repente, durante 3.000 metros empecé a rodar de nuevo por debajo de 5:00 minutos el mil, yendo muy cómodo. Pasé la media maratón en 1h46:53.

Inmediatamente después nos internamos en la Ciudad Universitaria. Por allí, mi avance se enlenteció un poco, y pasé otra vez a hacer los kilómetros a un ritmo superior a 5:00, pero la verdad es que me notaba comodísimo. Esa zona es la más llana de la carrera. Acto seguido, cogimos dirección sur y nos dirigimos hacia la Casa de Campo. Las siguientes fotos están tomadas en los instantes antes de entrar en esa enorme zona boscosa. En la primera, iba recorriendo los últimos metros del Paseo de la Florida, en la segunda había accedido ya a la Glorieta de San Vicente, y en la tercera había cogido el corto caminito enlosado, que lleva directamente al Puente del Rey y a la Puerta del Río de la Casa de Campo.




El hecho de plantarme en la entrada de la Casa de Campo, en el kilómetro 27, tras haber pasado 10 kilómetros buenos, fue fundamental. Llegué con confianza. La Casa de Campo es el gran pulmón de Madrid. Es un lugar muy agradable, pero es una trampa mortal para los maratonianos, como dije antes. Si no te mata la cuesta arriba constante que se sube, desde su entrada, hasta el sitio donde está el kilómetro 30, te liquida la que pica hacia abajo, y eso si uno tiene suerte y no hace mucho calor. Lo de correr entre árboles puede estar muy bien, y supongo que refresca, pero a mí, en la edición de 2010, la humedad que sufrí en ese tramo me dejó listo. Esta vez, por suerte, el termómetro no subió tanto, y en los 7 kilómetros de la Casa de Campo fui genial. Entré bien, me vi con fuerzas y arriesgué. No forcé, pero tampoco me corté a la hora de tirar para arriba en la rampa de 3 kilómetros.




Al llegar al kilómetro 30 no había sufrido demasiado, y me lancé para abajo sin pensármelo dos veces. No hay que engañarse. Fui todo el rato a un ritmo que osciló entre los 5:15 y los 5:28. No me iba marcando un Kipchoge, precisamente. Sin embargo, llevaba ya una paliza considerable, fui corriendo cuesta arriba mucho rato, y me mantuve tremendamente estable. Por eso me muestro tan optimista. Es significativo que marchaba en el puesto 2150, en la clasificación masculina, en el kilómetro 25 (en los puntos de referencia parciales solo se han publicado las posiciones por sexo), y en el 35 había adelantado a más de 200 hombres, dado que iba el 1944. No obstante, mi verdadero avance en la clasificación se dio a partir de ahí. A mí, en 2010, donde me dio la pájara fue al salir de la Casa de Campo. En este 2022 no me pasó, pero la escabechina a mi alrededor sí la percibí. El tío del mazo esperaba agazapado en el Paseo de la Virgen del Puerto, y fue duro con mucha gente. Es significativo que, a mitad de esa calle, poco antes de llegar al kilómetro 37, estábamos a 574 metros sobre el nivel del mar. La meta, 5.300 metros después, se encontraba a 647 metros. La diferencia son 73 metros, que es lo que mide un edificio de 20 o 21 pisos. Evidentemente, nosotros no los subimos en horizontal, pero tampoco dejamos de ascender por una rampa continua, que, a esas alturas, me pareció el Angliru.  




Como he comentado, salí de la Casa de Campo en el puesto masculino 1944. En meta, entré en el 1696. Adelanté a 248 hombres en esos 8 kilómetros (y a 464 desde el kilómetro 25). En la general, quedé el 1768 de 5784 personas. La clave fue que seguí yendo al mismo ritmo, siempre entre 5:16 y 5:27. No obstante, a mi lado cada vez más gente se echaba a andar, desfondada. El final del Maratón de Madrid es tremendo, aunque, en esta ocasión, yo no mordí el polvo. Es más, el kilómetro 41 lo hice en 5:17, y el último en 5:13. A pesar del esfuerzo que llevaba dibujado en el rostro, corriendo cuesta arriba por el Paseo del Prado disfruté como un cochino en un charco. Pasé la Fuente de Neptuno, pasé la Fuente de Cibeles...


... y en el Paseo de Recoletos saboreé las mieles del triunfo (del triunfo personal, como es lógico). Acabé en 3h39:07. Ni gané nada, ni tan siquiera me acerqué a las marcas que hacen otros atletas muy populares, que logran rondar las 3h15, o menos. Para mí, eso es una quimera. Sin embargo, ser capaz de correr todo ese tiempo, sin parar, a un ritmo medio de 5:12, en un maratón tan duro como el de Madrid, me sabe a victoria.



Los maratones de 2007 y 2010 acabaron en el Parque del Retiro. Eso hizo que la recta de meta, en esas ediciones, fuera una gozosa cuesta abajo. A cambio, coincidiendo con los kilómetros 41 y 42, se hacia subir a los corredores, casi rozando el sadismo, por una última rampa de 45 metros de desnivel. Este año, la meta volvió a estar donde yo la atravesé en 2003 y 2005, en pleno Paseo de Recoletos.



En definitiva, como se puede comprobar, el regusto amargo que me producía el Maratón de Madrid ha desaparecido. Es lo que buscaba. En 2005 terminé muy contento, en 3h38:19. Luego regresé dos veces más, y la alegría se disipó, pero ahora la he recuperado. Creo que es la que conservaré siempre. Me quedé a menos de 50 segundos de mi MMP en Madrid, pero ni siquiera eso empaña el recuerdo. Lo cierto es que, hasta el kilómetro 37, no consulté el crono. Hacerlo me sirvió para asegurarme de que iba a bajar de 3h40, pero recortarle 50 segundos más a la marca que hice fue imposible. No hubo de donde rascar. A pesar de la euforia, que quizás he transmitido, hice un esfuerzo brutal, y acabé extenuado. Por otro lado, mirar el reloj antes, e intentar forzar el ritmo, con tiempo de limar esos segundos, hubiera sido un error. Corrí por sensaciones, hasta que ya vi que quedaba suficientemente poco, como para echar el resto sin miedo. En mi opinión, la táctica me salió bien.

No he dicho nada, a modo de introducción, de la feria del corredor, que fue en IFEMA. Esta vez no me entretuve mucho allí, pero me di una vuelta y me gustó. 


Hoy día, las ferias previas de todos los grandes maratones se parecen. La del Maratón de Sevilla ya es igual a la del de Madrid, pero todavía recuerdo la emoción que sentí en la feria del corredor de la primera edición del MAPOMA en la que participé, en abril de 2003. Vi a Abel Antón, y, aunque luego la tinta se corrió por culpa del sudor y del agua derramada, me firmó el dorsal Alberto García, que en aquel momento estaba en la cima, tras haber ganado el oro en los 5.000 metros del europeo de Múnich, en verano de 2002. 


Unos meses después lo pillaron con el carrito del helado, lo sancionaron dos años y nunca volvió a hacer nada relevante. Curiosamente, el día que yo lo vi e intercambié con él dos frases, ya estaba en serios problemas, puesto que había dado positivo tan solo tres semanas antes. Él lo debía saber, pero no lo hizo público hasta poco después. En cualquier caso, verlo allí me flipó, y no olvidaré nunca la excitación que me produjo aquella feria de corredor del Maratón Popular de Madrid de 2003. Han pasado casi dos décadas, y, para mí, el círculo se ha cerrado en este maratón de 2022. Lo he conseguido.



Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 234.
% del Total de Carreras a completar: 23'3%.

Reto Atlético 51 MARATONES
Maratones completados: 21.
% del Total de Maratones a completar: 41'7%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en SEVILLA.
En 2000 (año de la primera carrera corrida en Sevilla), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 0'9% (hoy día 37'1%).

Reto MARATONES DE ESPAÑA Y PORTUGAL
Completado Maratón en la COMUNIDAD DE MADRID.
En 2003 (año del primer Maratón corrido en la Comunidad de Madrid), % de Comunidades en las que había corrido un Maratón: 11'1% (hoy día 33'3%).

Reto PRINCIPALES CARRERAS DE ESPAÑA
Completado MARATÓN DE MADRID.
En 2003 (año del primer Maratón de Madrid), % de Principales Carreras de España que había corrido: 6'9% (hoy día 27'9%).

Reto 7 MARATONES 7 CONTINENTES
Completado Maratón en EUROPA.
En 2002 (año del primer Maratón corrido en Europa), % de Continentes en los que había corrido un Maratón: 14'2% (hoy día 14'2%).

Reto MARATONES DE LA UE
Completado Maratón en ESPAÑA.
En 2002 (año del primer Maratón corrido en España), % de Países de la UE en los que había corrido un Maratón: 3'5% (hoy día 14'2%).


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