25 de mayo de 2022

CARRERA POPULAR TIERRA Y OLIVAR 2022

Yo vivo en Villanueva del Ariscal, y la gran mayoría de los días empiezo y termino mis entrenamientos atléticos en la puerta de mi casa. No soy de los que se desplazan para correr, salvo que vaya a competir. Eso hace que el municipio ariscaleño lo haya explorado al galope hasta la saciedad. No obstante, el mismo no es muy grande, por lo que invado con mucha frecuencia los términos municipales de otros cinco pueblos. Son Espartinas, Umbrete, Sanlúcar La Mayor, Olivares y Salteras. Por ello, cuando he participado en carreras en alguna de estas poblaciones, me he sentido como en casa. 

En realidad, en Umbrete y en Espartinas nunca he competido. Sí lo he hecho en las otras tres localidades. De la carrera de Olivares ya hablé en este blog, en 2016. En cambio, desde que escribo en él, no había vuelto a ninguna prueba organizada en Sanlúcar, ni en Salteras. Con respecto a este último pueblo, el pasado sábado participé por cuarta vez en la Carrera Popular Tierra y Olivar Villa de Salteras, por lo que ya me he puesto al día por ese lado. Eso significa que ya me falta menos para haber cumplido en En Ole Väsynyt con todos los municipios vecinos que me sirven de pista de atletismo.

En relación con la prueba de Salteras, siempre me había preguntado por qué se llama Tierra y Olivar. En los alrededores del pueblo hay bastantes olivares, pero yo había participado en las citas de 2012, 2014 y 2016, y el trazado de la carrera siempre había sido radicalmente urbano. En él, no había ni tierra, ni olivos. Sin embargo, en este 2022, coincidiendo con la vigésima edición del evento atlético, por fin el recorrido ha hecho justicia al nombre, y una buena parte del circuito ha discurrido por el campo.


Yo participé por primera vez en la Carrera Popular Tierra y Olivar Villa de Salteras en su duodécima edición. Ese día me encontré con la típica carrera que no me gusta demasiado. En efecto, he repetido varias veces que yo disfruto especialmente con las pruebas llanas con largas rectas, sobre todo si son interurbanas. En Salteras, sin embargo, me topé con un recorrido urbano quebrado, plagado de esquinas y de adoquines. Además, no estaban señalizados los kilómetros, se daban dos vueltas al mismo circuito, y el trazado estaba mal medido, de manera que se corría menos de lo que te decían al principio. 

Lo cierto es que yo, cuando tiro para Salteras entrenando, voy por caminos y solamente toco el casco urbano de refilón. En tales casos, las cuestas para subir a la localidad no las puedo evitar, pero los adoquines y el callejeo sí. En cambio, ya en 2012 vi que la organización de la Carrera Tierra y Olivar no se cortaba a la hora de meter kilómetros por el pavimento empedrado, y de programar giros y revueltas por las calles saltereñas. Por esa razón, dije muy convencido que en esa prueba no me verían más el pelo. Fue un craso error. Tan solo dos años después me apunté a una academia de inglés, que estaba en Salteras, y me pegué todo el curso yendo allí dos veces en semana, de manera que en abril, cuando se anunció una nueva edición de la carrera, me sentía ya parte de la población. El circuito pasaba por la puerta de la academia, la mayoría de mis compañeros de clase vivían cerca, y a mí, de repente, la Carrera Tierra y Olivar pasó a parecerme entrañable. Por ello, ese 2014 volví a correrla... y no fue la última vez. Lo cierto es que me pilla tan cerca, y me resulta tan sencillo participar en ella, que al final me compensa ir, si tengo ganas de competir. Me pasó en 2016, y me ha vuelto a suceder ahora, en 2022. Por eso, ya no voy a cometer el error de decir que no voy a volver. Por otro lado, han mejorado cosas. Ya en 2016 el trazado estuvo bien medido. Aparte, a nivel organizativo el evento siempre ha sido modélico. Nunca ha habido fallos de puntualidad, ni líos a la hora de dar los dorsales, ni escasez de avituallamiento, ni calles mal cortadas, ni nada parecido. Como apoyo, se utilizan las instalaciones del Polideportivo Municipal Jesús Rodríguez Amuedo, lo que hace que tampoco falten ni guardarropa, ni baños. Además, correr por los pueblos también me gusta, para que nos vamos a engañar. Me he quejado de los recorridos con esquinas y recodos, pero lo cierto es que me encanta que me anime la gente.

Total, que en 2016 regresé a la carrera de Salteras, y este 2022 me apeteció ir a por el póker de participaciones.


Lo que sucede es que este año me he encontrado conque han revolucionado la prueba, porque ha pasado de ser una cita de domingo por la mañana, a convertirse en una nocturna, que ha tenido lugar el sábado. Además, han modificado el recorrido, y ya sí se corre por tierra y se bordean olivares. También se callejea, en la segunda parte del circuito, pero en vez de darse dos vueltas por el casco urbano saltereño, se desemboca en él a los 4.660 metros, y solo los últimos 3.340 son por asfalto y adoquines. A cambio, con el nuevo trazado hay que gestionar algunas cuestas salvajes.

Me explico. Salteras es un pueblo que se encuentra ubicado en un cerro, que está habitado desde la prehistoria. Desde cualquier punto cardinal, se ve perfectamente como la población está enclavada en una colina de unos 40 o 60 metros de altura, con una cima relativamente plana. Al plantear un recorrido a dos vueltas por el casco urbano, se evitaba bajar de esa altitud. Con el nuevo trazado, ha habido que perderle el miedo a los desniveles, sobre todo en la primera mitad del circuito.

Por lo que respecta al desarrollo concreto de la carrera, su salida se dio frente al Polideportivo Municipal. El mismo está en el casco urbano, pero se encuentra en uno de sus extremos. En años pretéritos, el recorrido se dirigía al centro del pueblo, dando un rodeo. Este año, en cambio, abandonamos la zona urbanizada tras 360 metros. No obstante, no hubo modificaciones en la primera recta, que no es muy ancha y que tiene varios badenes, de esos que se cargan los bajos de los coches.


En los primeros metros, la gente va muy agolpada y no se ve bien el suelo, por lo que hay que tener cuidado con los citados badenes de cemento de la calzada. En 2016, un corredor que iba junto a mí se pegó un carajazo épico, nada más salir, por culpa del badén. Yo también di un buen traspiés. Como no he olvidado aquello, esta vez tuve cuidado, mirando bien al suelo en esa recta inicial.


Tras salvar ese punto, recorrimos los 360 metros urbanos y salimos del pueblo, cogiendo el camino que acaba en Villanueva del Ariscal. El mismo empieza con una cuesta tremenda. Yo la he subido a veces al trote, cuando voy desde mi casa hasta Salteras. En esta ocasión, lo que hicimos fue descender por ella. Fueron 825 metros, con un desnivel del 4%, en el que me pasaron un montón de personas. Corriendo, yo bajo de pena, no se por qué. En cuanto las rampas descendentes son considerables, me empiezan a adelantar atletas, que van como aviones, y yo no soy capaz de hacer nada. En este caso, tampoco le di mayor importancia, porque sabía que, a partir de los 1.185 metros de carrera, no íbamos a bajar más, y quedaba mucho después.

Una vez que llegamos al final de la cuesta, giramos bruscamente a la izquierda, abandonamos el asfalto y cogimos una vereda que bordea el Arroyo Riopudio. Esa zona es bonita. Yo he ido varias veces andando por ese sendero. También se puede recorrer a toda pastilla, si se quiere, porque el piso está en muy buen estado. Lo que yo no me había percatado es que el camino era tan estrecho. Haciendo senderismo con María nunca había notado que su anchura fuera tan limitada, pero el pasado sábado, cuando nos pusimos a llanear por él, me di cuenta de que tan solo había espacio para que corriéramos dos personas en paralelo, una al lado de la otra. Por ello, durante casi un kilómetro me quedé un poco encerrado. Como he dicho, bajando me había rebasado mucha gente, pero yo iba bien. Por eso, al llegar al llano, noté que podía apretar. Sin embargo, durante un rato tuve que conformarme con permanecer a cola de un grupo de unos 8 o 10 corredores. Íbamos todos en filas de a dos, como si fuéramos en formación, pero los dos primeros iban haciendo de tapón, y era imposible avanzar más. Justo delante mía llevaba a un chico del Club Atletismo Camas, que en un momento determinado logró pasar a la mitad del grupo, y después superó a los demás. Yo me pegué a él, y por el hueco que abrió me colé ambas veces. Tras el segundo adelantamiento, pude, finalmente, empezar a ir a mi ritmo. Cuando llevaba 2.200 metros, ya iba marchando sin trabas, intentando seguir la estela del otro atleta camero.



Bordeando el Arroyo Riopudio corrimos hasta casi el kilómetro 3. Apenas 100 metros antes de llegar al tercer punto kilométrico, nos topamos con la vía del tren, y en vez de atravesarla por debajo, por el túnel que hay habilitado, para seguir bordeando el riachuelo, abandonamos el margen del curso de agua y pasamos a correr unos 380 metros junto al talud de la vía. Cuando llevábamos 3.280 metros, llegó el momento de subir lo que habíamos bajado al principio. Para empezar, nos encontramos con una rampa de 400 metros, que presentaba un desnivel del 5'9%. Para reventar. Yo había intentado no cebarme en el llano, para guardar fuerzas, y no me vi muy mal subiendo, pero acabé la cuesta con la sensación de que, si se hubiera alargado 100 metros, hubiera petado. Por suerte, tras los 400 metros de subida constante, hubo un descansillo de 200 metros, en los que el oxígeno me volvió a llegar un poco al cerebro. Lo justo, como para ser capaz de encarar el segundo tramo de subida. Este estuvo compuesto de casi 800 metros más, al 2'6%. A los 4.660 metros, por fin regresamos al casco urbano. Ya solo restaban 3.340 metros. Se podría pensar que habíamos dejado atrás lo peor, pero a mí lo que quedaba es lo que se me hizo eterno. En realidad, aún nos esperaba otra subida de 215 metros, por suelo empedrado, con una pendiente del 4'6%. La misma iba desde la parte baja del centro del pueblo, hasta la Plaza de España, donde está la iglesia. Toda la parte urbanizada del recorrido fue similar a la que habíamos hecho dos veces en años anteriores. Ahora solamente la hicimos en una ocasión, pero las esquinas, los adoquines y el subeybaja no varió. Yo no llevaba referencias de ritmo, porque no estaban marcados los kilómetros, y no llevaba GPS. En cualquier caso, desde que había acabado la subida, iba codo con codo con un chico, que resultó llamarse Israel Romero. A los dos nos adelantaron corredores, y nosotros también rebasamos gente, pero no nos separamos. A ratos fue él delante, y a ratos fui yo el que lideró el dúo. No fuimos juntos, más bien fuimos picados, aunque en el buen sentido. Yo lo iba usando para darlo todo y no dormirme en los laureles, dado que no llevaba referencias, y en esas circunstancias, si uno va sin compañía es fácil levantar el pie. Al final, llegué yo antes, pero no pude relajarme ni un segundo. 


Ni que decir tiene que, tras pasar la línea de meta, él me estrechó la mano y yo le di la enhorabuena por el carrerón que se había marcado. Acabé en 35:13, en el puesto 47, de un total de 198 participantes. El próximo fin de semana, más.


Reto Atlético 1.002 CARRERAS
Carreras completadas: 235.
% del Total de Carreras a completar: 23'4%.

Reto Atlético PROVINCIA DE SEVILLA 105 CARRERAS
Completada Carrera en SALTERAS.
En 2012 (año de la primera carrera corrida en Salteras), % de Municipios de la Provincia de Sevilla en los que había corrido una Carrera: 20% (hoy día 37'1%).


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