23 de noviembre de 2021

PLAZA DE TOROS DE LA REAL MAESTRANZA DE CABALLERÍA DE SEVILLA 2021

La Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería es el cuarto monumento más visitado de Sevilla. Cuando me enteré de eso me pareció una pasada. Como expliqué en el post dedicado a El Puerto de Santa María, que escribí el pasado verano, no soy aficionado a los toros. En dicho post ya expliqué cual es mi postura con respecto a la llamada fiesta nacional, así que no me voy a repetir. Ahora solamente voy a añadir que nunca he ido a una corrida a la Maestranza y que no se me había pasado por la cabeza entrar en ella, en plan turista, hasta que vi que está incluida en la lista de maravillas de Andalucía que yo tomé como referencia para fijar mi propio listado de los lugares de imprescindible visita en la comunidad. No obstante, ni siquiera entonces consideré como una prioridad el ir a conocer el recinto taurino. Por ello, han pasado los años y hasta hace poco no caí en la cuenta de que estos tiempos que corren, en los que me está resultando tan difícil que mis retos relativos a los viajes progresen, podían ser perfectos para tachar la Maestranza de mi lista de pendientes. No en vano, me queda a tiro de piedra. Ahora que a duras penas puedo moverme de casa, es sin duda un buen momento para adelantar los retos, explorando cosas que son de mi entorno y que ya quedan visualizadas para siempre. En ese sentido, desde hace unas semanas estaba ojo avizor, para ver cuando surgía la oportunidad perfecta para ir al coso taurino sevillano. Estaba claro que, en este caso, tenía que buscar una coyuntura en la que pudiera hacerlo solo, porque, aunque María es mi más fiel acompañante en la gran mayoría de las correrías turísticas que invento, se donde están sus límites, y lo de echar una mañana del fin de semana viendo una plaza de toros, así por la cara, los sobrepasa todos. Por otro lado, aprovechar alguna de las veces que viene a Sevilla nuestra amiga Ruth tampoco era una opción. Ella viene a vernos a nosotros, pero aún así a menudo aprovechamos cuando está aquí para continuar profundizando en las maravillas de la ciudad. Pese a esto, meterla en una plaza de toros, al igual que pasa con María, se que tampoco es una posibilidad. En consecuencia, estaba esperando a verme en Sevilla capital, sin compañía y echando el rato. No parecía fácil encontrar el hueco, pero el mismo apareció el pasado domingo, antes incluso de lo esperado.


En efecto, el domingo se juntaron una serie de factores que favorecieron que yo tuviera que gastar en soledad un par de horas en Sevilla. Por desgracia, a mi padre lo han operado por tercera vez en cuatro años y, si bien las otras dos veces lo intervinieron en Alcorcón, esta vez la operación ha sido cerca de casa. El caso es que el martes 16 pasó por el quirófano y todo salió a las mil maravillas, pero ahora está en el hospital y entre mi hermana y yo estamos acompañándolo a la hora de dormir. La noche del sábado me quedé yo con él, y a eso de las once de la mañana vino mi madre a darme el relevo. A esa hora me fui, pero, dado que iba a comer en Sevilla, en casa de mi suegra, no tenía sentido irme al pueblo para tener que volver a bajar casi de inmediato. Por ello, me fui a dar un paseo por el río, aprovechando que la mañana se había quedado muy bonita. En esas estaba cuando, al llegar al Paseo Colón, se me encendió la bombilla. Era el día. Estaba en el sitio apropiado y en las condiciones precisas. No lo dudé. Me puse en la cola como un turista más y entré a ver la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.


La visita fue para mí como un bálsamo. Incluso yendo con calma, la plaza se ve en 45 minutos. Yo estuve dentro más de una hora. La racha está siendo complicada y fue muy gratificante echar ese rato relajado haciendo turismo, aunque fuera en mi propia ciudad. Ni que decir tiene que el edificio me gustó. Es bastante grandioso y por dentro está impecable.



En su interior, además de ver parte de las dependencias de la plaza, se visita el Museo Taurino, que se inauguró en 1989. 


Lo bueno que tuvo el Museo Taurino fue que no me recordó a la parte desagradable de las corridas, que es un espectáculo que no me agrada, sino a lo que sí me atrae de ellas, es decir, a su vertiente histórica decimonónica y de principios del siglo XX, que es un tanto folklórica. Esa imagen amable que desprende el espacio museístico se debe a que está más enfocado a la figura de los toreros, que a la de los morlacos. No hay reminiscencias sangrientas, quizás para que la visita no choque a los extranjeros. Como no podía ser de otro modo, hay algunas cabezas de toros colgadas, así como un par de ejemplares completos, muy bien disecados. 


Sin embargo, son pocos y no resultan chocantes. En ese sentido, resulta más desagradable comer en muchos bodegones típicos españoles, que ver la plaza de toros de Sevilla. En contrapartida, dada la ausencia de imágenes cruentas y la escasez de animales muertos, lo que se expone es un amplio muestrario de trajes, capotes, láminas, esculturas, carteles y cosas así. Todo histórico y todo auténtico, como a mí me gusta. 


En el Museo me llamó la atención, por ejemplo, todo el equipo completo del insigne Curro Romero, que además de ser un mito, aún viviente, es uno de los tres toreros a los que yo he visto en acción, en vivo y en directo (fue en El Puerto de Santa María, como ya conté).


También me resultó especialmente llamativo el Busto de Ángel Peralta, que es obra del escultor Luis Sanguino. Ángel Peralta fue un rejoneador sevillano que falleció hace poco. Fue todo un figura, desde los años cincuenta, hasta los ochenta del siglo pasado.


La mayoría de lo que se expone en el Museo Taurino tiene autor, pero a mí no me sonaba ninguno hasta que llegué a la mencionada estatua realizada por Luis Sanguino, que resulta que es primo hermano de mi abuela materna. Aún vive y se trata de un escultor muy afamado. Tanto, que las puertas de fachada este de la Catedral de Santa María La Real de la Almudena de Madrid son obra suya. Yo a él no lo conozco, pero a su ex-mujer sí. De hecho, estuve en su casa una noche de fin de año, hace bastante tiempo. También he estado con su hijos mayores, que son de la quinta de mis padres... o quizás algo más jóvenes. El caso es que me hizo ilusión ver ese busto ahí.

Más allá del museo, lo que mola de la visita a la plaza es que se ven sus entrañas. No se visita todo, eso sí. De hecho, ni la enfermería ni la zona donde se guardan los toros cuando hay corridas están abiertas al público. Sí se ven, en cambio, las cuadras donde se preparan los caballos de los picadores.



También se puede entrar en la Capilla de los Toreros, que es el rincón religioso de la plaza. Al asomarme a ella se me vino a la cabeza un símil, y es que los toreros se me asemejaron un poco a los gladiadores del circo romano. No me resultó muy difícil imaginar a los diestros, rezando en esa capillita, justo antes de salir al ruedo a jugarse el pellejo ante un bicharraco de más de 500 kilos, para entretener a la concurrencia.



Al final de la visita, que es libre, pude salir a la plaza y pisé el albero. Esa es la mejor parte del recorrido, en mi opinión.



Al salir al coso la libertad es total, por lo que se puede ver el ruedo desde la barrera y entrar en los burladeros.




También puede sentarse uno en las gradas, que son capaces de acoger a 11.500 personas, y echar allí un rato de relax. La verdad es que la mañana estaba muy agradable, por lo que yo me pegué sentado, tan a gusto, un buen cuarto de hora.


Para salir del ruedo se hace el recorrido que siguen los toreros que salen a hombros por la puerta grande. En Sevilla, la misma es la Puerta del Príncipe. Yo regresé al interior de la plaza por el callejón que conduce a ella y vi por dentro su portón. 



Luego, al salir del edificio la fotografié también por fuera. La Puerta del Príncipe da al Paseo Colón y, por tanto, es la más emblemática de la plaza,


No cabe duda de que pasé un rato muy entretenido viendo la Maestranza. Al salir, aún tuve tiempo de rodearla. La plaza realmente solo muestra su fachada por el lado sur.
 

El edificio también se puede bordear por el este y por el oeste, pero por ahí la fachada no se asoma a la calle, sino que da a la parte trasera de las casas que sí dan, tanto al Paseo Colón, como al extremo este de la Calle Adriano y a la Calle Antonia Díaz. Por el norte, la plaza ni siquiera está exenta. Por ese lado, está pegada directamente a las casas que dan al tramo central de la citada Calle Adriano, así como a la Calle Gracia Fernández Palacios


Lo curioso es que, pese a esto, la plaza sí tiene salida a la Calle Adriano. Lo que sucede es que las puertas de acceso por el norte se encuentran situadas junto a las entradas de las viviendas.


En definitiva, he de decir que no creo que vaya nunca a ver una corrida de toros a la Maestranza, aunque nunca se sabe, pero, en cualquier caso, la mayor parte del edificio en sí lo vi con detenimiento, que es de lo que se trataba.


Reto Viajero MARAVILLAS DE ANDALUCÍA
Visitado PLAZA DE TOROS DE LA REAL MAESTRANZA DE CABALLERÍA DE SEVILLA.
% de Maravillas de Andalucía visitadas en la Provincia de Sevilla: 75%.
% de Maravillas de Andalucía visitadas: 38%.


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